Buscar Iniciar sesión

Antony Beevor: «Europa no está preparada para una guerra»

larazon

Creada:

Última actualización:

El autor, ex oficial del Ejército británico, aborda la batalla de las Ardenas, en la que se vieron envueltos un millón de hombres, en un ensayo que muestra toda la crudeza y la miseria de las contiendas.
Unos soñaban ya con el final de la guerra; los otros, con un último contraataque que les diera una victoria inesperada y rápida que restableciera el equilibrio que se había roto en los campos de batalla europeos desde el desembarco de Normandía. Mientras los aliados del frente occidental avanzaban desprevenidos hacia Alemania, Hitler preparaba una dura ofensiva que supondría una imprevista prueba de coraje y resistencia para las tropas norteamericanas, mal pertrechadas y que se encontraron, de repente, inmersas en una batalla deshumanizada. La jugada táctica prevista por el Führer arrancó el 16 de diciembre de 1944 en las tierras nevadas de las Ardenas, y entre los episodios más notables que rodearon aquellos días sobresale, por su leyenda y el número de bajas, el violento enfrentamiento que los alemanes y americanos protagonizaron en el bosque de Hürtgen, el «capítulo más sangriento de toda la campaña de Europa noroccidental». Más de un millón de hombres se vieron envueltos en el último y desesperado intento del Tercer Reich por recuperar la iniciativa. Resultó inútil y el coste fue altísimo para todas las partes. La población civil sufrió la represión de los nazis y los combatientes de ambos lados no respetaron las normas humanitarias y fusilaron indiscriminadamente a los prisioneros –como la matanza de norteamericanos en Baugnez, cerca de Malmédy–. Berlín puso en juego unidades procedentes del frente oriental y aquel choque se convirtió, en palabras del historiador británico Antony Beevor, que ahora publica «Ardenas 1944» (Crítica), en el «Stalingrado» del lado occidental.
–En su libro sobre Normandía afirmaba que existía una diferencia entre el ejército de un régimen totalitarista y el de una democracia. En las Ardenas, los norteamericanos demostraron ser muy fuertes.
–Es una mezcla de factores. Algunos soldados lucharon muy bien y otros, en cambio, huyeron. No se puede generalizar con un ejército. Incluso, las tropas alemanas, que estaban mejor preparadas y entrenadas, habrían reaccionado de manera similar a como lo hicieron en este caso los ingleses y los norteamericanos. Dentro de cada pelotón tenías un grupo que luchaba, otro que intentaría huir y la gran parte que, o bien seguían a los que luchaban, o bien retrocedían si las cosas iban mal. Los ingleses descubrieron este comportamiento en Italia y, Montgomery, aterrorizado, suprimió los informes al respecto. Los alemanes encontraron la misma reacción entre sus filas, aunque no en los cuerpos de élite, como las SS. Hubo combatientes en la infantería americana que no llegaron a abrir fuego en sus rifles. Y me interesó mucho encontrar en los archivos rusos que los oficiales tenían el mismo problema. Para éstos, lo mejor era hacer una inspección de cada rifle después de un combate y proponían que a cualquiera que tuviera el cañón limpio se le debería disparar como a un desertor. Existen similitudes, pero también diferencias. Los psiquiatras americanos y británicos, cada uno por su lado, se dieron cuenta de que los soldados alemanes que habían hecho prisioneros, y que habían sufrido bombardeos muy duros de la artillería y de la aviación, sufrían menos y tardaban más en acercarse al colapso psiquiátrico. Sus conclusiones, tras la guerra, son que los alemanes habían estado preparándose para el conflicto desde 1933, mientras que los ejércitos democráticos eran más civiles y más vulnerables al colapso psicológico.
–Las Ardenas fue una batalla muy sucia. No se respetó ni a los prisioneros.
–Fue la más sucia del frente occidental, y, también, el momento en que el frente oriental entró en el occidental. En el caso de los americanos, no les dijeron que mataran a sus prisioneros. Eso es algo que hicieron por su cuenta, aunque los altos mandos les habían animado a que lo hicieran o lo habían permitido. En cambio, en los alemanes había dos elementos. Hitler, en diciembre, cuatro días antes de la operación, ordenó a los generales atacar con la máxima brutalidad con la esperanza de provocar un colapso completo entre las fuerzas americanas. La crueldad fue tolerada para provocar esa reacción. En la guerra china-japonesa y la invasión de la URSS, el uso de la crueldad se toleró con este fin. Lo que ocurre es que este recurso puede producir el efecto contrario y crear una determinada forma de resistencia en los enemigos que pretendes doblegar. Es lo que sucedió en la Ardenas con los americanos. Muchos huyeron, pero la determinación de contraatacar era tan grande, que destrozaron los planes de ataque previstos por los alemanes. El otro motivo para incrementar la atrocidad fueron las divisiones Panzer de la SS que habían luchado en el frente oriental y que acudieron a luchar con las mismas tácticas a Occidente. Les habían hecho que tomaran represalias por los bombardeos que habían padecido las ciudades alemanas y, también, aprovecharon para vengarse de los civiles belgas por los ataques que ellos habían padecido de la resistencia de este país durante su retirada a través de su territorio en diciembre de 1944.
­–Hay discrepancias: ¿fue un error o no la ofensiva en las Ardenas?
–En el pensamiento de Hitler, entre los tres frentes –el oriental, el occidental y el italiano– no había una gran diferencia estratégica. En el oriental era tan grande la superioridad del ejército rojo que estas tropas podían asfixiar todas las divisiones que Hitler esperaba reunir. Pero él pensaba que en el occidental podía idear una ofensiva estratégica para dividir a los aliados, y que si aislaba a los ingleses y los canadienses en el norte, provocaría una evacuación al estilo de la que sucedió en Dunquerque. Esperaba que esta operación desencadenaría una ruptura entre los aliados del oeste y Stalin. Pero todo esto no eran más que las fantasías que proyectó sobre un mapa. Todos los generales estaban en contra de él, pero Hitler se negó a escucharles. El fracaso del complot que se organizó para matarlo ese mes de julio le convenció de que sus generales eran unos cobardes o unos traidores.
–Si hubiera destinado todos los recursos empleados en las Ardenas a frenar a los rusos, los americanos hubieran llegado antes a Berlín y la posguerra hubiera sido distinta.
–De hecho, podía haber sido el caso. Pero existe una anécdota. Uno de los motivos por los que los soviéticos llegaron antes que los americanos a la ciudad de Berlín fue gracias, enteramente, al medio millón de camiones militares que los propios americanos les habían dado a los rusos. Esto incrementó su movilidad de una manera dramática en 1944. Pero este punto es algo que a Putin y a los historiadores rusos no les gusta escuchar.
–¿Qué le parece la crisis que se ha abierto en Crimea y Ucrania?
–No es tanto por Crimea. Es, sobre todo, el ataque a Ucrania. Crimea siempre ha tenido un estado curioso, porque aunque se la entregaron a Ucrania en los años cincuenta, existía la sensación de que Crimea no era del todo de Ucrania, sino que también era un territorio ruso. Pero la amenaza es más contra Ucrania y los estados bálticos. Ahí es donde está el peligro real. Existe un nuevo desarrollo de la Guerra Fría, pero no olvidemos que Putin dijo que el colapso de la URSS fue la tragedia geopolítica más grande del siglo XX. Compara ese hecho, incluso, con el auge del nazismo y el Holocausto.
–Ahora en las guerras se usan drones y no tantos soldados...
–Es la guerra del aire. Ya lo vimos en Yugoslavia. Los americanos quieren ser la policía del mundo desde el aire. Se puede describir como alta tecnología para mantener bajas las cifras de muertos. La guerra ha cambiado mucho. Durante la guerra de Irak, las fuerzas americanas usaban el eslogan de una compañía que decía: «Alcanza a alguien y tócale». Esto era porque los americanos tenían un tanque con un alcance mucho más largo que el de los iraquíes. Y con los misiles de crucero pasaba lo mismo. Éste era un conflicto que se hacía desde la pantalla de una televisión, no como se hacía antes, cara a cara. Otra evolución es la guerra híbrida, que, según asegura Putin, se le da muy bien. Sostiene que puedes desestabilizar a una nación con una mezcla de propaganda y unas acciones militares que se pueden negar. Esta combinación dificulta que la OTAN responda de la manera en que lo habría hecho durante la Guerra Fría. A estos factores debes sumar otro que hemos visto en los últimos años: la desmilitarización de Europa.
–¿El Viejo Continente no podría afrontar un conflicto?
–Europa no está preparada para una guerra. El otro día se publicó un reportaje que afirmaba que solamente una minoría de europeos están entrenados para afrontar una reacción militar en caso de la invasión de otro miembro de la OTAN. No es sorprendente. Y lo curioso es que el país más pacifista es Alemania.
–Ahora ha surgido el Estado Islámico.
–No puede ser derrotado desde el aire, y esta idea americana de atacar sólo con aviones simplemente no está funcionando. Lo que quiero decir es que Estados Unidos va a tener que poner las tropas en el suelo. Pero incluso ellos son reticentes a trasladar más tropas para luchar contra el EI. Aquí es donde el EI ha sido diabólico en términos de propaganda, pues el efecto en EE UU de ver detenido a uno de sus soldados o que se difundan las imágenes de un piloto quemándose en una jaula, como sucedió en el caso del piloto jordano, ¿cuál crees que sería? Ésta es la guerra más sucia que hemos visto y me temo que vivimos con una mentalidad de sociedad civil, posmilitar en la seguridad y la sanidad. Psicológicamente, Occidente no está preparado para algo así.

Archivado en: