Alicia y el espejo
Son cuentos obstinados, duros... De ahí la «escarcha» del título. Y aunque dedicado a sus hermanos, los doce relatos que conforman el volumen se dedican a cuestionar la idea de la fraternidad, a través de dos apartados: «Los Reflejos solos» y «Sólo escarcha». Todo un recorrido dedicado a desmontar la creencia de que la amistad entre varones en todas sus modalidades es posible: hermanos, camaradas, siameses, gemelos, fratricidas, incestuosos, clones. Se trata del tercer volumen de un trabajo de largo aliento titulado «Micropedia», que arracó hace dos décadas con «Las antípodas y el siglo», que versaba sobre viajes y viajeros y al que siguió «El androide y las quimeras», con las mujeres como eje. Un proyecto narrativo a la manera de «El llano en llamas» o que recupera el planteamiento unitario al lograr que los cuentos dialoguen entre sí. Destinado a desnudar falsas creencias sobre el compañerismo entre caballeros cuando toda esa liturgia no pasa de ser un juego con el fin de esconder una verdad más triste: la necesidad de descubrirnos en el de enfrente aunque nos devuelva terribles noticias de nosotros.
Relatos que llevan a sus personajes al límite, a la oscuridad máxima, al otro lado del espejo donde Alicia se encuentra a sí misma. Narrados con precisión, en un tono que no admite réplica, con las costuras perfectamente cosidas hasta componer una literatura de la extrañeza que apela al más evocador Bradbury y al siempre delirante Maupassant.