Lara, una vida dedicada a la comunicación
José Manuel Lara Bosch hizo llegar Planeta a más de veinticinco países y lo situó entre los grupos editoriales y de comunicación más importantes del mundo. Falleció ayer en Barcelona a los 68 años arropado por familiares y amigos
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El presidente de Planeta y Atresmedia situó sus empresas entre los grupos editoriales y de comunicación más importantes del mundo.
Editorial: El ejemplo de un gran editor. Artículos de: Francisco MARHUENDA, César VIDAL, Martín PRIETO, Pilar FERRER, Joaquín MARCO, Cristina LÓPEZ SCHLICHTING, Enrique LÓPEZ, José María MARCO, Ángela VALLVEY, Marta ROBLES, Gloria LOMANA, Darío VILLANUEVA, Víctor GARCÍA DE LA CONCHA, José Manuel BLECUA
Enero, día 31. Una tarde revuelta, con el cielo encapotado y las nubes a punto de descargar. En Barcelona, fallecía José Manuel Lara. Su salud se había deteriorado en los últimos días, pero jamás demostró cansancio. Quizá porque hasta el último momento quiso seguir los consejos de su padre, José Manuel Lara Hernández. Verdaderos tesoros. Cuando se le colocaba en la tesitura de tener que elegir solamente un par de consejos se quedaba con éstos: «Mi padre siempre me decía: ¡Con la de libros buenos que estábamos convencidos de que serían un éxito, ¿por qué te vas a complicar la vida editando libros que no crees que tengan salida?». José Manuel Lara Bosch decidió seguirlos a lo largo de su carrera, obedecer al padre, ese hombre sabio que nació en la localidad sevillana de El Pedroso y que jamás perdió el acento de su tierra. Jamás, siempre le fue fiel. A Lara Hernández, el patriarca, el hombre franco y directo, sin un átomo de cobardía, le venía a la cabeza su primer recuerdo de la infancia, cuando de muy niño, con tres años, le hicieron una foto junto a su hermano y al ver cómo aquel hombre se colocaba la tela oscura sobre la cabeza antes de disparar esas aparatosas cámaras de los años treinta salió corriendo y se escondió en el pajar. Su hijo José Manuel, por cuya casa siempre desfilaron escritores como Pío Baroja, llevaba en la sangre los genes del mundo editorial porque los había vivido casi desde la cuna. El olor a tinta y el tacto del papel han sido inseparables compañeros de viaje. Nació en Barcelona en 1946 y estudió en el colegio de las Damas Negras. Posteriormente le cambiarían a los Escolapios y por último al Liceo Francés. Andando los años, este hombre «con vocación de estudiante», que así se definía, se decidió por cursar una carrera universitaria, Ciencias Económicas en la Universidad de Barcelona, y por un máster en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (Esade).
¿Cómo recordaba José Manuel Lara Bosch aquellos comienzos familiares en el mundo editorial? «Mi padre vio un anuncio en un diario: la editorial Tartessos buscaba un comprador y él calculó que vendiendo el stock que les quedaba sacaba más dinero que lo que pedían. Le cambió el nombre por el de Lara, pero tuvo algún problema y al poco se la vendió a José Janés», declaraba. La compra a Félix Ros se realizó en 1944 por cien mil pesetas. Cinco años después, en 1949, crea la editorial Planeta, y en 1952, otra de las fechas capitales en la historia de la saga familiar, crea el premio del mismo nombre, que arrancó con la dotación económica más elevada para aquellos tiempos, 40.000 pesetas y que desde el mismo momento de su nacimiento se convirtió en un «boom», pues empezaron a llegar a la editorial textos de los mejores escritores en lengua española.El primero en recibir el galardón fue Juan José Mira con «En la noche no hay caminos». Ahí estaban ya la tinta, el papel y el libro que prendieron en José Manuel Lara Bosch. Era un ávido lector que podía llegar a empezar y acabar en un fin de semana cuatro volúmenes y, durante unas vacaciones, hasta treinta. Tenía la costumbre de «trocearlos», es decir, de dividirlos para manejarlos mejor. De joven, con el ímpetu y la fuerza que dan los pocos años, era él mismo quien con las manos se encargaba de hacer varias partes. Cuando no hace mucho tiempo le pidió un estilete a su secretaria para dividir un tomo, ésta le espetó un: «¿Pero qué hace?», completamente asombrada. Así le resultaba menos trabajoso, y si el libro merecía la pena, compraba un ejemplar para tenerlo en su biblioteca. En ese ambiente de libros y tinta impresa, el tercero de los cuatro hijos del matrimonio Hernández-Bosch estaba casi irremediablemente abocado andando el tiempo a formar parte del negocio que su padre había levantado. Es así como pone rumbo a Francia para trabajar en la librería Larousse, en 1963, año en que se vincula a Planeta. En 1973 conoció a su esposa, Consuelo García Píriz, en la entrega del premio Ateneo de Sevilla. Cinco meses después contrajeron matrimonio en Olivenza (Cáceres), pueblo de la novia. «Se le ve grande e importante y asusta por todo lo que tiene, y en cambio posee una sensibilidad tremenda», le definía su mujer.
José Manuel Lara puso en marcha el proceso de diversificación de la empresa, inicialmente centrada en el sector editorial, y en 2003, tras la muerte de su padre, fue nombrado presidente. La vinculación del grupo con Andalucía se reforzó en 1992 con la creación en Sevilla de la Fundación José Manuel Lara, destinada al fomento y desarrollo de la cultura en la comunidad y en el resto de España a través de proyectos editoriales, de investigación cultural y premios literarios para estimular la lectura y la creación. Hace unos años, Terenci Moix, amigo y uno de los autores de Planeta, le preguntaba esto a Lara Bosch: «¿Y qué hubiera dicho tu padre a finales de los sesenta si hubiera visto todo lo que se le venía encima, esas macroeditoriales que se han formado en los últimos años?». El editor respondió: «No se hubiera extrañado. Los editores como él nos inculcaron una cultura propia, pero sin saberlo, no lo ponían en internet, sino debajo de la almohada».Y acto seguido enumeró las líneas maestras paternas de las que tanto aprendió: decía Lara padre que en su casa no quería máquinas; que no había que confundir nunca su catálogo con la biblioteca personal; que había que pagar enormemente a gusto los derechos de autor y las comisiones a los vendedores; mitificar al creador, y apreciar a los medios de comunicación. «Mi padre supo adaptarse a las circunstancias y evolucionó con el mercado sin perder sus esencias. Cuando empezó en los 50 editaba solamente novelas de autores españoles. Después, amplió el negocio apostando por la venta directa a particulares. Pero el gran salto lo dio mediada la década de los 60, cuando vio que el futuro de los libros en castellano estaba en América Latina y apostó por ese mercado. El Grupo Planeta tiene un importante peso en Hispanoamérica. Editorial Planeta Ecuador inició su actividad como distribuidora de obras enciclopédicas en 1981 y más tarde empezó a comercializar obras en fascículos. En 2003 afianzó su presencia en el ámbito universitario con la división AULA, una de las principales editoriales del sector universitario.
Desde su creación en 1968, Editorial Planeta Chile es reconocida como la más importante de libros de ficción, no ficción y divulgación del país. y desde 1986 cuenta con una línea de ediciones propia. También a mediados de los sesenta, concretamente en 1966, se fundó la división del Grupo de Colombia, una empresa líder en publicaciones de interés general que ha realizado valiosas contribuciones a la cultura y al desarrollo de la industria del libro en el país. Planeta Venezuela se creó en 1966 y en 2005 lo hizo Planeta Perú, consolidada como la empresa líder del mercado editorial peruano. Mucho más reciente es el caso de Editora Planeta do Brasil, que nació en 2003 y a lo largo de los años se ha ido consolidando como una de las principales referencias del mercado editorial en el país, con un catálogo sólido y diverso de más de 700 títulos entre ficción, no ficción, autoayuda y libro infantil y juvenil. Desde su creación, Editora Planeta do Brasil apuesta por autores nacionales, después de haber publicado algunos de los más imporantes «bestsellers». Es la expansión de un gran equipo, porque la palabra «equipo» ha sido de capital importancia en el vocabulario de Lara Bosch. En multitud de ocasiones se ha referido a la fortuna de haber sabido crear un buen equipo, «que se ha convertido en nuestro principal activo». En esa cultura empresarial por saber vender el producto encajó Lara Hernández el Premio Planeta: «Fue un acierto de mercadotecnia llamarlo como la editorial. Nunca pretende descubrir escritores y sí acelerar el proceso de crear mercado, se trata de una inversión. Y diré que no está manipulado, como siempre nos dicen», contaba en el ciclo «En primera persona. Conversaciones con editores», organizado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Sobre el oficio de editor siempre ha tenido palabras de cariño. Muchas eran las voces que ponían fecha a su retirada del negocio y él jamás, como tantas otras cuestiones, esquivó la respuesta: «No voy a cumplir los 70 como presidente ejecutivo del grupo. Presidiré la junta de accionistas, tendré un cargo honorífico y, hala, que me saquen en las procesiones: para los premios Planeta, para dar entrevistas... Me quedaré –o crearé– una de las editoriales más pequeñas y rupturistas del grupo, para volver a hacer de pequeño editor, volver a decidir las cubiertas de un libro, volver a pisar la imprenta, sentir los olores... Cuando me dediqué plenamente a ello fue la época de mi vida en que más me divertí. Dejaré de ser empresario para volver a ser editor-editor, editor de calle». También se interrogaba acerca de la relación entre el número de lectores y el de librerías: «Un librero debería ser siempre vocacional. Pensar que una librería es un negocio como cualquier otro es un error. Un librero debe amar los libros y amar su profesión. Ser un buen librero es ser un buen empresario, pero a la vez es un oficio que tiene mucho de artesano. Para los editores, el librero individual es un agente básico, por eso nos preocupa que haya pocas librerías. La cuestión es: ¿hay pocas librerías porque hay pocos lectores o hay pocos lectores porque hay pocas librerías?».
Una profesión, la de editor, que no se estudia en las escuelas, que no está en los planes de estudio y que él lleva literalmente en los genes: «El oficio de editor es muy difícil de inventar. No hay fábricas ni escuelas de editores. No tenemos, no sólo nosotros, sino el país en general, una generación brillante de jóvenes editores. Al no haber una máquina que los fabrique, se tienen que hacer ellos mismos. Puedes ayudar, puedes colaborar, puedes crear un ambiente de trabajo para generar gente, pero lo que no puedes hacer es inventártelos. Un grupo como el nuestro tiene que estar buscándolos, generándolos, evitando que se te vayan». Precisamente, el pasado mes de octubre era el gremio de editores, durante la celebración de la Feria Liber, quien reconocía la labor de Lara Bosch con el premio a su trayectoria editorial. Un gran editor como él siempre fue consciente de la labor de la distribución de libros en España: «Hoy es el tema clave y el mayor servicio que podemos hacer los grandes editores a los pequeños. Lo que me gustaría llegar a hacer en la etapa profesional que me queda es convencer al sector de crear una gran distribuidora de apoyo y servicio a los editores medios. Tienen que meterse en la cabeza que su problema son la eficacia y el coste de la comercialización del libro. No quiero ser Robin Hood. Al sector entero nos interesa, ellos tienen más posibilidades de encontrar nuevos escritores, tienen un contacto más cercano».
Y en ese estar al servicio del lector, del cliente, como acostumbraba a decir, aprendía: «El cliente siempre tiene la razón para un editor. Que los catedráticos y críticos literarios diluciden qué libros son buenos y cuáles malos. Ellos están mucho más capacitados para opinar sobre la calidad. Yo no soy nadie para decir que un libro es bueno o malo, sería una petulancia», respondía en una entrevista hace unos años.
Heredado posiblemente de José Manuel Lara Hernández, que nunca dejó de decir aquello que pensaba, Lara Bosch aprendió, porque así lo ha repetido en alguna ocasión, que la clave para el triunfo empresarial es el equilibrio: «Un equilibrio entre una gestión sólida y un riesgo dedicado a la innovación. Si no renuevas tu oferta sufrirás una muerte agónica y lenta, pero si intentas una innovación desmesurada, tu muerte será rápida, porque nadie sabe que tiene una idea brillante hasta que ésta triunfa».
Planeta es hoy por hoy un grupo de comunicación multinacional, de capital íntegramente familiar, que opera en el ámbito editorial, de la información, la formación y el entretenimiento audiovisual. ATresMedia es el buque insignia. Antena 3TV, la Sexta, Neox, Nova y GolTV son los brazos fuertes en el apartado audiovisual. La cadena de televisión acaba de celebrar sus bodas de plata, 25 años emocionando a la audiencia, más de un cuarto de siglo compatrtiendo humor y entretenimiento, y ofreciendo la información casi al momento en que sucede. Los micrófonos radiofónicos pertenecen a Onda Cero, Europa Fm y Onda Melodía, que son la cara visible de AtresMedia Radio. El cine es un peso pesado en el grupo, pues AtresMedia Cine es la productora esencial en el desarrollo de la industria cinematográfica en España y cuenta con las películas más vistas y más taquilleras del cine español, así como con series de gran audiencia.
Planeta es el primer grupo editorial en España y Latinoamérica, el segundo en Francia, tras la adquisición de Editis, y está entre los ocho principales líderes de la edición en el mundo occidental. Es también líder en la venta directa de grandes obras de consulta y de fascículos coleccionables. Cuenta, además, con la primera cadena de librerías española, que es Casa del Libro. En 1996 fue nombrado consejero delegado del Grupo Planeta y en 2003, tras la muerte de su padre, ocupó la presidencia. Desde ese mismo año es también presidente del Grupo Atresmedia (Antena 3TV, Onda Cero Radio y Europa FM). José Manuel Lara es el II marqués del Pedroso de Lara. En el año 2007 la Generalidad de Cataluña le concedió la Creu de Sant Jordi. Sin embargo, no es éste el único galardón del editor, pues ha recibido también la Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid (2009), la Orden del Mérito de la Guardia Civil (2012), con distintivo de plata, por su colaboración y relación continua con el Instituto Armado; la Medalla de Andalucía por parte del Gobierno andaluz con motivo del Día de Andalucía (2013) así como la distinción de Hijo Adoptivo de Sevilla (2013), una ciudad a la que se sentía especialmente vinculado por raíces familiares y que puso de manifiesto con la creación de uno de los galaradones más queridos por el editor, el premio de Novela Fundación José Manuel Lara, de carácter privado, y que se convoca anualmente por la institución homónima y 12 editoriales nacionales (Algaida, Anagrama, Destino, Espasa, Lengua de Trapo, Mondadori, Planeta, Plaza y Janés, Pre-Textos, Seix Barral, Siruela y Tusquets) con el objetivo de premiar a la mejor novela publicada en español. Dotado con 150.000 euros para la promoción de la obra ganadora, la primera vez que se entregó fue en 2002 a Álvaro Pombo por «El cielo raso». «La creación de la Fundación que lleva mi nombre es el proyecto que más he ambicionado en mi vida. Con él cumpliré los fines de la entidad, que potenciará la cultura andaluza, ayudará al descubrimiento de nuevos valores literarios y fomentará la investigación en todas las ramas del saber», se puede leer en al página web del galardón.
Para un gran editor como él, las nuevas tecnologías, su impulso, no le han sido ajenas. Al formato digital le avista un futuro prometedor: «En Estados Unidos los libros en soporte informático –o libros electrónicos– alcanzan ya el 15% del mercado. Por tanto, podemos asegurar que es un formato con mucho futuro, aunque no desplazará al libro de papel. El libro electrónico tiene inconvenientes muy particulares, como la “piratería”. Existen portales “piratas” que cuelgan en la red libros que pueden bajarse gratuitamente, sin autorización alguna del editor, y en España este tipo de piratería goza incluso de simpatías. Así se hace difícil implantar un modelo de negocio serio». De ahí que en su batalla contra los «piratas», jamás contra el usuario, haya podido ver como una oportunidad perdida la reciente aprobación de la modificación parcial de la Ley de Propiedad Intelectual (entre los objetivos que Lara se planteaba figuraban que se dote por ley a la comisión que debe perseguir la «piratería» de los medios necesarios para que sea eficaz, que se amplíe la definición de copia privada y, sobre todo, que los bloqueos de las webs piratas de descargas fueran inmediatos), cuyo texto entrará en vigor a partir de enero de 2015 y se irá modificando a lo largo del año. En 2013 propuso, justo el día antes del fallo del Premio Planeta, la defensa «a muerte de la propiedad Intelectual : No voy a dar un euro de la propiedad intelectual de nadie. Eso es sagrado». En este sentido, el presidente del Grupo Planeta insistió: «Me pongo muy triste cuando músicos de 70 años vuelven a los bolos porque no se han respetado los derechos. Pero no me imagino un bolo de Rosa Regàs, me parece una canallada esto. No podemos seguir expoliando a los autores de esta manera. No podemos permitirnos el lujo de ser el país civilizado con más ‘‘piratería’’. Multiplicamos a Francia por siete. ¿Ven un ‘‘top manta’’ en Francia? Yo no he conseguido verlo». No había tibiezas sino una defensa a ultranza de la propiedad intelectual para la que nunca mostró una palabra titubeante. La misma contundencia, pero en forma inequívocamente dura y frontal siempre, ha mostrado hacia la «piratería»: «En Planeta ya llevamos sólo este año 1.500 denuncias presentadas; se nos exige una política de precios más bajos para combatir eso, pero a los ‘‘piratas’’ sólo se les puede afrontar con trabucos y un parche en el ojo. Necesitamos un refuerzo de las medidas de control de las páginas de enlaces que se convierten en la excusa de las ilegales». Unas palabras que siempre tuvo en su boca: «Es razonable y lógico: ofrecer el producto al menor precio posible. Pero lo que no podemos consentir es el precio cero, un mundo donde no exista la propiedad intelectual y no sea delito robar. No soy partidario de culpar al usuario, sino al que ‘‘piratea’’, a los señores que, por ejemplo, tienen las 40 webs que hay en España desde donde se bajan el 80% de las copias piratas de cine, porque se sabe quiénes son, tienen nombre y apellidos, y ellos sí hacen negocio, poniendo anuncios en sus webs, curiosamente de empresas vinculadas a los grandes operadores de telefonía, muy interesados en que haya mucho tráfico en la red. Esto tenemos que cortarlo; pero al usuario no hay que castigarle, solamente concienciarle de que, si no paga un poquito, solamente un poquito, los músicos no van a poder grabar discos y los escritores tendrán que buscarse otro trabajo».
La actualidad tampoco le fue ajena. Nacido en Barcelona, se sentía profundamente español («Soy catalán, però també sóc espanyol»,dijo en voz alta para despejar alguna duda en caso de que quedase). Sobre el desafío soberanista se mostró tan claro como contundente: «La independencia de Cataluña es absolutamente imposible económicamente hablando. Desde 2007 no hay diálogo ni por una parte ni por otra. Si en una familia hay cuatro hermanos y uno no está a gusto, hablemos con él porque si no se terminará yendo de casa. Los políticos te oyen mucho pero no te escuchan. La independencia es un mal irreparable para unos y otros, y un coste que no podremos pagar. Resulta bastante peligroso jugar con sentimientos. Y el nacionalismo catalán es un sentimiento, como despertar el antinacionalismo catalán en España. Y si despiertas esos sentimientos y luego no puedes satisfacerlos llegas a una situación muy peligrosa». Para Lara la gran pregunta era meridiana: «¿Quién pagará las pensiones o añadirá el dinero de la deuda pública el primer día después de la independencia?». Un proyecto soberanista que considera «inviable» en una Europa que «o será federal o morirá»: «¿Cómo va Europa a tratar este tema, porque luego vendrán los corsos en Francia, los bavareses en Alemania... Estamos locos? No estamos hablando de ideologías, sino de sentimientos profundos; y todas las guerras han venido por eso; por ello es un tema que no se puede tratar en los medios de comunicación; se está hablando donde no se debe». Aseguró entonces José Manuel Lara que ya había hecho saber en Madrid, sin embargo, que «el 90 o el 95% de la población de Cataluña se siente maltratada por el sistema político y económico español», una razón más para reclamar una entente: «Quiero un diálogo de verdad», manifestó sin ambigüedad alguna.
Unas tensiones entre los ejecutivos catalán y central provocadas por una ausencia total de capacidad para dialogar que José Manuel Lara reflejó con claridad en su discurso: «No han sabido dialogar, sólo hacer visitas protocolarias y tirarse los trastos», y se remontó a lo que sucedió en 1996, durante el denominado «Pacto del Majestic», cuando CiU acordó apoyar al primer Gobierno de José María Aznar y «hubo varias reuniones que nunca salieron en los medios», algo que no se ha producido ahora, lamentó. El editor puso eslogan a favor de ese diálogo. Ratificó, entonces lo que había declarado en una emisora de radio: que el Grupo Planeta abandonaría Barcelona como sede central en una hipotética Cataluña independiente: «Yo no me iré, viviré aquí y las editoriales catalanas del grupo tampoco abandonarán Barcelona, pero a lo mejor tendré que trabajar de lunes a jueves en otro lugar», pues «las grandes empresas editoras francesas de Planeta están en París y no en Roma, lógicamente». En ese contexto, no aclaró si el Premio Planeta se seguiría celebrando en la capital catalana, aunque fue irónicamente rotundo al asegurar que se mantendría en Barcelona el Premio Ramon Llul de narrativa catalana. «Ése, pase lo que pase, le puedo jurar que no irá a Cuenca», afirmó jugando con las declaraciones que había realizado 15 días atrás, cuando citó a la ciudad de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Y es que Cuenca, que también existe, también había salido a colación poco tiempo antes, cuando el editor compartió una de sus dos grandes preocupaciones hoy: la equiparación en España del IVA del libro digital (21%) al del papel (4%), «como ya han hecho Francia y Luxemburgo, donde se ha domiciliado Amazon, lo que le permite vender con solo un 3% de IVA los e-books». Fue entonces cuando lanzó, socarrón, la siguiente alerta: «Al final, no tendremos que ir a Cuenca, sino a Luxemburgo». Quedaba con esta declaración todo dicho.
La factura de una crisis tardíamente reconocida le preocupó. El Estado, dijo, había reaccionado tarde, quizá demasiado tarde: «No tomó medidas serias hasta mayo de 2009, cuando ya hacía dos años que había síntomas evidentes de recesión profunda. Y, aunque no han sido malas en su mayor parte, han pecado de inconexión e inmediatez. Echo en falta un plan general de medidas a largo plazo por parte de la Administración que las empresas, en cambio, sí que han llevado a cabo. Hacia 2007 y 2008 todas las entidades que tenían financiación externa hablaron con los bancos para reestructurarse a largo plazo y redujeron gastos». Una crisis que se dejó sentir en Europa y en la que estamos inmersos. ¿Cuál era su radiografía (el país heleno aún no había celebrado sus comicios) de los principales afectados? «Grecia, Irlanda, Portugal e Italia están peor que nosotros. Francia, algo mejor, y Alemania, bastante mejor. Haciendo un símil, hay países que están en la UVI, y otros que son enfermos de larga duración, pero ninguno está en el cementerio, que es lo importante. Todos los países europeos le hemos visto de alguna manera las orejas al lobo, y ello, sin duda, nos concienciará para realizar los cambios estructurales necesarios para no caer en los mismos errores». Cuando se le inquiría por, al menos, un par de cambios para tratar de atajar la situación, respondía: «Debe replantearse, por ejemplo, el gasto sanitario y atajar el tema del turismo hospitalario, por citar solamente algunos de nuestros grandes problemas.Tenemos que volver a ser un país productivo. No puede ser que la mayor parte de los productos de consumo sean ‘‘made in China’’. Para ello es menester que haya una mentalización de los gobernantes, de los empresarios y del pueblo. Hacer una política fiscal y económica que beneficie a quien produce en el país frente a quien lo hace fuera; y a nivel de calle debe producirse también un cambio: hay profesiones que ningún español quiere desempeñar».
El testigo y el relevo sabía que más tarde o más temprano se iba a producir. De ahí que la tercera generación Lara ya esté trabajando en el Grupo Planeta: «Hay tres miembros de la tercera generación familiar desempeñando responsabilidades de alto nivel en el grupo, dos hijos y una sobrina. Mi hijo es director general de la corporación; mi hija, directora del departamento fiscal; y mi sobrina, directora general de una línea de edición completa. Mi tarea es la de ser el presidente del Grupo Planeta, tanto de medios como de contenidos, pero, por encima de tan pomposo nombre, lo que me siento básicamente es editor».