Buscar Iniciar sesión

Anaïs Nin, pornografía sin asombro

larazon

Creada:

Última actualización:

Con voracidad, y a edades poco recomendables, las chicas de mi generación nos abalanzábamos sobre los diarios de Anäis Nin en busca de lo prohibido; lo explícito. Poco imaginábamos que en nuestra edad adulta veríamos una nueva versión «sin censuras» de aquellas páginas propiciadas por quien fuera su segundo marido, Rupert Pole. La razón de aquella codificación previa se debía a que todas las personas aludidas estaban vivas, pero hoy, muertos todos y transcurridas cinco décadas desde su publicación, ya no tienen la potestad de escandalizar. Máxime cuando la lógica y el correr del tiempo nos han entrenado para leerlas bajo otra luz. Palabras escritas «en caliente» después de cada encuentro vivido. Vibrante pero con plena consciencia de una presumible posteridad. Es innegable que tiene un plus respecto de la versión expurgada: contienen más sexo. Porque el mapa carnal de la escritora tiene innumerables accidentes «geográficos»: continúa su relación con Henry Miller –que ya conocimos en una anterior entrega–, se inicia en el safismo y el voyeurismo a través de June –la esposa del escritor–, mantiene la llama de su primer matrimonio con Hug Guiler y todo ello no le impide disfrutar de los brazos de Antonin Artaud, así como de sus dos psicoanalistas, René Allendy y Otto Rank.
Amén de éstas y otras almas, nos guía por las incestuosas relaciones con su padre, el pianista Joaquín Nin, a quien perdió la pista cuando contaba 11 años. Padre e hija son un binomio «gemelo»: la misma búsqueda de pasión, la mitificación e idéntica obsesión por el sexo no sin semejantes dosis de enajenación... Pocas mujeres occidentales han explorado de forma tan meticulosa su vida amorosa y erótica. No se omite ni el aborto tardío de un vástago de Miller que había censurado cuando la interrupción del embarazo era ilegal. Siempre supo Nin hasta dónde arriesgar, pero ahora ya no epata, en tanto que resulta «escándalo» con sabor añejo.
En la Guerra Civil
No obstante, en estos diarios habla una mujer que busca llevar a cabo sus deseos, sin culpa, con un sesgo «amoral» que los hombres han reclamado siempre para sí. Y en la segunda parte de este volumen, «Fuego», no se sustrae al abordaje de sus relaciones al tiempo que se adentra en la Guerra Civil española con Rafael Alberti, Carpentier y Brancusi como personajes que entran y salen de su escena.
Redención a través de la escritura. Vivir para contarlo, ¿cosméticamente? El paso del tiempo no ha sido indulgente con su verbo y hoy podemos llegar a leer sus sesiones amatorias como un peldaño de los inicios de una pornografía que ya no asombra. Sin rastro de «sombra».