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La Casa Encendida, un centro al que le sobra arte

El espacio, que dirigió desde su inauguración y hasta 2014 José Guirao y que cumple 15 años, cuenta hoy en el timón con Lucía Casani, curtida en mil batallas artísticas y conocedora de todos los entresijos de este enclave multidisciplinar
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El espacio, que dirigió desde su inauguración y hasta 2014 José Guirao y que cumple 15 años, cuenta hoy en el timón con Lucía Casani, curtida en mil batallas artísticas y conocedora de todos los entresijos de este enclave multidisciplinar.
El pasado, el presente efímero y el futuro que tocamos con las yemas de los dedos. Quién podía imaginar que uno de los mayúsculos poemarios de nuestra reciente literatura, escrito por Luis Rosales, daría nombre a uno de los centros de cultura más particulares que se han visto en los últimos años. La Casa Encendida Fundación Montemadrid nació con la vocación de ser y perpetuarse. Ya van quince años de vida. Y siguiendo. Al poeta granadino seguro que le gustaría ver a través de un agujerito cómo su libro de versos se ha convertido en un centro que cobija la cultura en todas sus manifestaciones. Hace hoy exactamente quince años que la puerta de esta vivienda única se abrió de par en par. Ni siquiera desde el principio se empujó la puerta tímidamente. Para nada. José Guirao, que ya estuvo en labores de mando y dirección en el Museo Reina Sofía (de 1994 a 2001), llegaba con paso firme para ponerse al frente de este centro. Así lo hizo desde 2002 y hasta 2014, cuando cedió el testigo a una de sus alumnas más aventajadas, Lucía Casani (que ocupaba la dirección de cultura en el centro), una joven que estuvo en el equipo fundacional con él y que vivió los nerviosos comienzos de un experimento que hoy está plenamente consolidado.
El maestro Guirao
Acababa esta mujer de voz dulce de salir de la facultad y Guirao, con buen olfato, la reclutó entre sus elegidos. Lo suyo era la cultura y ahí es donde empezó a trabajar. Con poca experiencia pero con unas ganas y un ímpetu capaces de suplir cualquier carencia, no pudo negarse y aprendió desde abajo: «Sabía que era una apuesta bastante arriesgada. El equipo estaba formado por gente súperjoven. Yo tenía entonces 25 años. Había trabajado en arte y publicidad y este era el primer empleo serio», recuerda. Ese espíritu fue el que la atrapó para embarcarse en un viaje que define como «apasionante». Y es ese espíritu de los primeros momentos y que se ha ido transmitiendo a lo largo de estos quince años es el que ella, como discípula fiel, ha mantenido contra viento y marea: «Tenía que continuarlo y es lo que hemos hecho. Trabajamos con lo contemporáneo y lo presente para tratar de entender el mundo y mejorarlo. Estamos atentos a todo lo que sucede». ¿Le sigue pidiendo consejo a José Guirao: «Continúa siendo mi jefe. Le pido consejo y lo que me dice siempre lo tengo muy en cuenta», desvela. El espacio es eso, una casa abierta a todos, accesible «en la que la gente se debe sentir lo más cómoda posible. Una mezcla entre un centro de barrio a cuya cafetería se puede acceder, pero también a su biblioteca o su auditorio. Que quien quiera pasar se encuentre con una buena exposición o con una charla interesante, con una programación de vanguardia que no tiene que envidiar a la que se pueda encontrar en un museo. Y esta mezcla es lo que nos mueve», añade Casani. Le preguntamos por esas tres palabras que repite como un mantra Manuel Borja-Villel: «Trabajar en red»: ¿Lo ponen en práctica? «Claro que sí. Contamos con cuatro áreas de actuación: solidaridad, medioambiente, cultura y educación. Siempre vamos a tener a alguien que le interese alguna de estas parcelas. Queremos abrir un mundo nuevo y conseguir que el público sea fiel», explica. Está claro que viendo las cifras de estos 15 años de andadura el espectador ha vuelto una y otra vez y se han sumado jóvenes y los que no lo son tanto, familias y gente del barrio..., así hasta 10 millones de visitantes desde su apertura en 2002, 25.000 actividades y 11.000 cursos y talleres, cifras que resultan mareantes. Lo que está claro es que todos caben en La Casa Encendida Fundación Montemadrid.
La crisis, como a cualquier centro, les pilló de lleno: «Los primeros momentos siempre resultan dramáticos, pero después esas necesidades te hacen pensar a fondo. Poco a poco hemos ido afinando y nos ha ayudado a definirnos mejor. Yo creo que se va notando que lo peor ya ha pasado y que nuestra velocidad de crucero está ya más asentada» una idea que conecta con la de trabajar en equipo, que me parece fundamental. Tiempo atrás cada uno iba a lo suyo, a ver quién era el mejor. Las cosas hoy han cambiado completamente esa actitud más individualista». Como tanta gente dentro del ámbito de la cultura, espera que una Ley de Mecenazgo llegue algún día, más pronto que tarde: «Se está produciendo un cambio en España con el tema del patrocinio. Hay que apostar por temas sociales y culturales, aunque no deja de ser un elemento nuevo que aún no está instalado en nuestra cultura. Sería estupendo que llegara una ley de Mecenazgo, ya que impulsaría muchísimo ayudas e inversiones», comenta Lucía Casani. ¿Cómo es la programación de La Casa Encendida? ¿ Es la que a ella le gustaría ver? Y deja escapar una sonrisa y dice que sí. «Siempre hemos trabajado así y en ese sentido. Cuando se creó el centro se pensó en ese espacio que faltaba en Madrid y que nos gustaría que existiera».
Madrid no duerme
Hoy, la capital está llena de espacios culturales, la oferta es amplísima. La famosa ardilla que podría recorrer España de norte a sur saltando de copa en copa de árbol podría pasarse ahora por Madrid e ir de espacio en museo y no tocar suelo: «Es impresionante lo que hay. Lo que se puede ver. A mí me encantaría atender a todo y tener tiempo para pasar por un sitio u otro, pero es imposible. No tenemos nada que envidiar a las grandes capitales de Europa porque esto está lleno de vida», comenta. Y es que Madrid es un hervidero. Por las salas de esta casa inmensa han pasado Warhol y Louise Bourgeois, Juan Muñoz y Tàpies y una exposición de retratos fotográficos del MoMA, y se han realizado retrospectivas de cineastas como Won Kar-wai o del ya desaparecido Abbas Kiarostami (atención a una de las que será el plato fuerte de 2018, con Gus Van Sant como protagonista). Los problemas políticos, sociales, medioambientales y económicos han dispuesto de un auditorio donde los principales nombres se han hecho oír dentro de este «centro de actividad, promoción y difusión de la cultura contemporánea» que es el espacio de la Ronda de Valencia de Madrid.
Se queja Casani de que el arte español fuera no tenga la visibilidad deseada: «Es una asignatura pendiente porque no se ve lo suficiente», lo mismo que las ayudas a los artistas que ya han empezado a labrarse una carrera, «pues a los que empiezan sí se les subvenciona, pero después de esos momentos es cuando viene la incertidumbre de verdad, cuando cuesta más, y es ahí donde hay que ayudar de verdad. Y no se está haciendo», declara. Cuando sale fuera de España le gusta olfatear lo que se cuece en los grandes centros de París y Tokyo o en la Tate Modern de Londres. Tampoco se olvida del Whitney de Nueva York. Y es asidua en Madrid del Reina Sofía y del CA2M. Si tuviera que programar una exposición que quisiera ver tiene dudas. «Me da miedo mojarme», asegura dejando escapar una media sonrisa, y apostilla: «Además, a veces es mejor mantener los sueños en silencio». Para que se cumplan.

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