Jagger, corazón helado del rock and roll
Una biografía retrata la divinidad diabólica del líder de los Rolling Stones, al que trata de humanizar pero que presenta como frío y calculador
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Una biografía retrata la divinidad diabólica del líder de los Rolling Stones, al que trata de humanizar pero que presenta como frío y calculador
Desde el principio, los Rolling Stones han sido Mick Jagger. Para las fans, la prensa, los focos, los políticos y para la Policía. No hay duda de la seducción de Richards, el granuja simpático que sonríe como el que sabe que nadie ha disfrutado más de la vida que nadie en la Tierra; o del cuestionable Brian Jones, maníaco, depresivo, acomplejado y talentoso miembro del «Club de los 27». Sin embargo, fueron los atributos físicos de Jagger (ambiguos, abultados y lúbricos) más que sus habilidades musicales los que contribuyeron a la creación de un monstruo musical que llega hasta hoy desde hace cinco décadas. Los Stones se presentan este miércoles en el Santiago Bernabéu de Madrid como la maquinaria musical más rentable del mundo, en buena parte, debido al afán de Jagger, la mente y el corazón más fríos del rock and roll.
El anuncio de su gira europea de este año y el precio de las entradas despertaron críticas, pero que nadie se sorprenda: en 1969 ya se les acusaba en la Prensa de tocar solamente por dinero; así, esta es la primera de las cosas que nunca cambian. «No tocamos por dinero», dijo Mick, y su respuesta a las acusaciones de avaricia fue la de organizar un concierto gratuito, el de Altamont, custodiado por los Ángeles del Infierno como agentes de seguridad. El resultado se conoce: un chico muerto por las agresiones de los pandilleros, y las críticas arreciaron contra Jagger en exclusiva. La revista «Rolling Stone» le atribuyó a otro de sus pecados favoritos, el «egotismo diabólico». Una nueva biografía no autorizada, «Mick Jagger» (Philipp Norman, Anagrama), llega a España cargada de una lista de los pecados favoritos del líder de los Stones.
Yo, Jagger
Lo más importante en la vida de Jagger ha sido él mismo. Educado en la London School of Echonomics, siempre tuvo fuertes aspiraciones de ascenso social y buscó indisimuladamente entre príncipes, actrices, modelos, políticos y aristócratas un lugar en la alta sociedad británica. El chico de la bufanda de rayas aparecía en las recepciones oficiales y al día siguente actuaba saludando con el irresistible acento «cockney» (callejero) de su pantalón apretado. Jagger trató de ser James Dean en el cine, pero cenando con Nicholas Ray, éste dijo no conocerle y le rechazó con condescendencia. Quiso protagonizar «La naranja mecánica» y «El maestro y Margarita», pero no lo logró. Se dejó querer por la política, aunque jamás demostró un ápice de compromiso en ningún sentido. Y dio un golpe de estado en el grupo que había fundado Brian Jones para apartarle –aunque su conducta era más que descontrolada–, y poco a poco estableció un régimen de clases interno que relegaba a Charlie Watts y Bill Wyman a papeles de comparsas. Por ejemplo, suprimió sus intervenciones del montaje final del «Rock & Roll Circus», les excluyó de proyectos cinematográficos que querían contar con los cuatro, e incluso obligó a Wyman a renunciar a firmar una canción que había compuesto porque el propio Jagger ayudó «a desarrollarla». «Mick se comportaba todo el día como si fuera el protagonista de una interminable película, como si todo el rato tuviera que quedar bien para el director que miraba desde los cielos», dijo Faithfull. Por cosas como éstas se ganó la leyenda de arrogancia y egocentrismo que hoy le sigue persiguiendo.
El sexo
El mejor indicador de que su comportamiento de depredador sexual no ha cambiado está en el hecho de que la biografía, terminada a los 67 años de Jagger, ha quedado obsoleta en el apartado sentimental. Aunque quizá sólo merezca un párrafo en la siguiente actualización del libro de Norman, ha iniciado una relación con una bailarina de 27 años, Melanie Hamrick, tras el suicidio de L'Wren Scott, su pareja durante 13 años, hace unos meses. Como si fuera la prueba de la maldición del anticristo que muchos vieron en Jagger, la diseñadora ponía fin a su vida como ya lo intentaron sin éxito en su día Chrissie Shrimpton y Marianne Faithfull. El libro retrata a un Jagger que, cuando se cruzaba con fans, soltaba la mano de su prometida, a la que hacía caminar varios pasos por detrás en ocasiones o le negaba su presencia en fiestas por no ser suficientemente moderna. Con Shrimpton era estricto y obsesivamente controlador. Infiel sistemático. Cuando supo del intento de suicidio, se lamentó: «Era fuerte, dicharachera y divertida, y yo he hecho de ella una neurótica y un desastre». Pero se deshizo de ella «con la facilidad con la que tiraba una de sus camisas de seda después de ponérsela una vez», según su biógrafo. También aniquiló a Faithfull, a la que utilizó para su ascenso social. Meses después de estar con ella, todavía se presentaba en casa de Shrimpton para acostarse con su ex-compañera sin previo aviso. Pero si se encontraba con ella en alguna fiesta, no merecía un saludo. Con los nervios rotos, Faithfull estuvo al borde de la sobredosis. Terminó viviendo en las calles de Londres, enganchada a la heroína y padeciendo anorexia. La historia de Jagger, después de esas relaciones, es la de triturador de amantes, pero, para consuelo de algunos, encontró la horma de su zapato en Angelina Jolie, otra musa de boca infrecuente. Según su biógrafo, la actriz mantuvo una relación con el músico de desprecio, y, en realidad, lo hizo por complacer las fantasías incumplidas de su madre más que por interés propio. Eso sí, se veían mientras Jerry Hall estaba embarazada. Angelina fue la frívola superestrella y la primera de sus novias que, según Andrew Morton, otro biógrafo, trató a Jagger «como a la mierda». Un asunto insistente, que Norman no confirma pero que apoya con constantes declaraciones, se refiere a la bisexualidad del cantante y a sus cualidades «femeninas». Y es que era difícil tener una vida sentimental más agitada. Hay un momento en la historia de los Stones en el que Jagger está comprometido con Shrimpton, pero se acuesta con Faithfull, quien a su vez preferiría a Richards; el guitarrista está soltero aunque desea a Anita Pallenberg, que, antes de acostarse con Richards, sigue con Brian Jones. Éste último, por su parte, se acerca cada vez más al precipicio de las drogas.
Las drogas
Fiel a su espíritu frío y calculador, tampoco en las drogas perdió la medida. Jagger probaba todo lo que caía en su mano, pero la moderación era su lema. A diferencia de Brian Jones (que bebía coñac a tragos con tranquilizantes) o Richards (que tenía una pasión desmedida por todas las sustancias posibles), Jagger «no sólo no tonteaba tanto con las drogas, sino que llevaba un tiempo preocupado por sus amigos», según Norman. En uno de los casos más sonados de detención por posesión, en 1967, Richards, Jagger y Jones fueron sorprendidos en una redada en la campiña inglesa y sentados ante los tribunales. El juicio escenificó todo el odio que les profesaban los sectores más conservadores de la sociedad británica, en especial al cantante, cuya imagen era la de pervertidor de menores. Sin embargo, tras conocerse su condena, el «Times» le dedicó al caso un editorial pidiendo el mismo trato de la justicia para todos. En la prensa, anuncios pagados por McCartney pedían la legalización de la marihuana. Al final, los Stones salieron bajo fianza, y, según el autor, todo fue una conspiración urdida por el FBI y el MI5, que reclutaron a un sujeto, «Acid King» David, al que sorprendieron cruzando la frontera con LSD y le propusieron un trato. Él iba a ser el gancho que permitiría acabar con el pésimo ejemplo para las sociedades británicas y estadounidense de The Rolling Stones.
El rock & roll
Hay una verdad demoledora en el relato de Norman: «En 1966, con la publicación de "Aftermath", los Rolling Stones se convirtieron en los reyes del circuito de conciertos, y hoy, medio siglo después, aún lo siguen siendo». Su impacto fue brutal. «Si los Beatles querían cogerte de la mano, los Stones aspiraban a prenderle fuego a tu pueblo», escribió Tom Wolfe sobre ellos mirando por la ventana correr a chicos con botellas de queroseno. Sobre sus aptitudes musicales, la biografía se detiene poco, al ser un tema más opinable. Recoge hechos como que la primera canción que grabaron que no fue una versión era un regalo de Lonnon/McCartney, y que Jagger terminó por darse cuenta de que no servía para producir sus discos y que recibió clases de guitarra de Eric Clapton. Sin embargo, cualquier explicación se queda corta al lado de temas como «Simpathy For the Devil», «Wild Horses», «Satisfaction», «Under My Thumb»... y tantas otras de la firma Jagger/Richards.
Política
Uno de los aspectos más curiosos es el grado de animadversión que provocó Jagger durante una década sin haber hecho una sola declaración revolucionaria ni contra el «establishment». A través de la enorme pero cauta boca de Jagger nunca se agitaron conciencias sino inconscientes despertares sexuales de una generación. «Su hirviente música fluía directamente desde el bulto de los pantalones de su vocalista», escribe Norman.
Mucho de lo que se ha dicho del líder de los Stones no es cierto, y, a pesar de todo, su imagen es antipática. Probablemente porque envejecer en el rock es algo bastante difícil y porque antes de él hay pocos modelos de verdaderas estrellas que lleguen a viejos. Lo que es indiscutible es que Jagger sigue viviendo como le da la gana. Y aunque a veces no consigues todo lo que quieres, si lo intentas, al menos logras lo que necesitas.
Ficha del libro
«Mick Jagger»
Philip Norman
anagrama
592 páginas,
28,90 euros