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Leonard Cohen: «Aparte de fregar los platos, sólo sé hacer música»

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A punto de cumplir 80 años, Leonard Cohen vuelve a la música y a los grandes titulares: «Celebraré mi cumpleaños fumando».
Caminando despacio pero con una lucidez apabullante. Leonard Cohen publica su decimotercer trabajo una semana antes de cumplir ochenta años y lo hace en plena forma. La corta duración de «Popular Problems», apenas 36 minutos, no le resta un ápice de intensidad al excelente trabajo del músico canadiense, que abandonó a la Prensa durante su audición para que los periodistas «pudieran hacer muecas» en su ausencia, escuchándolo en la Casa de Canadá de Londres. Un trabajo que nace, como casi toda la lírica del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, de la lucha contra la derrota. «Lo más importante para vivir con la derrota es conocer el hecho de que todos los seres sufren y luchan por conseguir el respeto a sí mismos. Así que mi lucha es igual a la de todos los hombres; es el primer paso», confesó. Por eso, el disco se llama así. «El próximo lo titularé 'Soluciones Impopulares'», anunció burlón.
Pero también el sentido del humor está detrás de la enorme sabiduría del poeta de Montreal. Mientras su figura se convierte en una institución cultural, él se empequeñece. «¿Que si me siento como una institución? En todo caso, como un hospital mental», señaló para provocar las risas de la Prensa internacional. También cuando fue preguntado por la política: «Con el tiempo me he ocupado de construir una posición política que nadie pueda descifrar», dijo, y preguntado por su origen canadiense, añadió que, «viviendo en el filo de América, nosotros miramos a los estadounidenses como las mujeres a los hombres: con mucho cuidado». Y esquivó la cuestión de los nacionalismos preguntado por el referéndum escocés: «No siento que pueda tomar partido. Creo que todo el mundo trabaja con sus mejores intenciones y la gente trata de dar significado y elevar sus vidas y algunos lo encuentran en la política».
En el disco habla en presente: «Estoy bajando el ritmo, nunca me gustó hacerlo rápido, tú quieres terminar pronto, yo quiero durar», canta en «Slow», el tema que abre el trabajo, como si se tratase de una página de su diario vital y también de una alusión erótica a destiempo. Sobre la posibilidad de una desafiante gira a los 81 años, no fue tajante: «Me gusta la carretera porque me siento como si formase parte de una banda de moteros», señaló. Pero acerca de los bríos renovados del autor de «Suzanne» no hay duda: ya trabaja en el siguiente álbum junto a Patrick Leonard, cuya colaboración en el anterior y en este trabajo ensalzó sin ambages: «Con él las cosas salen sorprendentemente rápido. Es difícil de explicar, pero no es algo que me haya ocurrido antes. Llega una edad en la que la mayor alegría es poder terminar algo», comentó el músico, que dijo que su oficio «es lo único que sé hacer aparte de fregar platos».
Las letras de 2014 le sientan a Cohen casi tan bien como su contumaz sombrero Fedora de ala corta: las canciones del canadiense nunca le ocultan el rostro sino que le ayudan a sobrellevar con elegancia las derrotas de la vida. «Yo solía ser tu borracho favorito/bueno para unas risas más/pero nos quedamos sin suerte/que es lo único que nunca tuvimos/Y te pusiste el uniforme/para la Guerra Civil/Te quedaba tan bien que no me importó/el bando en el que luchabas».
«Old Ideas», el anterior elepé, dio lugar a un tour mundial que sirvió al canadiense para paliar su penosa situación financiera. Antes de aquella gira, Cohen llevaba 15 años alejado de los escenarios y volvió de su retiro espiritual, rompiendo el hechizo del budismo que profesa, contra su voluntad. Kelley Lynch, representante y con la que Cohen admitió haber tenido una relación, le «despistó» cinco millones de dólares que valían una jubilación tranquila, y el Príncipe de Asturias de las Artes tuvo que volver a subirse en la furgoneta. Casi todo el mundo pensó que sería la despedida, pero quién sabe si al cumplir ochenta es una buena edad para volver hacer cosas. Como fumar. «Pienso mucho en ello, la verdad. Ahora mismo, por ejemplo. Lo dejé hace 15 años, pero es algo que me encanta», soltó con sonrisa burlona. Seguramente el renacimiento fulgurante del músico en la anterior gira (y el buen resultado comercial del disco) le ha animado a volver a grabar, apenas tres años después, sin tener que enfrentarse solo a sus dos demonios en el proceso creativo: «La adicción al perfeccionismo y la más pura vagancia». El resultado global es excelente y esa era la percepción de la prensa que se reunió ayer en Londres para un encuentro con el trovador que se alargó más de lo previsto y que reunió en la Casa de Canadá a periodistas de 25 países.
En lo que Cohen sigue siendo el de siempre es en la interpretación. Su voz suena oscura, más gutural que susurrada en unos temas reducidos al mínimo sonoro, austeros, penitentes y místicos. El aire de intimidad que tiene el disco devuelve al primer plano al Cohen más «folkie» o «bluesero» y su tono más íntimo y confesional («Did I Ever Love You»), pero que también tiene tiempo para convertirse en canción social («Almost Like The Blues») o traer a colación su preocupación religiosa o las heridas del desamor. Quedaba por saber una cosa: ¿cómo celebrará los 80? «Puede que me encienda un cigarro».

Cinco discos para mitómanos

► «The Songs of Leonard Cohen» (1968): Su debut se produjo con 33 años y el resultado fue imponente. Acababa de aparecer un cantautor realmente original con joyas como «Suzanne», «So long Marianne» o «The stranger song».
► «Songs of love and hate» (1971): Pocos álbumes han hablado del amor desde tan amplias facetas. Aquí Cohen conecta el físico («Last year's man»), las emociones («Famous ble raincoat») y la espiritualidad («Joan of Arc»).
► «New skin for the old ceremony» (1974): Perfecto para iniciarse en la música de Cohen por su musicalidad y riqueza de arreglos. Al frente se sitía «Chelsea Hotel #2», su oda a Janis Joplin, una canción absolutamente perfecta.
► «Various Positions» (1985): Siempre será conocido por contener la canción «Hallelujah», una composición más grande que el Himalaya. La voz de Cohen va acusando el paso de los años y el maltrato, y gana en profundidad.
► «I'm your man» (1988): No es sólo la obra maestra de Cohen, sino una de los mejores discos de todos los tiempos. Es el disco de «First we take Manhattan», «Ain't no cure for love», «Everybody knows»...

Maestros incombustibles

Cohen es uno de los más significativos músicos de una generación incombustible de genios que, a pesar de su avanzada edad, siguen sentando cátedra con cada nuevo trabajo. En la cima, junto a Cohen, se sitúan nombres imprescindibles como Bob Dylan (73 años), The Rolling Stones (con edades comprendidas entre 73 y 70 años), Paul McCartney (72), Tom Jones (74) o Eric Clapton (69). Más jóvenes, aunque también con trazas de aguantar en los escenarios hasta bien superada la edad de jubilación, se encuentran Tom Waits (64) y Bruce Springsteen (64).