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Jesús Villegas: «Si algún juez fuera una oveja negra, al matadero»

Jesús Villegas / Juez. El autor de «El poder amordazado» (Atalaya) amplifica ante la opinión pública ese cuchicheo que se susurra tras las bambalinas judiciales
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El autor de «El poder amordazado» (Atalaya) amplifica ante la opinión pública ese cuchicheo que se susurra tras las bambalinas judiciales
Es un juez valiente, capaz de jugarse que le abran un expediente por descubrir cómo el poder político se ha inmiscuido en el judicial. Más que de un libro, «se trata de una llamada de auxilio». Asegura que la gran mayoría de los jueces en España son honrados y que si hubiera alguna oveja negra, la mandaría «al matadero». Cree que los tribunales, en ocasiones, son una «bomba a punto de estallar» y que el poder judicial puede utilizarse para construir un país, pero también para destruirlo. Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía, y menos mal hacen los delincuentes que un mal juez. Villegas duerme con la toga puesta.
–¿Cuál es la mordaza del poder?
–Los jueces nos encontramos atrapados en un sistema controlado en última instancia por el poder político. Es una merma de nuestra independencia y una amenaza para los derechos del ciudadano.
–¿Está la Justicia vendida a la política?
–Eso suena a prostitución. El sistema de asignación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial no debería estar por completo en manos del Parlamento. El juez que dicta una sentencia es perfectamente independiente, pero hay un diseño normativo previsto para poder amordazar a ese juez cuando sea incómodo.
–Pero un juez corrupto no es un juez. Dice usted en su libro que «es un tumor que se ha de extirpar sin contemplaciones».
–Lo he escrito con temor, no a que me suspendan de empleo y sueldo o a que me abran un expediente disciplinario, sino a que se enfaden mis compañeros. Si algún juez fuera una oveja negra, al matadero. Ni cobramos mordidas, ni nos quedamos con el dinero de nadie. No somos delincuentes.
–Más que de un libro, ¿se trata de una llamada de auxilio?
–Es un instrumento de una lucha que como juez no puedo hacer porque tengo muchas limitaciones institucionales. Se trata de un libro para que la ciudadanía sea consciente de que al margen de cualquier presión política tiene que haber una Justicia independiente. Estamos en un momento político crucial para reescribir las reglas del juego. Los políticos necesitan una Justicia independiente, un espacio neutral donde dirimir sus diferencias.
–Este poder amordazado, ¿resta credibilidad a España en la esfera internacional?
–No podemos ser una república bananera. Hay que trasladar a los inversores y a los operadores jurídicos internacionales que España es un país donde hay seguridad jurídica y donde se respeta el Estado de Derecho. El Consejo de Europa ha reiterado que el órgano de gobierno de los jueces no puede estar completamente en manos de los partidos políticos.
–¿Corre la democracia peligro en nuestro país?
–No, pero podría correr si la investigación criminal dependiera del poder político. Yo confío en mi país, en mis políticos y en el pueblo español. Hay pocos jueces corruptos y han sido extirpados. Si suprimimos los controles sobre la Justicia y dependiera de la arbitrariedad del poder político se terminará contaminando e intoxicando.
–¿Se han convertido los tribunales en auténticos infiernos?
–En ocasiones, son una bomba a punto de estallar. La mayoría de los juzgados de nuestro país no son manejables por un juez que quiera tener una vida propia, hijos, ocio, tiempo para dormir...
–¿Funciona la Justicia española?
–Sí, pero no todo lo bien que deseáramos, ni todo lo bien para lo propio de un Estado como el nuestro, a la vanguardia de las naciones civilizadas. Nuestra Justicia no está a la altura de otras áreas, como la Sanidad.
–¿Qué hace un juez para no tener prejuicios?
–Un esfuerzo brutal. La actividad de ser juez y decidir sin prejuicios es una labor sagrada con la que estamos decidiendo la vida de los ciudadanos. A mí me da miedo dejarme llevar por mis demonios interiores, por mi inconsciente, por mis prejuicios. Eso se aprende con el paso de los años, y constituye el mayor reto.
–¿La Justicia es de derechas o de izquierdas?
–El buen juez no es ni de derechas ni de izquierdas. Y si un juez cree que tiene una ideología conservadora o progresista debería colgar la toga. Los jueces deben ser defensores de la Constitución, porque es la base del ordenamiento jurídico y la pirámide sobre la que se asienta toda la estructura normativa.
–¿Cuál cree que es la imagen del juez en España?
–De atracción y de rechazo. La opinión de los ciudadanos mejora cuando pasan por un tribunal. Creo que la imagen era mala, pero ahora está mejorando bastante.
–La regeneración de la Justicia, ¿atañe a toda la sociedad?
–Sí, entre otras cosas porque los jueces estamos muy limitados por nuestro estatuto orgánico. El ciudadano debe comprender que es aberrante que los políticos puedan decidir la composición de órganos jurisdiccionales o interferir en la vida profesional de un juez.
–«Nuestra Justicia es un monstruo», dice en el libro...
–El poder es como un medicamento que puede usarse para curar o para matar. Los jueces tenemos un poder inmenso que debemos utilizar con prudencia y que no se puede bastardear por los políticos. Es una metáfora para ver la ambivalencia de un poder en sí mismo que puede utilizarse para construir o destruir un país.
–¿Es igual la Justicia para todos?
–Hay que intentarlo y compensar las deficiencias que puedan sufrir las personas más débiles a la hora de obtener una resolución justa.

El lector

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