«Lady Bird»: Volando voy
Dirección y guión: Greta Gerwig. Intérpretes: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts, Lucas Hedges. EE UU, 2017. Duración: 94 minutos. Comedia dramática.
«Cuando era joven, podía recordarlo todo, hubiera sucedido o no». ¿Habrá Greta Gerwig leído a Mark Twain? En esta «Lady Bird» que esconde su verdadero nombre bajo un seudónimo alado, a punto de volar del nido, podemos reconocer los rasgos autobiográficos de una actriz singularísima de la nueva generación, que trabaja con inteligencia el cuerpo descoyuntado y la réplica ingeniosa, y que parece haber imaginado un personaje que recoge parte de su memoria adolescente para reinventarla como contraplano a «Frances Ha». En su primer largo dirigido en solitario, Gerwig, que ha encontrado una cómplice perfecta en la actriz Saoirse Ronan, sigue los pasos de la perfecta película de iniciación «teen», como si conjurarlos con tanta fidelidad a la letra fuera un modo de transgredirlos. Aquí tenemos la crisis de identidad, manifestada en un mote que todos tienen que respetar para ser escuchados; la mejor amiga y las malas compañías; la vergüenza de clase (baja); el novio mono que a lo mejor sale rana; el novio intelectual que es cualquier cosa menos sensible; la fiesta de graduación; el gesto generoso y expansivo, que rima con el gesto egoísta e insolidario; y, sobre todo, el choque generacional con los padres. ¿Ese sacro respeto por los parámetros de ese paso a la edad adulta codificado por el cine y la literatura convierte a «Lady Bird» en un collar de tópicos? En absoluto, porque el secreto del filme está en la ejecución. Gerwig emprende ese trayecto con la insólita capacidad de cambiar de lo cómico a lo dramático en la misma secuencia, y corta por lo sano cuando el sentimentalismo amenaza con asomar el morro. Lo más conmovedor de «Lady Bird» en sus 94 minutos de metraje es el retrato implacable que hace de la relación madre e hija, apoyado en la excelente interpretación de Laurie Metcalf. En esa madre tensa y exigente, siempre preocupada por el dinero que le falta a la familia, obsesionada porque su hija se haga responsable y autónoma sin entender que la mochila que le coloca sobre sus hombros es demasiado pesada para permitirlo, Gerwig consigue conectar su película con la vida misma, a secas.
Lo mejor
Las escenas entre Ronan y Metcalf mezclan afecto y hostilidad de un modo de lo más creíble
Lo peor
A veces Gerwig queda atrapada en su ingenio, con diálogos propios de una «sitcom» intelectualizada