«Influencers"virtuales: La invasión de las "modelos robot"
Aunque no llegan de momento al número de seguidores de "influencers"reales marcas como Gucci y Prada ya se las rifan.
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Aunque no llegan de momento al número de seguidores de "influencers"reales marcas como Gucci y Prada ya se las rifan.
Aida Domenech (@dulceida), Paula Echevarría (@pau_eche) y Alexandra Pereira (@alexandrapereira), todas ellas con millones de seguidores en sus perfiles de Instagram, les han surgido nuevas rivales que podrían hacer peligrar su influencia. Las «instagramers» digitales son las nuevas «influencers» que arrasan en la red. Puesto que no son reales, sino avatares o robots, necesitan que varias personas generen contenido en sus perfiles, pero sin necesidad de viajar o de pasar horas realizando «selfies». Todo gracias a un programa de 3D.
Lil Miquela (@Lilmiquela) es la modelo digital con más seguidores: 1,6 millones. De origen hispanobrasileño, la joven fue creada en 2016. En su perfil social se presenta como modelo y cantante de 19 años, con residencia en Los Ángeles . Como cualquier «it girl» que se precie, comenzó a darse a conocer suscitando todo tipo de especulaciones sobre si era real o una farsa. Se llegó a decir que era fruto de una campaña promocional del videojuego «Los Sims». A día de hoy se sabe que su creador es Brud, un estudio transmedia que crea universos narrativos y personajes digitales. @Lilmiquela se define a sí misma como «robot», algo evidente si nos fijamos en sus facciones y en el color de su piel, más propia de un personaje de videojuego. La empresa que la creo la incluyó como parte de un universo de ficción, provocando un conflicto con una supuesta empresa de Inteligencia Artificial denominada Cain Intelligence, creadora de otros personajes como Bermuda (@bermudaisbae), con 140.000 seguidores. Es la mejor amiga de Miquela, admiradora de Iggy Azalea y seguidora acérrima de Donald Trump. Así como de Ronnie Blawko, el novio virtual de Miquela, conocido como @blawkozz, con 138.000 fans.
La principal diferencia entre Miquela o Bermuda y Dulceida o Paula Ordovás es que las primeras necesitan de guionistas y diseñadores, mientras que las segundas gestionan ellas mismas sus perfiles. El punto en común es que tanto unas como otras buscan generar ingresos atrayendo a las grandes marcas.
Para Lucía Caro, profesora de Publicidad y RRPP asistimos a dos cambios sustanciales. «El primero es que todos, sujetos, objetos y organizaciones, interactuamos en un mismo medio, todos nos traducimos a bits y nos regimos por las mismas reglas de realidad. Eso facilita que naturalicemos la incorporación a nuestras redes de marcas comerciales, por ejemplo. El segundo cambio es consecuencia del primero: al relacionarse ambos (fan y personaje) en un mismo ámbito de realidad, es más sencillo que éstos puedan involucrarse de formas más diversas, yendo estas formas desde lo puramente afectivo a la realización de tareas no remuneradas». Entramos en una fase de la historia donde los afectos y las relaciones pueden crearse y mantenerse.
@bermudaisbae, la mejor amiga de Miquela
Chanel, Proenza Schouler, Prada, Supreme, Vetements u Off-White son algunas de las marcas de ropa con las que @lilmiquela ha posado. También ha lanzado varios temas musicales, algunos de ellos con Harry Bauer Rodrigues, conocido por su nombre artístico Baauer (productor norteamericano de música trap y bass). «Lo perturbador para mí sería, entonces, que el medio puede favorecer formas más y mejor dirigidas de explotación de los afectos de los fans en beneficio de las empresas que creen o alquilen a estos personajes», señala Caro. Como apunta la experta, aunque el personaje es ficticio, los afectos que pretende mostrar en sus imágenes son reales. «Con la aparición de la radio y, especialmente, de la televisión, se comenzó a estudiar las relaciones afectivas y de intimidad que proyectaban algunos miembros de las audiencias hacia personajes de series de televisión o hacia sus ídolos musicales o cinematográficos. Estas relaciones se estudiaron desde la psicología como «parasociales» (Horton & Wohl, 1956), en tanto que podían ser vividas como reales, pero en ellas faltaban elementos básicos que caracterizarían a una relación social, la esencial en estos casos era la inexistencia de reciprocidad en la interacción».
Miquela no interactúa pero al utilizar la misma red social que sus seguidores, éstos pueden dejarle comentarios, aumentando la sensación de proximidad. El usuario sabe que no es real pero como indica Caro «es una elección, un juego que elige jugar: porque le permite sentirse acompañado, porque le entretiene, porque le produce algún tipo de gratificación, en definitiva».
Pero además, estos robots digitales tienen o pueden llegar a tener una función social transformadora. Miquela ha publicado contenidos en defensa de movimientos como el Black Lives Matter o los derechos de personas transgénero. «No diría que mi identidad es colectiva. Soy una artista y he expresado opiniones que son impopulares y que me han costado admiradores», comentó Miquela a la publicación Business of Fashion. ¿Pero y si un día hiciera apología de la tenencia de armas o del terrorismo? Caro no es muy optimista al respecto y señala que «en un contexto en el que el astroturfing ha eclosionado en los medios sociales, me preocupa quién puede alquilar estos perfiles y con qué fines. Porque cuando ves a Miquela con una sudadera Gucci puedes inferir que haya un pago de por medio, pero cuando lo que expresa es una idea o una adhesión, es más fácil percibirlo como parte de los valores del personaje y de sus vivencias».
Su novio, @blawkozz
Regalos en especie
A diferencia de los humanos, ella no cobra por ponerse piezas, aunque confiesa que sí recibe regalos en especie. Un modelo de colaboración muy jugoso para las firmas que buscan publicidad en las redes. «Dado que no tienen las mismas necesidades y que la forma de crear contenido es diferente, hay variables que pueden ser distintas a las de un «influencer» real para establecer la tarifa. Pero no en términos absolutos, en el fondo, la tarifa depende de la calidad del perfil», explica Beatriz Portela, CEO de Okiko Talents.
¿Supone esto el inicio de una nueva generación creada a base de píxeles? «Ahora es una singularidad, pero en el futuro veremos un despertar de avatares digitales y al final del día los seguiremos por sus propias historias, por el contenido que generan y porque, honestamente, los encontramos bellos. No hay nada que frene a quien desarrolle todo esto en formato digital», piensa Cameron-James Wilson, creador de @shudu. gram. La «influencer» Miranda Makaroff ratifica que la importancia de estos perfiles aumentará: «Creo que estamos encaminados hacia un futuro en el que serán cada vez más predominantes, ya que veo que en general encanta crear yoes e historias virtuales. Si a la gente le hace feliz, ¡hay que respetarlo!».
Shudu, la diosa de ébano
@Shudu.gram es la nueva «it girl» del universo digital. Con 179 mil seguidores, su creador digital es el fotógrafo Cameron-James Wilson que un día decidió experimentar con el 3D. Gracias a tutoriales de Youtube, aprendió a utilizar Daz 3-D y creó a Shudu, inspirándose en la Barbie princesa de Sudáfrica. Es imagen de Balmain y de Ellese. También ha desfilado por la alfombra rojo de los últimos BAFTA, luciendo un vestido amarillo de Swarovski que no dejó indiferente a nadie. Ha sido imagen de Fenty Beauty, la línea cosmética de Rihanna y emtre sus seguidoras se encuentra Tyra Banks y Naomi Campbell. Su creador pretendía con su diseño dar mayor visibilidad a las modelos negras que, según él, aún no tienen la suficiente cabida dentro del mundo de la moda.