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Jack London: Cuéntame un cuento

Jack London durante una de las visitas que hizo a los Mares del Sur
Jack London durante una de las visitas que hizo a los Mares del Surlarazon

Reino de Cordelia inicia la publicación de la narrativa corta del escritor. Un proyecto que ya cuenta con el primero de los tres volúmenes, que reúne 87 historias, 36 de ellas inéditas o que nunca han sido recogidas en un libro, que abordan desde la aventura hasta los temas más propiamente humanos.

Uno de los grandes creadores de libros de aventuras, el autodidacta y depresivo Jack London (seudónimo de John Griffith London), a más de cien años de su muerte sigue deparando novedades, nuevas lecturas, una presencia que es tangible por los más de cincuenta títulos que dejó escritos y su fuerte compromiso social, asimismo puesto de manifiesto en trabajos periodísticos o crónicas viajeras. Entre sus libros más conocidos se encuentran las novelas «La llamada de la selva», «El lobo de mar», «Colmillo Blanco» y «Martin Eden», además de otras que han ido saliendo del olvido, como «Antes de Adán», que vio la luz hace unos meses en Ediciones B , pero también en el género del cuento destacó sobremanera. De hecho, fue una de sus principales fuentes de ingresos en una época en que las revistas demandaban historias entretenidas.

El año pasado ya habíamos tenido la oportunidad de visitar su narrativa corta mediante «Once cuentos de Klondike» (Eterna Cadencia Editora), una antología que reunía relatos inspirados en las experiencias de casi un año en el territorio del río Klondike, en el que London convertía en personajes ficticios a los lugareños de esa región canadiense:buscadores de oro, cazadores, comerciantes de pieles, jugadores, hampones y asesinos.

Había ido allí en 1898 con su cuñado, que estaba movido por la fiebre del oro, y las temperaturas y los peligros de la naturaleza, además de contraer escorbuto, le habían hecho conocer lo que era estar al borde de la muerte. El impacto de lo vivido acabaría cuajando en lo que estaba buscando, la «fórmula perfecta para escribir cuentos comerciales de calidad», como dice el prólogo del editor de «Cuentos completos I (1893-1902)» (Reino de Cordelia; traducción de Susana Carral). Todo aquello «había supuesto un filón de experiencias para contar a todo tipo de público con un estilo directo y accesible, técnica que había aprendido leyendo, sobre todo, a Rudyard Kipling. Los relatos de “El hándicap de la vida”, donde el premio Nobel británico narraba literariamente lo que le había sucedido cuando recorría la India en busca de reportajes para “The Lahore Civil and Military Gazette”, le enseñaron a conjugar la realidad con la ficción».

Tenemos así a un joven London que busca su voz narrativa, marcado por adaptarse a la realidad editorial y periodística, a los gustos del lector del momento. Y a fe que lo consiguió con los casi doscientos cuentos que escribió y a los que se enfrentó la Universidad de Stanford, que los recopiló cronológicamente hasta editarlos en 1993. De esta manera, al primer tomo que reúne ahora en español ochenta y siete historias –treinta y seis inéditas o nunca recogidas antes en un libro– y que está abundantemente ilustrado con fotografías del autor y dibujos de adaptaciones de sus obras, le seguirán dos más en el otoño del año 2018 y del 2019.

Un tomo que acoge textos aún muy descriptivos, como «Relato de un tifón en la costa japonesa» y «Baño nocturno en la bahía de Edo», basados en el periodo en que un London de diecisiete años, en 1893, se embarcó como marinero en una goleta rumbo a la costa de Japón, y otros con los que fue perfeccionando su estilo, caso de «Al hombre del camino», de 1898, y «Una odisea en el Norte», de 1899.

Una vida breve

Pocos escritores, en una vida tan breve como la de London, que muere a los cuarenta años, podrán encontrarse que aborden tamaño número de asuntos en sus cuentos, en muchas ocasiones de manera pionera en las letras de los Estados Unidos, como remarca el editor: «El alcoholismo, las consecuencias de la vejez, el boxeo, la tauromaquia, el trabajo infantil, la ecología, fantasías extraterrestres, el juego, el trabajo en las minas de oro, el amor (tanto el primitivo y atávico como el romántico e ideal), la discapacidad mental, los mitos, la corrupción política, la psicología (humana y animal), la explotación racial y sexual, la revolución, la experimentación científica, la vida de los marinos, el suicidio, la vida en los arrabales, el socialismo, la guerra, la naturaleza y la escritura...». A ello se añadiría la variedad de escenarios narrativos que atraviesan, desde las tierras nevadas del Norte hasta Hawái.

Allí nació en 1876, en San Francisco, en el seno de una familia muy pobre; se vería obligado a abandonar sus estudios y trabajar con catorce años en una fábrica. En la adolescencia, ya era poco menos que un ladronzuelo, un pícaro, un vagabundo –se le encarcela treinta días por ello, en 1894, en una localidad de Nueva York, después de que el año anterior acudiera a una marcha en Washington que protestaba contra el desempleo– hasta que su pulsión literaria se fue abriendo paso a la vez que cambiaba de trabajo. Experiencias intensas que curtirían su carácter y le darían materia narrativa de primer orden. Como una que vivió en 1902, el año al que alcanzan estos «Cuentos completos I», cuando se introdujo en el infernal East End de Londres, un lugar que mostraba unas condiciones abyectas para la población, que era explotada de manera atroz, y que le llevaría a escribir unos artículos que reuniría en «La gente del abismo». Para tal cosa, no dudaría en disfrazarse con harapos y hacerse pasar por un marinero desempleado. London desconocía el miedo, particularmente en el mar, de ahí que en 1907 materializara uno de sus sueños: atravesar el Pacífico y el Índico; una idea que publicitó en los medios, de modo que el revuelo que se formó fue extraordinario.

Lo contaría todo el que fuera su cocinero abordo, Martin Johnson, en su libro «Por los mares del Sur con Jack London», que explicita «el viaje más peligroso que jamás haya emprendido un ser humano de manera voluntaria». El velero que se cons-truyó para esa odisea, cuyo presupuesto inicial de siete mil dólares acabó llegando a treinta mil, fue bautizado como «Snark» (un personaje de Lewis Carroll), y surcaría los mares durante dos años hasta arribar a Australia. Quedaba así justificado lo que escribió London cuando estaba pensando en llevar a término esta aventura: «La vida vivida es una vida de éxito, y el éxito es el aire que respiramos. Alcanzar una meta difícil supone adaptarse a un entorno hostil. Y cuanto más difícil sea la meta, mayor será el placer de alcanzarla». Estas palabras tal vez le recordaría su aventura en Klondike, donde se encontró consigo mismo y de donde volvió para poner en marcha un modo de narrar cuentos que ya tiene una edición definitiva en nuestro idioma.