Lars von Trier chupa cámara
Las flojas cintas a concurso, argentina y alemana, quedaron eclipsadas
El día en que Lars von Trier presentó la versión íntegra del primer volumen de «Nymphomaniac» en la Berlinale, con media hora de metraje extra, le acompañaron en el duro tránsito de la sección a concurso dos películas igual de pesimistas. Tanto la argentina «Historia del miedo» como la alemana «Kreuzweg» hablan de los efectos psicológicos de la represión, la violencia contenida y la alienación en la sociedad contemporánea. Quedaron eclipsadas, por supuesto, por la aparición sorpresa de Lars von Trier en el «photocall» previo a la rueda de prensa (a la que no compareció) con una camiseta estampada con un visible «Persona non grata» y un logo del Festival de Cannes, por si alguien había olvidado la polémica que sacudió el certamen francés en 2012. Pocos minutos después Shia LaBeouf, mascando chicle y tocándose la visera de su gorra de béisbol, abandonó de repente el encuentro citando un excéntrico aforismo del futbolista Eric Cantona: «Cuando las gaviotas siguen a un bote, es que esperan que tire sardinas al mar».
Desconcierto argentino
Volvamos al cine. «Historia del miedo» es «Gente en sitios» tamizada por la mirada clínica, aterradora, del Haneke de «71 fragmentos de una cronología del azar» y «Código desconocido». Diferentes escenas de mal rollo cotidiano se suceden presentando a una serie de personajes que luego revelarán los vínculos que los unen. A un lado están las clases privilegiadas, que viven en una urbanización, y a otro sus criados. Todas las secuencias están planteadas a partir de un inminente conflicto que nunca llega a cristalizar, de manera que el sumatorio de momentos perturbadores transmita la misma sensación de amenaza permanente que sienten los personajes. Acaso sea un ejercicio de formalismo demasiado derivativo, típico en una ópera prima (Benjamin Naishtat tiene cuatro cortos en su haber), pero retrata con eficacia el clima de desconcierto de la sociedad argentina después de la crisis.
En «Kreuzweg», que puede traducirse como «Las estaciones de la cruz», María, una chica de catorce años, vive las exigencias naturales de la adolescencia en total conflicto con el fanatismo católico que le impone su familia y, en particular, su madre. Estructurada tomando como base catorce planos secuencia sin (casi) movimientos de cámara, la película podría leerse como el reverso calvinista de «Camino». Comparte con ella la mirada ambigua sobre el valor místico del sacrificio y la pureza de espíritu, pero su análisis frontal de los peligros dogmáticos de la religión como arma de tortura psicológica es mucho más radical y descarnado que el del filme de Fesser. Y no le falta sentido del humor: nunca una sagrada forma ha tenido efectos más devastadores sobre una persona que ha decidido dejarse morir para salvar a otra. El director Dietrich Brüggemann convierte a María en una versión moderna de Jesús, de manera que cada escena recree una de las fases de su viaje a la (metafórica) crucifixión. La película se plantea, desde el rigor y la severidad extrema, cuál sería el destino de Jesucristo en nuestra sociedad. Y, claro, sus conclusiones resultan escalofriantes.
Chomsky según Gondry
Michel Gondry (en la imagen), que forma parte del jurado de la Berlinale, es de esa clase de padres que no siguen las convenciones del juego pedagógico. Le prohibió la tele y los videojuegos a su hijo de once años, y a cambio le dejó ver todos los DVD que quiso. «Sin ningún tipo de censura», evoca con una sonrisa. «Aún recuerdo lo mucho que disfrutó con "La montaña sagrada", de Jodorowsky». No es extraño, pues, que haya filmado una larga entrevista con el lingüista y filósofo Noam Chomsky ilustrándola con sus animaciones naïf. El resultado, «Is a Man Who Is Tall Happy?», es un documental denso y a la vez ligero, que hace accesibles conceptos tan complejos como el de la «continuidad psíquica» sin traicionar su esencia, filtrada por la mirada curiosa y ensoñadora de Gondry.