Javier Bardem: «Escobar ha sacado mis ganas de matar»
El actor y Penélope Cruz presentan «Loving Pablo», su dura inmersión en el mundo del narco más famoso y cruel de la historia.
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El actor y Penélope Cruz presentan «Loving Pablo», su dura inmersión en el mundo del narco más famoso y cruel de la historia.
«¿Por qué hago de malo? Porque es lo único que me ofrecen», defiende Javier Bardem. La lista es prolija: desde aquellos indomables animalotes de Bigas Luna («Jamón, jamón» y «Huevos de oro») hasta el sociópata Anton Chigurh de «No es país para viejos» que le valió el Oscar. Machistas redomados, villanos caricaturescos o simples criminales. Hasta dar con este Pablo Escobar que, curiosamente, ha sido el propio Bardem quien iba buscando desde tiempo atrás, antes de «Narcos» y toda la fiebre pop del «patrón del mal». En 1999 ya sabía que quería ser el líder del cartel de Medellín. Pero solo hasta que encontró a su amigo el director Fernando León de Aranoa, un punto de vista interesante (el de Virginia Vallejo, la periodista que fuera amante de Escobar) y la financiación internacional que obligó a rodar en inglés («algo que pensamos y repensamos mucho») no tuvo la película lista, este «Loving Pablo» que se estrena el viernes.
¿Y todo esto para qué? Para encontrarse con su peor yo, ese que un freudiano diría «reprimido» por la cultura. «Es un personaje complicado porque no me gusta cómo era él y es difícil separar lo que tú le puedes prestar al personaje. Me ha obligado a sacar los muebles viejos, lo que no quieres ver de uno mismo: el odio, la rabia, las ganas de matar. Sí, las ganas de matar que todos tenemos pero la ética y el sentido común nos dicen que no». Para Escobar dichas categorías sencillamente no existían. Y Bardem ha tenido que «experimentar ese poder en la distancia corta», la «enorme rabia» que, dice, convirtió al narco en un tipo sediento de sangre para ser aceptado por la oligarquía que lo rechazaba.
«La fascinación por el personaje hacía que apostase fuerte por él», señala, pero no ha querido, como tampoco lo ha hecho León de Aranoa, que eso condicionase, manchase el filme: «Es peligroso glamurizar a Escobar y convertirlo en el Robin Hood paisa como han hecho otros». Y es peliagudo vérselas varios meses con un personaje que te chupa la sangre: «Me ha costado después del rodaje sacarme de dentro ese abuso de poder frente a la mujer, la familia y todos». Hasta el punto de afectar a su matrimonio con Penélope Cruz.
Es ella, que se pensó muy mucho aceptar el papel de Virginia Vallejo en lo que iba a ser la primera colaboración de la pareja ya como marido y mujer –«me daba miedo entrar en sitios oscuros y desagradables»– la que da más detalles: «Todo fue fácil y llevadero hasta el día en que rodamos una escena fuerte en la que mi personaje llega a grandes niveles de desesperación porque Escobar prácticamente le niega salvarle la vida. Ese día fue tan fuerte que empecé a contar los que faltaban para terminar el rodaje». No es de las que encara el trabajo como una relación total con la persona. Sabe discernir, pero a veces es complicado: «Soy consciente a la hora de separar vida y ficción, y para mí el trabajo con un personaje no es una terapia. Me digo ''esto se queda aquí''». Aunque a veces afecte, claro. Sobre todo porque Cruz ha convivido muchos meses con este personaje por los largos plazos de la película. Ha buceado en la vida de Virginia Vallejo, la mujer que amó a Pablo y odió a Escobar y acabó presa de su fascinación por el legendario criminal. «Además de investigar sobre ella para comprenderla sin juzgarla, tengo muchos amigos colombianos que me contaban historias de cómo les afectó directamente aquella época del narco. Ellos tenían ganas y necesidad de que se narrara esta historia, que es la primera que cuenta la vida de Escobar completa en cine».
El reverso tenebroso
«La escenas entre ambos personajes, los que interpretan Javier y Penélope, son las que generan más violencia en la película», defiende León de Aranoa. Más que las balaceras y las extorsiones del narco, que el director madrileño ve como «el reverso tenebroso del realismo mágico» sudamericano. «Esa violencia necesita el scope para contenerla». La gran pantalla. Y por eso no tuvo miedo en enfrentarse a un personaje que la popular serie de Netflix ya había destripado. El equipo de «Loving Pablo» jugaba también la baza del punto de vista, el de Virginia Vallejo, ya que el guión nace del libro de la periodista «Amando a Pablo, odiando a Escobar». Ni ella, ni la familia de Escobar han dicho nada en relación con este trabajo. «No sé ni si lo han visto, aunque creo que no», asegura León de Aranoa, para quien es importante dejar claro que «aunque la ficción es sagrada, no tomamos a estos personajes como modelos de comportamiento».
La figura de Virginia Vallejo, a través de la cual se nos descubre a Escobar –quien después se adueña ciertamente de la película, quedando la otra diluida– no deja de ser tremendamente atractiva. Una mujer hermosa, de éxito, bogotana, que cae rendida a los pies del ambicioso e inmisericorde narcotraficante de Medellín. Son los tiempos en los que del narco solo se conoce lo superficial: el dinero, el lujo babilónico, las excentricidades (como el zoo personal de Escobar). El crimen a gran escala, los coches bomba y los muertos diarios en las calles de Colombia no vendrían hasta después. Paralelamente, Vallejo va cayendo presa de su relación, hasta que haber elegido en su día las malas compañías del cartel de Medellín comienza a convertirse en una pesadilla y un callejón sin salida. Vallejo es tanto cómplice como víctima de Escobar.
Hay algo en «Loving Pablo» que invita a pensar también en el poder de lo masculino con lo femenino. Y, a un día del 8 de marzo y tras la intensa temporada de premios en Hollywood que han entronizado el #MeToo y encendido el debate de género desde que saltaran los casos de abusos, Penélope Cruz tiene claro que el foco debe trasladarse a todos los ámbitos: «Cuando hablo de igualdad no hablo solo de nuestra industria, sino de las amas de casa, las limpiadoras, las cocineras, las doctoras... El problema es que nadie les pregunta a ellas». Además, opina, los casos de acoso sexual en el cine pueden extrapolarse a España en la esfera de la violencia doméstica. Para Javier Bardem, este es «un cambio necesario, que llega tarde y que es anacrónico porque que ahora estemos hablando de paridad hace pensar que es triste que aún nos encontremos en esas».
El vendaval del #MeToo, que trasciende el debate sobre la igualdad real entre hombres y mujeres, se ha llevado por delante la carrera de algunos profesionales como Woody Allen sobre quien pesan acusaciones pero no sentencias por abuso sexual. En los últimos meses la gran mayoría de los actores y actrices que han estado a las órdenes del realizador de «Manhattan» se han sumado al repudio de Hollywood: Mira Sorvino, Greta Gerwig, Timothe Chalamet... Solo Alec Baldwin y Diane Keaton han salido en defensa de Allen. Javier Bardem y Penélope Cruz –que filmaron con él «Vicky Cristina Barcelona» en 2007– también tienen algo que decir al respecto. Bardem es el más tajante de ambos: «Volvería a trabajar con él si me llegara un papel interesante». Algo que muy pocos dirían hoy en día en Hollywood. «Si se demuestra que abusó obviamente no trabajaría con él, pero ahora mismo estamos como estábamos en 2007, nada ha cambiado». Es decir, las acusaciones de Dylan Farrow, su hija adoptiva, se quedaban en eso: acusaciones, que ya fueron descartadas por la Justicia. «Cuando hay cambios sociales que vienen para quedarse a veces tienden a irse a los extremos –opina el actor–. Ahora estamos en un momento muy sensible y el linchamiento y el juicio mediático es muy peligroso. Cuando se señala a alguien, ya es culpable. Pero hay que ir a un juez y que él decida; no vale con lanzar una opinión».
Un César emotivo
Cruz, que ganó su Oscar en 2008 por el filme de Allen, prefiere ser más reservada: «Es un tema delicado. Lo único que puedo decir es que si alguien cree que no se trata de un tema resuelto, que vuelva a investigar». Después de la experiencia de volver a rodar juntos en «Loving Pablo», la pareja ha repetido a las órdenes del iraní Asghar Farhadi. La cinta, aún pendiente de fecha de estreno, es una de las grandes apuestas de Bardem y Cruz para este año. Mientras, la madrileña saborea las mieles del César honorífico que se le concedió la semana pasada en Francia. «Aunque lo tenía ya asimilado porque me lo anunciaron hace tiempo, cuando me vi allí con mi madre, con Pedro Almodóvar, con actrices como Juliette Binoche e Isabel Huppert aplaudiendo, rompí a llorar».
Aznar, un «pirata que debería estar preso»
Quince años después del «No a la guerra», Javier Bardem, una de las cabezas visibles de aquel movimiento, no se arrepiente de nada, es más, «volvería a hacerlo, e incluso mucho más». Aquella postura erosionó su imagen y la del cine español, provocando una desafección con cierta parte del público que parece que se ha ido subsanando. Pero el actor no olvida aquellos días de manifestaciones que vivieron su apogeo en la gala de los Goya. Para Bardem, el «trío de las Azores» ha salido indemne: «Aznar, Blair y Bush son tres piratas que deberían estar en la cárcel y no dando conferencias. Tendrían que sentarse en un juicio por haber mentido, manipulando pruebas y creando guerras que nos han traído en gran parte a la situación que vivimos hoy en día». La presidenta de la Academia de Cine en los Goya del «no a la guerra», Marisa Paredes, también defendió en la última gala que «volvería a repetir» su discurso.