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Joaquín Pascual, buscando problemas

larazon

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El ex de Surfin’ Bichos y Mercromina publica «Una nueva psicodelia», su tercer trabajo en solitario, que plasma su personal mundo interior.
Si ayer mismo, en estas páginas, Xavi Sánchez Pons entrevistaba a Fernando Alfaro por su actuación en Madrid, la casualidad ha querido que hoy hable Joaquín Pascual, la otra mitad de Surfin’ Bichos, grupo seminal del pop independiente español. Pascual lanzaba ayer su tercer trabajo en solitario, «Una nueva psicodelia», en el que da muestras de que sigue siendo una de las voces más originales del panorama nacional, un artista con argumentos propios que, igual que Alfaro, ha ido desarrollando con mayor esplendor a raíz de su carrera individual. «Tengo la ilusión intacta a pesar de que van ya 35 años. He conseguido pasar un poco por encima de todo. Viví momentos de todo tipo, pero me sigue apasionando crear mis mundos y plasmarlos, pensar las letras y cantarlas. Cada vez lo noto como algo más real y más cercano y casi hasta lo puedo manejar con cierta soltura», dice Pascual, un artista convertido ya en un género en sí mismo.
«Este disco está hecho sin estudio, en casa durante un año y medio. Yo solo, con la ayuda de mi hija Ángela», explica. «Habla de la forma que tiene cada uno de ver el mundo y cómo cualquier situación puede ser mágica, convertirse en lo que no es. Es la historia de un personaje que se da cuenta de que su propia visión del mundo es un motor para él. Lo he llenado de imágenes personales», cuenta Pascual. Como en «Da miedo entrar en tu habitación», un tema que cuenta «un mundo ficticio interior con una dimensión creada por el misterio».
Pascual no puede escribir con demasiada paz. «Cuando todo está tranquilo, es complicado. Y así es como yo me encontraba al empezar el disco, por lo que tuve que buscar en qué aspectos seguía en deuda conmigo mismo, o enfrentarme a algún demonio interior pendiente, porque, si no, no arranco. Tengo que sentir un conflicto o generarlo. Así fue como di con este mundo visionario y esa sensación de estar enfrentándote a la elección de tu camino en la vida. Inventé el problema porque lo necesitaba».
Espacial y viejuno
Lo que tiene claro Pascual es que «hacer un disco es buscarte problemas. Cuando oigo esos álbumes en los que cada canción trata de una cosa diferente, no los entiendo. Para mí todos los discos tienen un alma máter y me resulta inconcebible cómo se hacen temas sueltos de esa manera. En mi caso, hay algo que me tiene que orientar y que las canciones progresen en esa dinámica de búsqueda. Aunque después parezca que se salen del rumbo. Necesito una coherencia previa y saber que voy hacia algún sitio. De otra manera no me estimula», apunta.
En este caso, el estímulo también ha sido formal: la presencia de sintetizadores domina el resultado. «Tenía sentido que la música fuera etérea, porque las canciones surgen todas como de una visión reveladora, de un enfoque interior». Así que compró una antigua caja de ritmos que le ha dado una apariencia de «ritmos viejunos», como define el sonido Fernando Alfaro en la hoja de promoción. También a veces suena a una especie de western espacial, como a dos cosmonautas a punto de batirse en duelo por las llanuras polvorientas de Marte. Pero sobre la capa robótica de los sintetizadores antiguos hay estribillos socarrones como «Alguien tiene que hacer algo». Pascual se parece más a un astronauta, metido en la escafandra de sus propios textos, hablando solo en una estación espacial. «La grabación final la hicimos en el estudio de Paco Loco, y cuando estábamos trabajando, se giró y me dijo: ‘‘Te voy a decir a qué se parece este disco’’. Yo me quedé unos segundos temblando porque es ese momento en el que estás lleno de dudas y porque ves venir a Paco cargado de sinceridad. Y me dijo: ‘‘Se parece a ti. Cada vez tu música es más como tú’’. Es posible». Hasta que sean indistinguibles.