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Anna Caballé: «Ahora la vida privada es parte del negocio»

Anna Caballé / Escritora y crítica literaria. Publica «Pasé la mañana escribiendo», Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, un exhaustivo repaso por el diarismo español
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Publica «Pasé la mañana escribiendo», Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, un exhaustivo repaso por el diarismo español
El tremendo pálpito de la vida decodificado en sentimientos, impresiones, irracionalidades, intuiciones, arrebatos, fobias, claudicaciones, arrepentimientos, insumisiones, rebeldías, odios o pasiones. Hay quien toma milimétricamente la medida al calendario, a la insoportable monotonía del día a día, con sus variadas mezquindades y pleitesías; y quien convierte la página de un diario en una desilusión con filo de navaja; hay quien vuelca en ese cuaderno de bitácora, notaría privada de las inconfesables y diferentes irreverencias y paganías que envuelven la conciencia de cada uno, los anhelos, delirios y fiebres momentáneas, y quien convierte cada jornada en un pretexto literario para reinventarse en otro ser, parecido, igual en imagen, pero nunca en semejanza, en una sombra chinesca de uno mismo, un rastro de impresiones donde puede distinguirse al autor, con sus preocupaciones y miserias. Anna Caballé disecciona los diarios, los del adolescente que se abre camino tentando a oscuras su naturaleza y la de los demás, y la del escritor consagrado que pretende convertir su rutinaria biografía sin sobresaltos ni emociones destacables en algo excelso. El resultado es «Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español», Premio Manuel Alvar de Estudios humanísticos, un iluminador recorrido por este sendero de intimidades y cercanías que publica la Fundación José Manuel Lara.
–¿Los diarios de los literatos son escritos para ellos o para ser leídos por otros? En este caso, ¿hasta qué punto son fiables?
–Los diarios de los escritores son sólo una parte minúscula de una realidad mucho más amplia y compleja, como es la de llevar un diario. Mucha gente lo ha mantenido en alguna etapa de su vida, aunque apenas tenemos datos en España sobre su práctica y la extensión de ésta. Los escritores pueden llevar un diario para ejercitar su estilo, como ejercicio complementario a la escritura de una obra (caso de Carlos Barral), por necesidad, como todo el mundo, o con la voluntad de hacer un libro desde el minuto cero. No podemos generalizar. ¿Las personas son fiables? Pues hay de todo, y en los diarios ocurre lo mismo, muchas obras autobiográficas recientes –escritas por Auster, Ernaux, Knausgard–son de una autenticidad conmovedora. Pero mi libro sólo trata autores españoles, con el deseo de caracterizar una tradición.
–¿Por qué se ha tardado tanto en reconocer los diarios como género literario?
–El diario sólo parcialmente es un género literario. Su alcance es mucho mayor, es un hábito cultural, una forma de entender la vida y un modo de vivirla. La cultura hispánica no ha reconocido la introspección como valor hasta fechas muy recientes y siempre con enormes reservas, así que el diario –sea una práctica o sea un género–, es decir, esté escrito con el deseo de poner algún orden en la vida que se nos amontona dentro o bien se escriba con la voluntad de inscribirse en una tradición, se ha visto muy resentido por la poca afición al análisis psicológico de los propios sentimientos y emociones.
–¿Cuál ha sido la evolución de los diarios a través del tiempo? ¿Y la clave esencial de este género?
–Es muy distinto si la respuesta es en clave hispánica o no. Diarios españoles que hayan sido esenciales en nuestra tradición, que se lean en las escuelas como parte de una formación intelectual, diría que ninguno, con la excepción de «El quadern gris», de Josep Pla, y su caso es muy particular, pues fue reescrito en sucesivas ocasiones; es decir, que respondía a un objetivo estético, más que ético. Es mi tesis en «Pasé la mañana escribiendo: «carecemos de una tradición autóctona en castellano (sí la hay en catalán y muy sólida). Hay diarios (de lo contrario no podría haber escrito el libro) pero no han ejercido una influencia en la cultura, no han jugado ningún papel hasta fechas recientes, ni ha habido el menor respeto por ellos. Los diarios más influyentes entre nosotros han sido los de Gide (en primerísimo lugar), Pavese y Virginia Woolf (este último inmensamente leído por las mujeres que han encontrado en él inspiración y escuela). Por supuesto el más conocido es el Diario de Ana Frank, pero su caso es particular, pues es la circunstancia dramática en la que fue escrito lo que lo hizo universalmente conocido.
–Muchas páginas de los diarios son intimistas o reflejan los acontecimientos mínimos de la vida cotidiana. ¿Qué hay que buscar en ellos para evitar la desilusión?
–El diario es una escritura enormemente abierta y útil. Pero cada diarista diseña sus propias reglas de juego y, queriéndolo o no, nos dice sobre su forma de ubicarse en el mundo. De modo que lo interesante es poder conectar con otra experiencia de la vida u obtener una información que nos interesa, porque nos interesa la persona que lo escribe. Si se acude a un diario con la mentalidad con que se lee una novela, me temo que el diario puede decepcionar; y mucho, porque en los diarios hay repeticiones y elipsis. A veces sabemos más de lo que queremos sobre algo y otras no lo suficiente. Así es.
–¿Un diario reescrito es legítimo?
–Para un escritor no caben condiciones más allá de las que él mismo se impone, de modo que no cabe hablar tampoco de ilegitimidad. Otra cosa es que la especificidad de un diario sea la autenticidad de una impresión volcada al hilo de la experiencia. La reescritura implica saber cómo fueron las cosas después de que sucedieran y por ello la perspectiva cambia: transmite una sensación de artificio, de elaboración que puede ser contraproducente.
–¿A través de los diarios se aprecia la evolución de la individualidad?
–Claro, aunque hay diarios que se ciñen a un periodo de tiempo corto, a un acontecimiento, a un estado de ánimo (por ejemplo los diarios de duelo). Pero sí, la discontinuidad es otro rasgo esencial del diario. Un día puede ser muy distinto del siguiente. Y al mismo tiempo permiten reparar en la monotonía y los rituales de la existencia: todos tenemos los nuestros. Monotonía y cambio. Es decir, evolución.
­­–Hoy los diarios están siendo sustituidos por Facebook o los blogs. ¿Cuál es su opinión? ¿Existen diferencias respecto a los diarios tradicionales?
–Por supuesto que sí, y de hecho, mi libro quiere ser un homenaje a una escritura en pleno proceso de mutación. Las redes sociales están transformando la relación del individuo consigo mismo, pues en un blog lo que se valora es el número de visitas que atrae, y quien dice visitas puede decir compradores; mientras que el diario tradicional ha estado vinculado a la intimidad y el secreto, ajeno al mercado y a la publicidad. Quizás, el cambio más importante no esté en relación a la índole privada del diario y pública del blog, siendo muy importante, sino en la forma de gestionar nuestras vidas. Ahora la vida privada es parte del negocio y eso supone un gran empobrecimiento personal.
­–Se dice que en nuestra época se ha producido una uniformidad en la manera de pensar, sentir... ¿Hoy cuesta más ser original o individual en un diario?
–No estoy de acuerdo con esa idea. ¿Acaso en el siglo XVIII, cuando la mayoría de la gente vivía en condiciones embrutecidas, existía la oportunidad de distinguirse mucho? No. Es sólo que ahora tenemos conciencia de cómo las estructuras sociales, ideológicas, económicas tienden a homogeneizar a los individuos, compactándolos en función de sus intereses, y antes no había esa conciencia de manipulación. De ahí el grito de la gente en busca de su singularidad, aunque eso es también un negocio: ahora cualquier objeto puede tunearse. ¡Me encantan los diarios de adolescentes, singularizados al máximo! Sí que cuesta más ser original porque la competencia es global y eso quiere decir que hacerse con un espacio es ahora una tarea hercúlea.
–¿Cuál es el elemento o la preocupación recurrente en los diarios de los escritores?
–En las escritoras, una constante es su dificultad para obtener un reconocimiento que creen merecer y que no obtienen. Hay una mayor conciencia de la soledad. Los escritores españoles son aficionados a escribir de la vida literaria, creando un espacio de disidencia intelectual.
–¿Sería necesario incluir fragmentos de diarios en las escuelas?
–Para mí el diario es una herramienta imprescindible de la formación escolar: enseña a modelar la existencia cuando más se necesita. Si de mí dependiera incluiría la lectura de diarios y la escritura del propio como parte de un aprendizaje que no se tiene en cuenta: ¿cómo vivir? Es decir ¿cómo ubicarse en el mundo? El diario sutilmente te invita a pensar en ello.
–¿Qué aprecia más: el estilo, como en el caso de Umbral; la sinceridad, como en el de Pavese; o el de una obra en proceso, como Trapiello?
–Me quedo con el diario de Rosa Chacel, porque reúne las tres cosas, aunque Umbral tiene pasajes de una intimidad deslumbrante y Trapiello puede hacer las delicias de un lector culto porque le ofrece el envés del mundillo literario. Pavese juega en otra división, por su sentimiento dramático de la vida.

Cinco autores a través de sus diarios

Josep Pla
«Con 43 años y un temperamento ferozmente individualista, asume un exilio interior, de índole solitaria, que mantendría hasta el final de su vida. Es a partir de entonces, sin embargo, cuando su literatura encuentra su forma expresiva más definida, convirtiéndose en el referente imprescindible del diarismo»
Rosa Chacel
«Entre 1940 y 1994, poco antes de morir, la escritora mantuvo un diario, excepcional por la “dureza descarnada” de su escritura. Fue parcialmente publicado en vida con el título “Ida y vuelta” y es el exponente más valioso del diarismo español contemporáneo por la fuerza, capacidad de desarrollo y autenticidad de su escritura».
Carmen Martín Gaite
«Una de las cosas que sorprende al leer sus primeros cuadernos es su distanciamiento del feminismo, opinión expresada de forma inconfundible al principio, es decir en los más antiguos. Es indudable que era muy crítica con las mujeres de su tiempo a las que veía acomodaticias y faltas de curiosidad intelectual».
Francisco Umbral
«El punto de fuga de la escritura umbraliana es siempre el propio escritor y la poderosa capacidad introspectiva que posee, estimulada por las duras condiciones emocionales de su infancia, a la que Umbral vuelve una y otra vez en su obra, ofreciendo múltiples figuraciones de una realidad esencial y abrumadora».
Andrés Trapiello
«En el epicentro de su obra se halla también el diario, del que ha demostrado un más que notable conocimiento teórico y crítico, como lo prueba su ensayo “El escritor de diarios” y sus referencias a los diarios que lee y comenta en su proyecto diarístico titulado “Salón de los pasos perdidos”».

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