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Amistades peligrosas

larazon

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Hay ciudades, como Barcelona, que se convierten en determinados momentos históricos en laboratorios sociales y donde se amalgaman emigrantes, desarrollos tecnológicos, capitales que esperan ser invertidos, tragedias humanas, como en aquellos vientres urbanos de Zola donde toda digestión social era posible. Aquí se generan estirpes familiares y también surgen personalidades fuertes o degradadas, como frutos o malezas en un vertedero. Y es en esas pompas de jabón, tornasoladas a veces, crueles en otras, donde Use Lahoz, que concibe una narración tan precisa como bien estructurada, gusta de colocar a sus personajes. Nombres y hombres que a veces saltan de una de sus novelas a otras: Si en «Los Baldrich» nos cuenta toda una saga familiar de empresarios, en «La estación perdida» pone a trabajar a su personaje, Lansac, en una empresa de los Baldrich, o en esta nueva novela, «Los buenos amigos», el nombre de Baldrich es citado también en algo que escucha su personaje, Sixto, en una tienda de ropa. Porque Use Lahoz va, así, estableciendo en su obra una especie de referencias de un mapa que va construyendo: desde los hijos de labradores que se ven desplazados de sus diminutos pueblos hasta la gran urbe (el propio Lahoz es hijo y nieto de campesinos procedentes de pequeños pueblos aragoneses) hasta un sustrato donde la amistad traicionada, la ambición, los sueños de llegar a ser ricos, generan como una tragicomedia de una sociedad que atraviesa las décadas de posguerra hasta llegar a la transición.
Este libro (cuya ironía se verá al final de la novela) se inicia con el incendio de una casa en un pueblo de Aragón donde mueren los padres del protagonista, Sixto. Sus tíos, sumergidos en la pobreza, no tienen más remedio que enviarlo a un orfanato en Barcelona. A sus ocho años, prácticamente tiene que ir aprendiéndolo todo, apoyado por sus amigos Vicente y Juan, y por unas maternales monjas. El lector le acompañará (hasta la página 368) en todos sus primeros pasos, donde los personajes que le rodean parecen actuar con bondad y llevándole por el buen camino (salvo un vizconde que un día le saca del orfanato para ver el mar y acaba obligándole a hacerle una felación). Todo parece irle rodado, un primer trabajo de botones en el Ritz, la recomendación de una marquesa que le consigue que sea secretario de un poderoso empresario, hasta una novia bastante sexual que se convertirá en su esposa. Aunque el lector notará que Sixto siempre parece estar un poco bloqueado para empatizar con la gente, como así se afirma que son los psicópatas.
Desde la página 375 a la 569, seguiremos la vida de aquel niño, Vicente, que conoció Sixto en el orfanato y al que había perdido de vista cuando le echaron del mismo por tener una relación sexual con una novicia, que también se fugó con él. A partir de la 575 se encontrarán casualmente los «buenos» amigos, Sixto y Vicente, hasta el desastre final y el descubrimiento del secreto del primero. Con precisión Lahoz nos habla del «huevo de la serpiente», que parece esperar su momento en el fondo del corazón humano.