Jaume Plensa: «Soy mediterráneo, necesito tocar las cosas, acariciarlas»
Artista en mil materiales, incluida la palabra, Plensa es un creador que imprime un magnetismo único
A la tercera va la vencida con Jaume Plensa. Después de dos llamadas, recibimos la suya y notamos su voz que casi susurra, aunque es firme. El jurado que ayer le otorgaba con merecimiento el Premio Velázquez ha valorado en él «la coherencia de una trayectoria en la que ha renovado en profundidad el lenguaje plástico de la escultura, integrando poesía y conceptualización con propuestas de gran intensidad estética». Al otro lado del teléfono, desde Barcelona, dice que es lo que más ilusión le ha hecho, «esas palabras de quienes han decidido. No me lo imaginaba y estoy realmente abrumado, quizá porque uno nunca espera ganar un premio así, aunque he de decir que éste me ha emocionado especialmente porque es un galardón específico para el mundo del arte». Le llamó el ministro de Educación, Cultura y Deporte y se lo dijo, «y desde ese momento ya no he podido concentrarme porque tengo la cabeza en otro lado», comenta casi disculpándose. El sábado aterrizó de Chicago y el día de ayer se le quedó corto, muy corto en el estudio, porque tuvo que echar el cierre antes de lo previsto. Las llamadas empezaron poco después de que se supiera ganador. Valga una frase como retrato: «Realmente me hace ilusión que me llaméis, me alegran mucho vuestras llamadas». Hace casi un año, el 29 de noviembre de 2012, el Premio Nacional de Artes Plásticas iba a parar a sus manos: «Entre una cosa y otra ha sido una temporada muy llena, aunque este galardón me emociona especialmente porque se ha dado antes a nombres que yo respeto mucho, de Gaya a Tàpies. Simplemente decir Velázquez es emocionante porque entronca directamente con la trayectoria de un gran creador. Creo que es el inventor de esa realidad que hoy llamamos virtual y que para él era espacio. Toca la fibra sensible. Es el reconocimiento que más hondo me puede llegar», confiesa con la voz tranquila.
«Un diamante con varias caras»
Nació en Barcelona en 1956 y hace gala, así lo explica en la conversación, de mediterraneidad: «Lo mamé de mis padres. Soy mediterráneo y necesito tocar las cosas y acariciarlas, es una herencia que tengo de ellos», señala cuando habla de sus orígenes quien es escultor, grabador (aún caliente está el Premio de la Calcografía Nacional) y ha trabajado codo con codo en varios montajes de teatro y ópera con La Fura dels Baus. «Yo soy todas esas facetas. Una persona es como un diamante con varias caras y depende por dónde la luz te dé y dónde incida así se reflejarán unas más que otras, aunque siempre me he sentido escultor». ¿Escultor del hierro? «Escultor de materiales a los que soy infiel. Y al hierro también lo he sido». Y esa escultura de letras, enorme, que invade, sin invadir, parques y avenidas de medio mundo, íntima al mismo tiempo, dice Jaume Plensa que es deudora de la poesía, «que me ha ayudado a crear. A dar forma a ese mundo de ensoñación que cada uno lleva dentro, que es nuestro y que trato de hacer físicamente posible. Yo de mis obras destaco la naturalidad con que las he hecho. Miro muy poco para atrás y me gusta lo que veo, pero también lo de ahora, y pienso que antes que esto está el trabajo de diez años atrás, y antes aún, el de otra década anterior. Es un trabajo en progreso. Siempre pienso que puedo mejorar detalles. Mis obras han estado allí. Ellas estaban y yo también estoy», comenta casi a modo de meditación. Y vuelve a los materiales, «que respeto porque son el vehículo a través del que me expreso». ¿Sí, pero con cuál de ellos trabaja más a gusto? «El gran material de la escultura son las ideas y esto no quiere decir que seas un artista conceptual. William Blake decía que "un pensamiento llama a la inmensidad", y qué verdad más grande!».
-¿Cómo concibe la escultura?
-Como una manera de plantear preguntas, es un soporte extraordinario para el arte. No está para nada obsoleto, es una actitud. En mi obra se da esa fusión de tradición y tecnología.
Vive entre España y el mundo, trabaja en Barcelona, su galería está en París y Nueva York, la potente Lelong, y en Estados Unidos le quieren como un artista suyo. Cuando se lo comentamos se ríe: «Bueno, bueno. Yo voy a donde me lo piden y trabajo donde me llaman. En España ya hace años que no, pero tengo poco descanso». Acaba de inaugurar en la ciudad de los rascacielos y de aterrizar de Chicago, donde ha pronunciado una conferencia. Nueva York presume de sus esculturas y en 2014 le esperan la ciudad alemana de Augsburgo y San Francisco. Y en 2015, Nashville y el Museo de Madison.
-¿Como se define Jaume Plensa?
-Soy un viajero incansable. Una de las mejores cosas que tiene el arte es que te ofrece la capacidad de poder dialogar en cualquier lugar del mundo. En China y Japón también tengo proyectos. Tomar un avión e inaugurar en un punto u otro del planeta lo tomo como algo natural. La obra de un artista va penetrando con el tiempo en la memoria colectiva, con independecia del país donde haya nacido.
Confiesa que no está al tanto de lo que se está haciendo en España artísticamente hablando «porque o estoy dentro del estudio o dentro de un avión, pero estoy seguro y convencido de que la salud de los que vienen es buena y de que el arte español crece y está vivo, lo mismo que la cultura, que posee una fuerza indiscutible. Eso que se dice de que si no se habla de ti no existes me parece una banalidad. Lo importante es ser y existir». ¿Y vuela mucho Plensa? «Cuando viajo y estoy en las nubes me siento en ningún sitio, es estar en un no lugar, un sueño que tienes desde niño, como Peter Pan, que quería coser la sombra a sus pies. Hagámoslo nosotros para no perder esa identidad». Pide, como muchos otros artistas más, una urgente y necesaria ley de mecenazgo: «Se tendría, a pesar de las dificultades que estamos pasando, que ayudar más a la cultura, cualquier forma de hacerlo es buena. En EE UU, que conozco bien, el patrocinador privado es el que la alimenta. La misión del creador es existir». Palabra de Plensa.
El detalle
LA CALLE ES SU ELEMENTO
Jaume Plensa tiene galería y expone en los museos, como todos los artistas, pero los volúmenes de sus piezas y las luces que las atraviesan nacen en la calle. La fuente Crown (en la imagen), que instaló en Chicago (Ilinois, EE UU) es un símbolo para los habitantes de la ciudad, que pueden verse proyectados en la enorme pantalla echando un chorro de agua por la boca. Es una obra pensada para disfrutarla, para caminar descalzos sobre la piscina y pasar bajo las cascadas para completar la experiencia. Las obras de Plensa están también en la vía pública en Liverpool, Nueva York, París y Dubái.