Hannah Rothschild: «Sin Christie’s ni Sotheby’s, Jeff Koons no sería quien es»
Preside el patronato de la National Gallery de Londres y publica «La improbabilidad del amor», una novela sobre una obra de arte donde desentraña el ambiente que rodea el mundo del arte.
Preside el patronato de la National Gallery de Londres y publica «La improbabilidad del amor», una novela sobre una obra de arte donde desentraña el ambiente que rodea el mundo del arte.
Jeques, jequesas, museos vacíos, millonarios, modelos, vestidos de Chanel, Karl Lagerfeld, una esperada subasta, precios astronómicos y un misterioso cuadro conocido como «La improbabilidad del amor», que es capaz de concitar a su alrededor muchas envidias y deseos. Hannah Rothschild, directora de cine, escritora y presidenta del Patronato de la National Gallery, desembarca con una novela de intriga que ha logrado juntar en sus páginas a toda la «jet set» que frecuenta el mundo del arte y la intriga; el glamur del coleccionista entendido y la avaricia del petrolero con casino en Las Vegas. La escritora recuerda cómo sus padres solían arrastrarla a los museos y cómo, un día, se sorprendió a sí misma viajando por el mundo y consultando en las guías los museos que había en cada una de las ciudades que visitaba. En España desembarca con una obra empañada de lo que más conoce, las bellas artes, porque, según reconoce, «ahí tienes de todo. Es un ambiente con muchos claroscuros, con gente que siente la pasión del arte y personas que tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él. Todo lo que desearía encontrar un novelista está aquí».
–En su libro afirma que el arte mueve 100.000 millones de dólares anualmente. Un gran negocio, sin duda.
–Por supuesto. El arte lo es. De hecho se está convirtiendo en uno de los mejores negocios de todo el mundo.
–¿Y cuál es el papel de las casas de subastas en él?
–Pues las casas de subastas hacen dinero, porque tampoco apoyan a los artistas. Están para crear mercado. Son mediadores entre el vendedor y el que compra. No sé si es bueno o malo. En el fondo son un negocio.
–Y también ayudan a crear marcas, como Jeff Koons.
–Sin Christie’s, Sotheby’s y las casas de subastas, Jeff Koons no sería quien es. Es un fenómeno. Te puede gustar o no, pero ha marcado un periodo de la historia. Además, él se autovende fantásticamente. A mí me gusta. Me parece divertido, actual, me encantan sus shows, porque es todo un espectáculo. Ahora, no sé si metería a Jeff Koons junto a Goya, ni si quisiera si sobrevivirá como este artista doscientos o trescientos años.
–Algunos propietarios de casinos en Las Vegas lo compran, de hecho.
–(Risas). Pero debe reconocer que en Las Vegas, en esos mismos lugares, también hay cuadros de Picasso. El arte se ha convertido en una manera de mostrar el dinero y el gusto. Hay muchos que acuden al arte para decir: «Fíjate qué buen gusto tengo, aparte de dinero». Si se fija bien, verá que ha sido así siempre. Es lo que sucedió durante el Renacimiento. No veo tantas diferencias con periodos anteriores. Los nuevos ricos siempre han utilizado el arte para comprar un lugar en la sociedad. Necesitan conectar su historia con una historia más antigua y más ilustre.
–En su libro también hace referencia a esos grandes museos que se abren en países de Oriente Medio y que están vacíos.
–Sí, comento la apertura de estos nuevos museos fantásticos. El primero fue el Guggenheim de Bilbao. ¿Cuánta gente ha ido a la ciudad desde que se inauguró? Se va allí para verlo. Es un buen ejemplo. Vivimos en una época en que tenemos algunos de los mejores arquitectos en siglos y ciertos gobiernos se han dado cuenta de que si montas un museo de estas características, muchos visitantes acuden al país para verlo. Ahí están Doha o Abu Dabi. Muchos de ellos se han fundado gracias al apoyo de otras pinacotecas ya existentes, como el Louvre, que ha abierto una filial. A cambio estas sedes reciben apoyo financiero.
–Y ahora se van a Oriente Medio y Asia los cuadros que se subastan en Occidente.
–Si miras la Historia del Arte, ves que las obras de arte siempre siguen la ruta del dinero. Van donde está el dinero, siguen el flujo del dinero. Ahora se van a Asia, Rusia, China... no tiene nada de nuevo, porque el dinero está ahí ahora.
–Preside el Patronato de la National Gallery. ¿Podrá mantener la entrada gratuita con los recortes que afronta?
–Sí. Haremos todo lo que podamos para que siga siendo gratuita. Tenemos que recaudar con el programa de exposiciones, los restaurantes, las tiendas y las donaciones individuales. Gran parte de mi tiempo lo empleo en recaudar fondos. No es que me guste, pero merece la pena. Es cierto que el 60 y 70 por ciento de nuestros visitantes no son ingleses, son turistas y la mayoría de ellos provienen de Europa y, mientras estemos en Europa, y espero que estemos siempre, la entrada gratuita será parte de nuestro contrato con los españoles, los italianos o los franceses, entre otros.
–¿Cómo se adecúa un museo con una colección que termina en el siglo XX a los nuevos gustos?
–Buena cuestión. Gran parte de la colección de la National Gallery es de inspiración religiosa. En una sociedad laica, muchas personas no saben qué narran esas obras y es importante que los museos hagan llegar esas historias. Hay que hacerlas actuales, vincular, por ejemplo, una madonna con las madres solteras que luchan por algo. En cuadros óleos se puede reconocer el duelo de la pérdida, el sexo... son historias que se contaron hace mucho, pero que pueden ser actuales. Y hay que hacerlo con un lenguaje actual, que no parezca remoto. Los historiadores del arte tienen que hacer que esas imágenes parezcan contemporáneas, porque, además, lo son.