Historia contra el «feudo» nacionalista
Cinco historiadores de primer nivel analizan la construcción de la imagen nacional para desterrar la visión «grotesca» de los separatistas.
Corren buenos tiempos para pescar en río revuelto (la crisis, ya saben) y hacer nigromancia a partir de un trozo de peluca o el dobladillo de una casaca. De un tiempo a esta parte, el ánalisis riguroso y el debate elevado se miran con recelo, pues nadie quiere que le afeen su parcela del mito exclusivista y el «derecho» a contar la Historia a su manera. Contra ello, en un año políticamente crucial, la Fundación Banco Santander –en colaboración con la Fundación Cultural de la Nobleza– aspira a bucear en el pasado para no cometer errores con el ciclo de conferencias «La construcción de la nación y el discurso de la historia. De leyendas negras y nacionalismos». La directora de la Real Academia de la Historia y miembro de la Española, Carmen Iglesias, consideró ayer, durante la presentación de estos encuentros, que «lo que llamamos España protege más la libertad de todos que el fraccionamiento en pequeñas comunidades», ya que, «aunque el Estado de las Autonomías ha sido muy bueno en algunas cosas, al no ponerle diques ningunos han acabado funcionando como los antiguos feudos». «Se ha vuelto a lo peor del Antiguo Régimen: hemos regresado a las aduanas», añadió. Para Iglesias, el nacionalismo catalán o vasco exacerban las desigualdades en tiempos en que todos deberíamos remar en la misma dirección: «La fragmentación no es la solución para salir de la crisis y recuperar el Estado del Bienestar». Y es que, aunque el sentimiento de pertenencia cultural o social no está enfrentado necesariamente a la ciudadanía o adscripción a un marco más amplio, las autonomías «se han convertido en grupos de poder, fomentando el clientelismo y la corrupción». A este respecto, la directora de la RAH recordó que ya el sociólogo alemán Georg Simmel advertía de que «los grupos pequeños acaban siendo más despóticos, pues cuanto más impersonal es el poder político, reflejado en leyes y en la objetivación, más defensa hay contra él». El nacionalismo, en cambio, revierte ese juego de poder entre ciudadano y mandatario y abre la veda a reinterpretar los símbolos colectivos y la historia conjunta.
Una educación «falsa»
En el ojo del huracán nacionalista se encontraría la educación, el pecado original del Estado autonómico, que ha posibilitado, en el caso catalán, «un punto de vista histórico a veces grotesco y desalentador». «Hoy en día los niños sólo estudian la parte del río que pasa por su comunidad», recuerda la historiadora, quien alerta del «grave peligro de falseamiento de la historia porque la fragmentación hace perder la perspectiva del todo». Los recortes en la movilidad social que han producido las políticas educativas nacionalistas depauperan la calidad de la enseñanza y «perjudican a los más desfavorecidos», considera Iglesias, quien recordó que ella pudo estudiar becada gracias a la Ley Moyano, que data de mediados del siglo XIX. «En este sistema actual –añadió– dudo de que gente como yo hubiera podido salir adelante». Las conferencias tratarán de indagar en la construcción de la imagen histórica de un país, la reconstrucción de la misma a través del nacionalismo y las leyendas negras generadas en torno a España. La Fundación Banco Santander contará con un plantel de excepción en este ciclo. Joseph Pérez, Premio Príncipe de Asturias 2014, cerrará el 4 de mayo unos encuentros en los que participarán también Carmen Sanz Ayanz, de la Real Academia de la Historia, el hispanista Harm de Boer, de la Universidad de Basilea, y Juan Francisco Fuentes, de la Complutense. Todos ellos intentarán arrojar luz sobre la histórica confusión entre nación jurídica y nacional cultural y adentrarse a través del pasado en las claves que hacen que hoy en día, en un mundo globalizado, repunten los nacionalismos. «Hay que romper esa visión esencialista de España como un país en el que siempre nos andamos peleando; una idea que ha regresado con la crisis; pero la historia es abierta y no se puede preveer», señaló la directora de la Real Academia de la Historia.
Iglesias, que se puso al frente de la institución el pasado mes de diciembre en sustitución del fallecido Gonzalo Anes, explicó algunos de los retos de esta nueva etapa de la Academia, entre los cuales destacó la necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias económicas del país. La asignación pública a la RAH se ha recortado en un 70 por ciento, por lo que la historiadora mantuvo que será preciso «externalizar servicios» y emprender otros «ajustes» para garantizar la viabilidad. «Si bajan los ingresos es imposible que los gastos sigan como antes; es necesario acordarlos», puntualizó, al tiempo que explicó que la institución valora crear una «red de amigos, desde estudiantes que quieran aportar algo a los grandes patronos». Asimismo, se está emprendiendo una nueva web corporativa, en la que se pretende volcar las entradas del «Diccionario Biográfico». Iglesias resaltó el valor de esta obra, que en papel «será una edición de bibliófilos» que ayudará a especialistas de todos los ámbitos. En relación a la voz de Francisco Franco, cuya definición histórica generó debate en el año 2012, Iglesias consideró que «se produjo una crispación exagerada». Finalmente, definió el periodo histórico encabezado por él como una «dictadura autoritaria».