La autopsia de Cristóbal Colón
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Más de cinco siglos después de su muerte su historía no es nítida al cien por cien: ¿de qué murió? ¿Cuál fue su verdadero aspecto? ¿Dónde está enterrado?.
A falta de una autopsia médica de Cristóbal Colón, hagamos una necropsia histórica cinco siglos después: ¿Cómo era físicamente el gran descubridor de América? ¿De qué murió? ¿Dónde yacen hoy sus despojos?... En la «Historia portuguesa», de Juan de Barros, hallamos así descrita su imponente figura: «Alto de cuerpo, el rostro largo y serio, nariz aguileña, ojos garzos, color blanco que tiraba a rojo encendido, barba y cabello rubio (cuando era mozo), pues pronto se le blanqueó, era gracioso y alegre, bien hablado, elocuente y glorioso en sus negocios; era grave en moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero, sobrio en comer, beber y vestir; su juramento era siempre: ‘‘Juro a San Fernando’’».
Colón era un hombre fuerte y aguerrido, que moriría con setenta años si nos atenemos a la opinión del eclesiástico e historiador Andrés Bernáldez, llamado el Cura de los Palacios, el cual trató al almirante en 1496 y escribe en alusión a su muerte, en el capítulo 131 de su Historia: «Cristóbal Colón, de maravillosa memoria, estando en Valladolid en 1505, en mayo, murió in senectute bona, inventor de las Indias, a la edad de setenta años más o menos».
Arrostrar peligros
De la misma opinión era el doctor Fernando Calatraveño al advertir: «Tal vez sorprenda a los profanos ver cómo alcanzó edad tan avanzada un hombre que la mayor parte de su vida estuvo dedicado a estudios dificilísimos, teniendo que vencer tremendas dificultades y arrostrar grandes peligros».
La longevidad de Colón, en efecto, no habían de sentirla los médicos, conscientes por su propia experiencia de que las vidas en exceso placenteras o consumidas en constantes sufrimientos eran más bien breves, mientras que solían prolongarse mucho las de aquellas personas que alternaban la alegría con la tristeza, las grandes tormentas de la desgracia con la serena calma de los triunfos.
Colón estuvo sujeto durante toda su existencia a esta serie de fuertes contrastes: pobre y mendicante en La Rábida, agasajado por los reyes, condenado a muerte por sus impacientes tripulantes, sufridor de la alegría inmensa de divisar antes que nadie la codiciada tierra, aclamado a su regreso con delirante frenesí por monarcas, grandes y pueblo, preso más tarde y cargado de grilletes, él, que reunió a su alrededor cuantos honores y distinciones jamás pudo soñar mente humana...
Presentado el personaje, veamos qué enfermedad tumbó para siempre al filisteo. Recurrimos para ello al doctor Luis Comenge, quien nos dice: «Parece ser que las oftalmías [conjuntivitis] molestaron a Colón con frecuencia, y que fuera de este padecimiento y recios dolores sufridos en las articulaciones, su salud fue excelente».
Comenge censura la vida errante de nuestro protagonista, la cual le imposibilitaba guardar las reglas higiénicas más elementales; así como su pobreza antes de encontrar protección en los monarcas españoles; además de sus cuatro viajes a América, expuesto durante largas travesías a las emanaciones perniciosas del bajel y a la atmósfera húmeda del mar.
Todo ello, «debió traerle –diagnostica el galeno– el reumatismo poliarticular crónico, si es que el germen no anidaba ya desde tiempo en su cuerpo, que es, en nuestra modesta manera de pensar, la enfermedad que padecía y cuyas complicaciones cardíacas, consecutivas casi siempre a este género de padecimientos, determinaron su muerte».
Comenge se escuda en compañeros suyos que describieron los síntomas de la dolencia de Colón, sumido, como ya sabemos, en un fuerte reumatismo que en la última etapa de su enfermedad «hizo que se le hinchara extraordinariamente todo el cuerpo, y en especial del pecho hacia abajo». Esa hinchazón se plasmaba en la ascitis y edemas propios de una lesión cardíaca. Su vida se apagó así, según se acepta hoy, el 20 de mayo de 1506, y no un año antes, como mantenía el Cura de los Palacios.
En pleno siglo XXI, el equipo del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada garantizó la autenticidad de los restos de Colón que reposan hoy en la Catedral de Sevilla.
Practicadas las pruebas de ADN a los huesos del almirante sepultados en la catedral andaluza y a los del hermano menor del navegante, Diego Colón, enterrado en el Museo Pickman de la Fábrica de Cerámica de la Cartuja de Sevilla, se concluyó que «hay una coincidencia absoluta entre el ADN mitocondrial de ambos, que se trasmite de madre a hijo».
El enigma de los restos de Colón se resolvió en el quinto centenario de su fallecimiento, en señal de que la verdad sale más tarde que pronto a relucir en este caso.
¿Cuándo y dónde nació?
Así como la fecha de la muerte de Colón es hoy generalmente aceptada por historiadores y estudiosos de su figura, la de su nacimiento aparece todavía difuminada. Si nos atenemos a la opinión de no pocos autores, entre quienes se incluyen su contemporáneo el llamado Cura de los Palacios o más tarde el doctor Calatraveño, el gran descubridor habría venido al mundo alrededor del año 1436; es decir, que a su muerte, acaecida en 1506, nuestro protagonista contaría con setenta años cumplidos, culminando así una existencia longeva. Hay, sin embargo, quienes establecen su natalicio veinte años después, en 1456, e incluso en 1446 y 1451; de modo que, según los primeros, Colón falleció a la edad de cincuenta años más o menos. Existen también discrepancias sobre el lugar concreto de su nacimiento, siendo hoy la más extendida que lo hizo en la localidad de Savona, en la República de Génova.