Juan Casamayor: «Hemos podido vivir del cuento y crecer»
La Feria del Libro de Guadalajara (FIL) le premia por su trayectoria y su dedicación al género, «que ha impulsado con tenacidad y paciencia».
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La Feria del Libro de Guadalajara (FIL) le premia por su trayectoria y su dedicación al género, «que ha impulsado con tenacidad y paciencia».
Una llamada. Y otra. Y una tercera. Y un teléfono que no para de sonar. Juan Casamayor no deja de agradecer las felicitaciones que le llueven. «Eso es que quizá se lo merezca», le decimos, y él deja que la risa se le escape. Nacido en Madrid en 1968 ha sido capaz de hacer frente al huracán de la crisis y salir victorioso. Junto a Encarnación Molina puso en marcha la editorial Páginas de Espuma en 1999. La Feria del Libro de Guadalajara (FIL), que tiene en su trigésimo primera edición a Madrid como invitada de honor, le rinde homenaje y le ha distinguido con un merecido premio «por su militancia, empeño y especialización en torno al cuento, un género que ha impulsado con tenacidad y paciencia». Desde el sello independiente que capitanea ha construido un catálogo donde conviven algunos de los más importantes cuentistas contemporáneos junto a clásicos de la literatura.
–¿Está exultante, señor Casamayor?
–Son un montón de sensaciones las que estoy experimentado, aunque quizá podría resumirlas con esa palabra. Tengo sentimientos y emociones contrapuestos y un cosquilleo nervioso por mi responsabilidad como editor. Este premio sirve para que te puedan ver de una manera distinta y también para dar visibilidad a la editorial y al catálogo de autores.
–¿Pensó que alguna vez le darían este premio?
–Nunca. Sí que he soñado con que los autores del sello pudieran conseguir alguno. No se puede trabajar pensando en los premios y menos con una editorial de nuestro tamaño.
–¿Se puede vivir, como hacen ustedes, del cuento?
–Llevo casi veinte años como editor. La crisis ha hecho mella en todos y ha dejado a la población con menos recursos. No puedo soslayar que soy español y que en 2012 temblamos. Fue un año durísimo. Ahora estamos inmersos en cambios de paradigma, nosotros, los medios, todos. Se ha perdido el ritmo de comunicación lento que requiere el género del cuento y todo eso hace que nuestro trabajo sea aún más complicado. Dedicarnos exclusivamente al cuento fue una oportunidad que estaba ahí, un camino que decidimos tomar. Y eso ha hecho que podamos vivir del cuento e incluso hacer que la editorial haya crecido.
–¿Existe un perfil del lector cuentista?
–No es del gusto predilecto del público en general. Pierde la batalla frente a la primera opción de lectura que es la novela, pero claro, por supuesto que tiene sus lectores. Y yo los he visto crecer, que me resulta una satisfacción. Hay una gran y buena oferta, con autores que se abren camino dentro de la creación.
–Deme un par de nombres.
–Pienso en dos, los de Lucía Berlin y Samanta Schweblin, cuya obra lleva ya doce ediciones. Las mujeres arrasan.
–Por tanto, no es mal momento para el cuento...
–Vivimos un buen tiempo creativo. En los sesenta surgió una magnífica generación de cuentistas tanto en España como en Latinoamérica. Además, existe una buena conexión entre el relato y las nuevas tecnologías que ha hecho posible que pueda existir un florecimiento. A ello se une la proliferación de talleres y escuelas.
–¿Qué le parece el fenómeno veraniego-virtual en que se ha convertido Manuel Bartual?
–Creo que tiene que ver con la comunicación y con un movimiento de lectores alrededor de un fenómeno que va creciendo y que resulta bastante llamativos.No hay mejor juez que el tiempo, es como una lápida. No tiene compasión. Hay literatura para quedarse y otra para consumo.
–Usted ha visto nacer y crecer a autores que después se han convertido en fenómenos literarios. No sé si se siente su padre adoptivo...
–Páginas de Espuma tiene iniciativa. Hemos vistos cómo se hacían escritores como Iwasaki o Newman y a los que llevamos ya publicando diez años o más. Editar un primer libro de un autor al año es una experiencia maravillosa y nosotros hacemos esa apuesta. Sobre todo de escritoras.
–¿Qué ha significado para Páginas de Espuma una autora como Ana María Shua?
–Es mi madre argentina. Cuando la editorial tenía un año apostó por nosotros y hemos conseguido que sea conocido fuera de Argentina por un género como el microrrelato, se ha convertido en un auténtico referente en el mundo español. es una amiga inmensa a la que puedo llamar en cualquier circunstancia porque sé que siempre está ahí.
–Explíqueme de dónde viene el nombre de la editorial.
– Tiene que ver con Encarna, mi pareja. A mí me entusiasmó el nombre de Lengua de Trapo para una editorial, me parecía redondo, y cuando tuvimos que elegir buscamos y lo hallamos en un verso de García Montero. Esa es la historia. Hay nombres como Periférica, Libros del asteroide, Minúscula..., son bárbaros, sencillamente geniales.
–Tanto trabajo, tanto esfuerzo, tantos años... ¿Nunca ha pensado en tirar la toalla?
–Jamás he sentido ganas. Soy nieto e hijo de médicos. Ahí sí es necesario tener vocación. En mi profesión un día puedes estar más «vocativo» que otro. Yo tengo formación germánica y eso me ha ayudado. En 2012, por ejemplo, tuvimos muchísimas devoluciones y ni siquiera en ese momento se me pasó por la cabeza abandonar. Aunque hayamos optado por buscar otros caminos, siempre hemos estado ahí.
–¿Hay que ser de una pasta especial para dedicarse a la edición?
–No hay que sublimar una profesión como la nuestra. Lo que hay que ser es perseverante, duro y flexible al mismo tiempo, y ponerse en el lugar del autor, en su pellejo. Somos una macedonia de distintas formas de ser.