Ivan ya no es tan terrible
La estatua inaugurada en Oriol de la controvertida figura ha abierto el debate entre los que consideran al zar el fundador de la Rusia moderna y los que le ven como una figura despreciable y muy lejos de merecer homenajes.
La estatua inaugurada en Oriol de la controvertida figura ha abierto el debate entre los que consideran al zar el fundador de la Rusia moderna y los que le ven como una figura despreciable y muy lejos de merecer homenajes.
La doctrina Putin, a falta de una base ideológica consistente, toma el patriotismo y el militarismo como ejes centrales de su discurso, exaltando cualquier época de avances territoriales del país sin importar los peros. Por el camino se rehabilitan figuras históricas controvertidas, líderes autoritarios cuyo nombre ahora se asocia únicamente a victorias militares, pasando por alto la represión que les granjeó la fama. Stalin, por ejemplo, es hoy uno de los líderes del siglo XX mejor valorados por los rusos en las encuestas, más del 50% aprueba su papel en la historia. Sus camisetas se han convertido en las más buscadas en las tiendas de suvenires de Moscú, sólo tras las de Putin, al ritmo que algunos de los pocos museos dedicados al Gulag cierran porque se les retira la subvención pública.
El siguiente en la lista de blanqueo histórico es Iván el Terrible, el primer zar «de todas las Rusias», en cuyo honor se descubrió en octubre una enorme estatua en bronce en la ciudad de Oriol, cerca de la frontera con Ucrania. Y no es una estatua cualquiera, es la primera que se levanta en el país en honor a uno de los pocos personajes históricos sobre los que parecía haber consenso, todos le consideraban un tirano. «Tenemos un gran presidente (Putin), el más poderoso, que ha conseguido que el mundo respete a Rusia y se incline ante nosotros, como en su momento hizo Iván el Terrible», justificó Vadim Potomski, gobernador de Oriol, promotor del proyecto y uno de tantos heterodoxos líderes regionales nombrados a dedo desde Moscú.
Hasta moteros
A la inauguración, retransmitida por la televisión nacional, asistieron organizaciones ultranacionalistas y el grupo de moteros «Lobos de la Noche», varios de cuyos miembros guardan amistad personal con Putin. «No soy un historiador, pero creo que fue un buen monarca (Iván el Terrible), amplió los territorios del país y defendió la fe ortodoxa», concluye el gobernador Potomski. En la construcción de la estatua no participaron directamente autoridades estatales, si bien tampoco encontró su oposición. El ministro de Cultura reconoce que se trata de «una figura controvertida», pero alega que los historiadores occidentales han construido un mito injusto con la figura de Iván Grozny, pues en realidad no fue peor que otros monarcas europeos de la época. «No se le debe comparar con la Madre Teresa o con Gandhi, sino con los reyes de su tiempo», sentencia el ministro. Tampoco la Iglesia rusa, tan sensible para otros asuntos, se ha opuesto al homenaje, pese a que en la figura ecuestre el zar porta una gran cruz ortodoxa y la estatua está ubicada junto a una iglesia. «La historia no debe dividir al pueblo ruso», se limitó a contestar el patriarca Kirill, máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa rusa. Sin embargo, muchos vecinos no se quedaron de brazos cruzados. Una iniciativa ciudadana, bajo el título «No necesitamos una estatua de un tirano», reunió cientos de firmas y obligó a las autoridades locales a modificar al menos la localización de la figura, originalmente pensada para una plaza céntrica, frente al teatro.
No es barato el apellido de El Terrible en un país con semejante historial de líderes autoritarios y represiones como Rusia, pero a Iván IV (1530-1585), enterrado en una de las catedrales del Kremlin, le avala un profuso historial. La fama no le viene únicamente por el número sino por sus métodos sádicos. Por ejemplo, sólo en la ciudad de Novgorod ordenó en 1570 la muerte de varios miles de personas, algunos historiadores elevan la cifra a 50.000, mientras otros la dejan en apenas 3.000. Sí hay consenso sobre el método utilizado, la mayoría murieron empalados y descuartizados. Se hicieron conocidos en la corte los arrebatos de ira del zar, en los que podía arrancarse mechones de pelo o darse cabezazos con la pared, ataques tras los que solía pasar horas en silencio con la mirada perdida.
Pero los arrebatos siempre volvían y con ellos órdenes cada vez más crueles. Ordenó, por ejemplo, que ahogasen hasta la muerte a una de sus esposas, la séptima, María Dolgurukaya, el día después de la boda al entender que no había llegado virgen al matrimonio. La sexta fue enclaustrada en un convento al conocerse que había sido infiel al zar con un príncipe boyardo, no sin antes asistir a la muerte por empalamiento de su amante. La misma suerte corrió el noble Iván Viskovati, equivalente a ministro de Exteriores, acusado de conspiración y descuartizado en plaza pública en Moscú en julio de 1570, tras lo que el zar violó a la viuda.
Enfoque pragmático
«Ahora en Rusia impera un enfoque pragmático de la historia, no moral. Si has aumentado el territorio del país, eres un líder de éxito», considera Alexéi Makarkin, vicepresidente del Centro de Tecnologías Políticas. Además, continúa, Rusia es un país con una tradición de culto tanto a la personalidad como a la victoria, «y en el imaginario colectivo no se puede ignorar el papel que jugó el hombre que dirigía el ejército». Y efectivamente Iván el Terrible logró no pocas victorias militares, transformando el Gran Ducado de Moscú en un vasto imperio, añadiendo durante su reinado dos millones y medio de kilómetros cuadrados, principalmente al Este.
Su campaña más sonada fue la conquista de dos importantes regiones de mayoría musulmana a lo largo del Volga, los kanatos de Kazán y Astracán, a orillas del mar Caspio. Para conmemorar la toma de Kazán, donde su ejército no dejó piedra sobre piedra tras un largo asedio, ordenó construir la que hoy es una de las catedrales más famosas del mundo, la de San Basilio en la Plaza Roja, decorada con cúpulas de colores.
La anexión del territorio de los kanatos abrió además a Rusia la puerta de Siberia, dando el pistoletazo de salida a su conquista y población. El brazo ejecutor de las atrocidades del zar era Oprichnina, una milicia de nuevo cuño, equivalente a una policía secreta y especialmente apreciada por su lealtad. En el carácter sádico y desconfiado de Iván tuvo mucho que ver su dramática infancia. Cuando contaba sólo ocho años de edad vio morir a su madre, que ejercía entonces de regenta, envenenada por un clan boyardo, episodio tras el que Iván vivió varios años en un ala del palacio recluido por motivos de seguridad.
A los 13, antes incluso de su nombramiento como zar, se cobró venganza, ordenando la muerte del príncipe boyardo Andrei Shuiski, arrestado y dado de comer a una jauría de perros. Fue su primera muestra de sadismo, cuando se empezó a ganar el respeto o miedo de la corte, aunque su paranoia se disparó a la muerte de su primera esposa, Anastasia Romanova. Iván ‘el Terrible’ murió en 1584 mientras jugaba al ajedrez con su asesor. Aunque tenía ya 55 años, una edad avanzada para su tiempo, pocos historiadores creen que falleciese por causas naturales.