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Izal: «Hemos caminado por senderos con mucho barro»

Impulsados en una trayectoria si empre ascendente, publican «Autoterapia», que presentarán en Festivales: Cruïlla, Low, Sonorama y FIB, entre otros
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Impulsados en una trayectoria si empre ascendente, publican «Autoterapia», que presentarán en Festivales: Cruïlla, Low, Sonorama y FIB, entre otros.
Padecen la maldición de ser músico en España. Cuando no tienes éxito, la condena es la precariedad más absoluta. Cuando lo tienes, recibes la crucifixión de la opinión pública, es decir, que todos los que no son tus fans te critiquen. Izal llevan ocho años haciendo canciones y con ellas han emergido del proletariado a la clase media-alta de la escena española. Publican «Autoterapia» tras un año de descanso.
–Conservan su sonido pero amplían la paleta de colores.
–Emanuel Pérez, Gato: Es lo que siempre hemos intentado, pero en trabajos anteriores, por falta de tiempo y medios, por pobreza, no habíamos logrado hacerlo. Esta es la primera vez que hemos podido convivir un mes en un estudio, que no es un lujo, sino lo que hacen muchos grupos, y que antes no nos habíamos podido permitir. Lo hemos hecho como siempre habíamos querido.
–Pararon en febrero de 2017. ¿Les ha servido?
–Mikel Izal: En volver a tener ganas. Estar de vacaciones y que el último mes te sobrara. Y regresar con ganas de abrir horizontes. La música siempre estaba, los recursos, no tanto.
–¿Han abandonado el proletariado musical?
–E.P.: El proletariado es lo normal en la música en España, y en la mayor parte de países del mundo occidental. Ser músico es el «hobby» más caro que existe, porque gastas en él todo tu tiempo y tu dinero.
–M.I.: Ahora jugamos en una liga media. No estamos a la altura de grupos internacionales ni mucho menos. Pero podemos invertir dos horas en un arreglo de guitarra en un estudio, en lugar de estar probando en un local donde no se oye la batería o se oye demasiado. En «Magia y efectos especiales» grabamos una maqueta a toda prisa y eso fue lo que quedó.
–Alejandro Jordá: Y nos robaron el equipo para que parásemos.
–M. I.: Estamos por primera vez en situación de tener herramientas suficientes, pero venimos de senderos con mucho barro.
–Hay un proyecto de sindicato de músicos, ¿lo apoyan?
–M. I.: Es necesario que estemos unidos. Pero más necesario que haya un cambio de mentalidad, porque no se aprecia el bien social de nuestro trabajo.
–Iván Mella: A mi madre cuando le preguntan que a qué me dedico y dice que soy músico, le insisten: «Ya, pero de qué trabaja».
–E. P.: Hace no mucho tiempo que nos hemos enfrentado a situaciones que ya no repetiríamos. Como las de montarnos en una furgo vieja o un coche hasta los topes para ir a Andorra a dar un concierto en fin de semana sin cobrar. Cualquier trabajador no haría eso ni loco. Al contrario, pediría, como es normal, un extra por esto y por lo otro.
–M. I.: Pero es que la pasión de un músico por su trabajo no puede legitimar lo paupérrimo de sus condiciones. Los ingenieros también disfrutan con su curro y no lo hacen gratis.
–Hay también un problema con algunos empresarios.
–M. I.: Totalmente, pero es cultural. Hay programadores con ética y sin ella. Pero es que la música tiene muy baja consideración, mientras vemos en las ferias de turismo que hay visitantes a nuestros festivales. Es decir, que estamos contribuyendo al PIB...
–A. J.: ...y al mismo tiempo, nos ha pasado en ciudades pequeñas que han venido colegas nuestros a vernos por 10 euros y nos han dicho: «Pero si tú te lo pasas de puta madre tocando...». Y te das cuenta de que está arraigado en la sociedad.
–¿Se han autoexplotado aceptando otro bolo más para alimentar la maquinaria?
–E. P.: Por supuesto. Pero en otras circunstancias. A cambio de un sueldo digno. Y entonces no es explotación.
–I. M.: Esa es la clave, si tienes éxito. Y no puede ser. Vales lo que vales por tu trabajo como cualquier otro. Tanto si llevas a 50 en una sala como a 5.000 mereces ser pagado dignamente.
–Imagino que la «Autoterapia» va por derroteros más personales, no laborales.
–M. I.: Exacto. Es un conjunto de canciones que no forman un trabajo conceptual, que me di cuenta de que componían una especie de 11 cartas a mí mismo. Sobre la felicidad, cómo tratar de alcanzarla y aprender a soportarme mejor.
–¿No hacen terapia de grupo?
-E. P.: La convivencia de la grabación fue una especie de dinámica de claustro.
–Me hablaban de los medios de que disponen. ¿Lo perciben los oyentes?
–M. I.: El lenguaje universal es la piel de gallina. Eso lo percibe todo el mundo. Es un impacto cerebral...
–I. M.: Si ves a los Chemical Brothers y te apagan los subgraves pues está bien. Un concierto chulo, de visuales y tal. Pero si los encienden, aunque no sepas qué ha pasado, algo te golpea en el estómago, la experiencia cambia al cien por cien, ya sea por un elemento técnico o poético.
–¿Se puede buscar?
–M. I.: No. Pero si te paras a pensar qué es la música y por qué la haces, sabes que lo que te gusta es que el «pieldegallinómetro» lo marque todo, esa es la emoción. Estoy seguro de que también existe eso en el hardcore.
–A. J.: Pero lo buscamos entre nosotros, en lo que nos impulsa sin pensar en el exterior.
–Y si se acaba la inspiración, ¿volverían al tajo?
–Todos: mmmhhh....
–I. M.: Si nuestros próximos discos fueran un fracaso creo que podríamos ser muy felices volviendo a tocar en el Sol.
–M. I.: Lo mejor del indomable de la música es que te puedes equivocar y luego volver a equivocarte y triunfar. Cada vez que escribo un tema pienso que es el último que voy a hacer.
–I. M: Lo que no es normal es lo que nos ha ocurrido, tener años de ascenso continuo. En algún momento esto tendrá que bajar, está claro y estamos preparados.

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