Joan Pera: «Cuando le doblo imito el movimiento de sus manos»
Ha puesto voz, en español y catalán, a más de 30 de las cerca de 50 películas de Woody Allen.
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Ha puesto voz, en español y catalán, a más de 30 de las cerca de 50 películas de Woody Allen.
Entrecortada, aflautada, neurótica... ¿Quién no reconoce entre cien –qué digo cien, ¡mil!– la voz de Woody Allen...? Es decir, la voz de Joan Pera. Bueno, ya saben, la voz de Pera haciendo de Allen... o de Allen en pantalla hablando como Pera... En fin, ya me entienden...
–¿Cómo empezó a doblarle?
–Cuando murió el anterior doblador, Miguel Ángel Valdivieso, tuvieron que buscar a alguien para sustituirlo. Hay que decir que Woody no quería que nadie doblara sus películas. Fueron los italianos los primeros en convencerle. Pero su condición era que él mismo controlara el doblaje y, de hecho, es el único que lo hace en todo el mundo. También él me eligió a mí directamente después de las pruebas. ¿Por qué a mí?, pregunté cuando me cogieron. Y me dijeron: «No sabemos por qué, pero se reía con tu doblaje».
–¿Desde fuera resulta complicado ponerle voz?
–Hay cierta dificultad porque no es un actor al uso. Ha creado un personaje universal con una manera de hablar entrecortada, más aún cuando se pone nervioso. A veces corta a mitad de la frase y enlaza con la mitad de la siguiente y eso es difícil. Yo nunca me he guiado por su voz, no quería imitar el estilo gangoso americano, sino la actitud de ese pobre hombre inteligente al que le pasa de todo. Muchas veces necesito imitar el movimiento de sus manos mientras le doblo.
–¿Está satisfecho Allen con su trabajo?
–Normalmente vienen responsables a controlar el doblaje y muchas veces le mandan por la noche lo que hemos hecho por el día. A veces hay complicaciones, como cuando habla en «yiddish» y no sabemos qué quiere decir. En «Otra mujer» me devolvió algunos trozos de película porque decía que ahí no quería resultar gracioso. Pero un día me dijo como halago: «Tú me haces más héroe de lo que soy en realidad». Yo sigo su actitud. No soy un doblador al uso.
–¿Cuál es su filme favorito del neoyorquino?
–He hecho unas 30 de las 50 películas que tendrá, tanto en castellano como en catalán. Todas tienen algo interesante y de cualquiera se puede sacar algo. «La última noche de Boris Grushenko» no me gustó nada la primera vez que la vi, pero al doblarla al catalán pensé que era realmente una gran película. Me gusta también «Días de radio», donde sólo hace de narrador, «Delitos y faltas», «Desmontando a Harry», «Poderosa Afrodita»...
–¿Comparte características de la personalidad de Allen?
–Me siento identificado con ese personaje universal que ha creado. Físicamente somos parecidos, yo también soy bajito con gafas. Y mi tipo de humor es semejante. Siempre digo que la próxima vez que le vea le preguntaré si no tendrá por casualidad parientes en Barcelona.
–Quizás más que parecido innato se le haya ido pegando algo de él...
–Es que mi vida ya era y es un poco «woodyallanesca». No soy un gran galán, soy muy normal, un tipo de la calle al que le pasan esas cosas. Pero sí que es cierto que en el teatro, cuando estoy actuando, hay cosas, gestos, que se me «van» a Woody.
–Hasta tiene un perro con su nombre.
–No quiero que se entere, es un secreto (risas). Tengo seis hijos biológicos y ellos pensaron llamarle Woody. Es un golden y se porta muy bien. Eso sí, no tiene gafas.
–¿Un deseo para su cumpleaños, el de Allen?
–Que siga haciendo películas. Me interesa. Y le diré lo que él le dijo a Groucho Marx en una nota para su 80 cumpleaños: «Felicidades, no puedo ir, pero espero que tú vengas a mi 80 cumpleaños».