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Castigados sin Nobel (de Literatura)

Después de meses de controversia por motivos muy alejados de la erudición, como son los abusos sexuales y la filtración de ganadores, la Academia Sueca ha decidido aplazar hasta 2019 el nombre del premiado de este año
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Después de meses de controversia por motivos muy alejados de la erudición, como son los abusos sexuales y la filtración de ganadores, la Academia Sueca ha decidido aplazar hasta 2019 el nombre del premiado de este año.
Y el sucesor de Kazuo Ishiguro como Nobel de Literatura será... Nadie. Al menos hasta que termine este 2018. No se preocupen si son de aquellos pocos elegidos que se encuentran entre los candidatos, o si tienen esperanzas de entrar en el último momento en la selecta lista, porque el galardón no quedará en blanco. Se dará. Solo habrá que esperar hasta 2019 para conocer al ganador o ganadora –conjuntamente con el de ese año– de un premio que ha decidido auto mandarse al rincón de pensar hasta que pase el chaparrón y vuelvan tiempos mejores.
«Se ha llegado a esta decisión porque la Academia está actualmente mermada y afronta una pérdida de confianza del público», anunciaba ayer la institución mediante un comunicado firmado por Anders Olsson –secretario permanente interino–. «Se tomó a la luz de una Academia numéricamente debilitada y con una confianza reducida en el resto del mundo –proseguía–. El trabajo de los premios ha recorrido un largo camino y continúa durante el año como antes, pero es necesario que la Academia tenga tiempo para recuperar toda su fuerza, atraer a un mayor número de miembros activos y restaurar la confianza en sus actividades antes de que se elija el próximo ganador del premio literario».
Se confirmaba así lo que ya era más que un simple rumor: no tendremos veredicto hasta nuevo aviso. Si alguien tenía dudas de en qué punto se encontraba la crisis desatada en noviembre tras la denuncia de 18 mujeres por abusos y vejaciones sexuales contra el artista Jean-Claude Arnault –vinculado a la Academia a través de su club literario y esposo de una de sus miembros, Katarina Frostenson– y el escándalo de las filtraciones –los nombres de algunos ganadores se habrían deslizado dentro de un asunto relacionado con las apuestas–, ya tiene su respuesta: la Academia se encuentra en un punto crítico al que nunca había llegado por motivos propios. Solo las dos guerras mundiales y las dudas por dar con un «candidato adecuado» habían cancelado o pospuesto la decisión (1915, 1919, 1925, 1926, 1927, 1936 y 1949). Ahora resulta que son ellos el jurado «no adecuado».
Un grupo que se ha visto reducido de 18 miembros a solo diez tras las renuncias en el último mes. Tres miembros de la junta de la Academia se marcharon debido a la «insatisfacción por la forma en que se llevó a cabo la investigación de las denuncias»; el director de la Academia y Frostenson también dimitieron; más un sexto miembro la semana pasada. «Creo que ha sido una decisión necesaria, principalmente, en lo que respecta a la legitimidad del premio», señalaba el renunciante Peter Englund.
Conscientes de la crisis
Con ello, la propia institución, donde la presencia femenina es muy reducida, reconoce su culpa con que el Nobel de Literatura debe ser entregado anualmente, pero a su vez han recordado que «una de las circunstancias que puede justificar una excepción es una situación tan grave que lleve a que la institución no sea percibida como creíble».
Por su parte, la Fundación Nobel, responsable máxima de los premios –la polémica solo salpica a su apartado de Literatura y no afectará a los otros cinco galardones–, aprobaba la medida tomada a la espera de que la Academia Sueca ponga «todos sus esfuerzos» en restablecer su determinación como institución y que informe de las acciones concretas que emprenda a partir de ahora. Como también espera que todos los miembros se den cuenta de que «los esfuerzos de reforma de la estructura deben caracterizarse por una mayor apertura hacia el mundo exterior».
Y precisamente a eso es a lo que parece hacer referencia el comunicado de ayer: «Los miembros de la Academia sueca son conscientes de que la actual crisis de confianza impone grandes exigencias a un trabajo a largo plazo y sólido para el cambio. Consideramos necesario dedicar tiempo para recuperar la confianza (...) Es necesario que la Academia tenga tiempo para recuperar su fuerza plena, involucrar a una cantidad mayor de miembros activos y restaurar la confianza en ella antes de elegir un nuevo galardonado. Éste es un respeto tanto para los ganadores del premio literario actual como para el futuro, la Fundación Nobel y el resto del mundo».
Tal ha sido el revuelo que hasta el rey Carlos XVI Gustavo se ha visto obligado a dar la cara durante estas semanas. La última, ayer mismo, para elogiar el nuevo paso: «Muestra que la Academia ahora tiene la intención de centrarse en restaurar su reputación». Punto en el que también quiso hacer hincapié el primer ministro sueco, Stefan Lofven, recordando la importancia para los implicados de «trabajando incansablemente para recuperar la confianza».
Todo un asunto de Estado para Suecia en el que sus máximos responsables han tenido que asomarse para dar explicaciones sobre uno de los «orgullos nacionales». Si bien la transparencia ha sido uno de los puntos en los que la Academia –que durante años ha mirado para otro lado ante las sospechas de abusos sexuales– ha reconocido que necesita mejorar, sus normas también se verán modificadas, como anunció el mes pasado el rey y protector de la institución para permitir renuncias reales de sus miembros, por deseo propio o tras dos años sin participar activamente y la posibilidad de que sean reemplazados. Ya que hasta ahora los abandonos son simbólicos, ya que la pertenencia es de por vida.