José Luis Gil: «Se seduce con el talento, no con la fachada»
Después de una gira por España, llega al teatro Reina Victoria de Madrid con «Cyrano de Bergerac», dirigido por Alberto Castrillo-Ferrer.
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Después de una gira por España, llega al teatro Reina Victoria de Madrid con «Cyrano de Bergerac», dirigido por Alberto Castrillo-Ferrer.
Su sólida carrera como actor y su participación en series televisivas hacen de José Luis Gil un rostro conocido. Ahora anda embarcado en un proyecto puesto en marcha por él mismo, «Cyrano de Bergerac», el clásico francés de Edmond Rostand, dirigido por Alberto Castrillo-Ferrer, que representa en el teatro Reina Victoria de Madrid hasta el 28 de junio, tras un año de gira por toda España. «Es un proyecto buscado, muy querido y trabajado, aunque no sea fácil hacer una versión como la nuestra con siete actores y bebiendo de los orígenes», comenta.
–¿Un clásico entre los clásicos?
–Sin duda alguna, aunque se escribiera cerca del siglo XX, porque los clásicos lo son independientemente de cuándo estén escritos. Cyrano es atemporal y, como todos los clásicos, no pierde vigencia.
–¿Qué tiene de especial?
–Ese punto del gran teatro, del juego teatral, de las grandes historias tan reconocibles y humanas que nos envuelven y personajes maravillosos en los que podemos ver la sensibilidad, el error, el amor, el abuso del poder....
–Una pieza muy teatral.
–Todo el teatro está en Cyrano: tragedia, bufonerías, drama romántico, aventura, pasión, tensión, belleza, amor, desamor... incluso mucha comedia, lo que no le quita profundidad alguna, solo lo envuelve en un celofán más amable. Te embauca desde el principio y hasta dos días después de verla.
–Para usted no es un texto cualquiera.
–Desde pequeño me atrajo el personaje, cuando estudiaba arte dramático lo utilizábamos como ejercicio actoral en verso, me atraía su parte irónica. Lo leí y me enamoró. Desde entonces me ha acompañado siempre.
–¿El motor de su vida es el amor?
–Creo que sí. Su defecto físico lo llevó a una profundidad humana y a cultivar otras cosas, como el amor, la música, la escritura... y el ingenio para enamorar.
–¿Qué importa más para seducir, el verbo o la fachada?
–Ahora está muy de moda el cultivo de la imagen, pero cuando uno tiene las cualidades de Cyrano y lo tratas, al poco tiempo ya no sabes si es feo o no, porque su atractivo está en otra cosa, seduce con el talento.
–Pero él se limita por su complejo.
–Le cuesta aceptarse y esto lo lleva a autocensurarse en el amor y a vivir un calvario personal que lo hace muy grande por dentro, le da humanidad, honestidad, lealtad y una integridad total.
–¿Usa la arrogancia y la palabra como defensa?
–Sí, porque el miedo a que se burlen de él lo desarma, así que se defiende con la ironía, con la locuacidad y su verso brillante, juega con la torpeza del tercero que no sabe expresarse para suplantarlo en la penumbra y desde ahí es más atrevido. Con ingenio y talento cubre su alma.
–Se enfrenta a todo y a todos.
–Es una persona tremendamente inteligente. Con respecto al mundo no tiene tanto problema, le da igual su aspecto y da un ejemplo de cómo burlarse de un defecto físico, pero lo hace él, no consiente que lo haga nadie más porque no ve a nadie con suficiente talento como para decirle algo ingenioso.
–¿Cómo se explica que ayude a su «rival»?
–Decide vivir su amor por Rosana a través de él, que es torpe con la palabra, esto lo mantendrá cerca de ella y le posibilita decirle que la ama, aunque sea a través de otro, a expresarle sus sentimientos.
–¿Se preocupa más de su mundo interior que de la gente?
–Evidentemente, y esto lo lleva también a ser un gran escritor. Cyrano no es la historia de una frustración, sino la de una vida plena. No sufre en vano, su amor lo mantiene vivo.
–¿Qué tiene de especial su verso?
–Es muy acertado, utiliza la palabra exacta, justa. Nosotros hemos vuelto a la cuna, a los escritos de Rostand, a las primeras versiones, hemos querido partir de la esencia.
–¿Es un ejemplo de hombre íntegro?
–Sí, y transmite muchos valores. Es sincero, cabal, leal, fiel... defiende la verdad. Esto hace que la obra sea necesaria siempre, estamos necesitados de textos donde el público reconozca esos valores, por eso debería representarse continuamente como referente de nuevas generaciones.
–¿Es el Quijote francés?
–Sin duda. Incluso Rostand hace referencia a él en la obra y se declara admirador acérrimo del personaje. Creo que es un maravilloso homenaje que hace a Cervantes, convierte a Cyrano en un «quijote» en el último momento, peleándose con sus molinos de viento, que no es otra cosa que el transcurrir de su vida.
–¿En qué momento le llega como actor?
–En el justo, pues después hubiese sido demasiado tarde y no me habría embarcado. Y antes no se dieron las circunstancias mínimas favorables. Yo no he vivido en un escenario nada se