Aquellos fascinantes y entrañables viajes
Es un tópico manido comenzar recordando la importancia del viaje como símbolo de la experiencia del ser humano por la vida, como se ve en los versos que dedican al tema Kavafis o Machado. Tanto en la literatura como en las artes, los viajes y los personajes que protagonizan esos desplazamientos geográficos o interiores, reales o metafóricos, han sido entendidos como arquetipos del ser humano que transita por el tiempo que le ha sido dado habitar en este mundo. La literatura clásica no es ajena al tema y abunda en héroes viajeros y magníficos periplos. Recordemos a Ulises, que en su larga tradición literaria, no ya solo en Homero sino en Dante, Calderón, Kazantzakis o Joyce, ha devenido uno de los símbolos más perdurables del errabundo viajero que retorna al fin. O a Eneas, que ha simbolizado el héroe que viaja con su pueblo en pos de la tierra prometida. Y a Orfeo, el desdichado cantor tracio que simboliza el viaje al otro mundo buscando la trascendencia y su propio yo. Son personajes poderosos por su enorme tradición en nuestras letras, superior quizá a otros más antiguos, como Gilgamesh. Pero no solo son los héroes viajeros, sino también las historias, los viajes. Borges, basándose en nuestros clásicos grecolatinos, decía en «Los cuatro ciclos» que son unicamente cuatro las historias que se pueden narrar –el asedio de una ciudad, la vuelta a casa, la búsqueda de un tesoro o el sacrificio del héroe– pero, ¿cuál de ellas no se puede entender como viaje físico o simbólico? La idea del viaje nos hace acudir a la antigüedad clásica, padre y madre de nuestra cultura. Así lo han hecho los autores de un estupendo volumen que, bajo el título «Los pasos perdidos», nos presenta un apasionante panorama de esas travesías geográficas, iniciáticas, míticas o soñadas que han condicionado nuestra percepción del tema desde lo antiguo. Gracias a los dos editores del volumen, Mireia Movellán y Juan Piquero, recorremos de la mano de grandes expertos y voces singulares los senderos interminables del mundo clásico en el «leitmotiv» del viaje. Repasaré en breve las coordenadas literarias, artísticas, históricas y sociales que nos proponen.
Persiguiendo el misterio
Como apertura temática vamos de viaje al más allá de la mano de Alberto Bernabé, nuestro gran experto en el mundo órfico, que estudia el tema de la catábasis de forma panorámica y sugerente: el viaje al mundo de los muertos es uno de los temas clave que, heredados de la antigüedad, hemos recibido, por ejemplo, en la poesía simbolista, y no está de más volver la mirada, como hizo el desdichado Orfeo, hacia atrás, a los orígenes. Destacan también contribuciones como la de Bernardo Souvirón, una de las voces más creativas en los estudios clásicos, que nos propone una fascinante travesía con Homero en pos del misterio de Tartesos, siempre intrigante y probablemente irresoluble. Luego, el lector encontrará en este libro colectivo e inteligente análisis de capítulos como el viaje de Telémaco, por Raquel Fornieles, o el de Aristeas de Proconeso, por el coeditor Juan Piquero, casi un trip psíquico «avant la lettre». Muchos son los senderos de esta obra, que aborda el trasfondo mítico de la colonización griega arcaica a través de los oráculos, el viaje de los objetos legendarios, las peregrinaciones tardoantiguas a Tierra Santa, como la de la monja Egeria, o la construcción mitómana de Grecia en la Edad Moderna (merece mencionarse la indagación política en el viaje de los exiliados atenienses, por Mireia Movellán). El gran mitólogo Carlos García Gual nos muestra la cartografía viajera de las novelas griegas. Y una última perla, imprescindible: el ensayo de Carlos Sánchez sobre los viajes imaginarios de un nuevo paganismo moderno que inaugura Marsilio Ficino y cuyas postrimerías llegan a las sociedades iniciáticas de la modernidad, como la Golden Dawn, o al cómic. Aunque es un volumen abierto, plural, que combina a los maestros con los jóvenes investigadores, la impresión es magníficamente unitaria: el tema del viaje inspira a estos autores, y los muchos no mencionados pero igualmente estupendos, consiguiendo contagiar al lector. Hay que agradecer dos apoyos fundamentales sobre lo que se sustenta el libro. Por un lado, la benemérita Fundación Pastor de Estudios Clásicos,que lo auspició. Por otro, al apoyo económico del proyecto de investigación liderado por Alberto Bernabé en la Universidad Complutense, que ha permitido la publicación. Si a lo anterior le sumamos la espléndida edición en Abada, tenemos un volumen indispensable para los amantes del tema del viaje, literario, místico o histórico, en la antigüedad y su recepción.