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Kusturica: el triste fin del aquelarre

El director de «Underground» regresa a Venecia con «On the Milky Road», una cinta que evidencia su declive, mientras que el filipino Lav Diaz convence con la larga pero conmovedora «The Woman Who Left».
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El director de «Underground» regresa a Venecia con «On the Milky Road», una cinta que evidencia su declive, mientras que el filipino Lav Diaz convence con la larga pero conmovedora «The Woman Who Left».
«Si Jonathan Franzen emplea nueve años en escribir “Libertad”, ¿por qué no puedo tardar tres años y medio en escribir un guion?», protestaba ayer el serbio Emir Kusturica. Casi una década separa «On the Milky Road», que cerró la sección oficial de la Mostra veneciana, de su último largo de ficción, «Prométeme», y todos nos preguntábamos, visto lo visto, si la espera había valido la pena. Partiendo del corto que realizó para el filme colectivo «Words with Gods», el director de «Underground» pone particular empeño en que su sello se note desde la primera imagen, pero la calidez, la verdad y la vitalidad apasionada que le caracterizaban brillan por su ausencia.
Lejos quedan los tiempos en que sus caóticos, barrocos aquelarres gitanos, sazonados con una leve pizca de realismo mágico, fueran comparados con Fellini. El tumultuoso arranque de «On the Milky Road» se parece más a «Mortadelo y Filemón» que a «Roma». Contribuye al descalabro que el mismo Kusturica, más bien inexpresivo, sea el objeto de deseo de lo que califica de «versión masculina de “Jules y Jim”», con Monica Bellucci como Madre Tierra y Sloboda Mikalovic como Reina de la Fiesta. «El conflicto empieza cuando la guerra acaba», trauma común, según Kusturica, a muchas personas que sobreviven a una contienda. Con todo, la película, que por supuesto quiere firmar un acuerdo de paz con la guerra de los Balcanes, es una celebración del amor verdadero. El problema es que lo que antes era energía y desmesura, ahora es un patético intento de recuperar un talento en declive.
Para compensar, el filipino Lav Diaz aterrizó a concurso con las casi cuatro horas de «The Woman Who Left», conmovedor retrato de supervivencia de un espíritu bondadoso en un mundo violento. El método de Diaz no ha cambiado desde su anterior largo, «A Lullaby to the Sorrowful Mystery», –blanco y negro, planos generales y fijos–, aunque la implicación emocional que genera, lejos del distanciamiento, es extraordinaria.

Tolstoi a la filipina

Inspirándose en un cuento de Tolstoi, la historia de Horacia (excelente Charo Santos), maestra de escuela que sale de la cárcel después de 30 años de injusta condena, se sitúa en un periodo especialmente violento para Filipinas: en 1997, cuando Hong Kong deja de ser independiente y los secuestros entre la comunidad chino-filipina se triplican. Con ese telón de fondo, y una mirada compasiva pero nada sentimental hacia los más desfavorecidos, Diaz sigue el viaje de regreso al mundo de Horacia, que, por un lado, se reencuentra con lo que queda de su familia y por otro, pretende vengarse de los que le han destrozado la vida.
El arriesgado uso del tiempo de Diaz hace que los acontecimientos se desplieguen como en otra dimensión, siguiendo una lógica propias. No importa que, en algunas escenas nocturnas, no veamos la cara de los actores. Son borrones que van tomando cuerpo a medida que la película se afianza, y es gracias a ese trabajo con la duración que un acto de bondad cristaliza, por ejemplo, en una escena preciosa, en la que cantar a «capella» el «Somewhere» de «West Side Story» supone la antesala a un hermoso sacrificio por amor. Lo demás es oscuro, triste, lánguido, terrible.