Barnes, en brazos de la mujer madura
Esta es una historia de amor que se convierte en desamor para llegar a la absoluta falta de amor... pero es «la única historia» en la vida de Paul, un hombre que está en la edad madura y que recuerda sus días de vino y rosas con Susan, una mujer mayor que él, cuando aún era un joven imberbe. Nuestro protagonista cuenta con 19 años cuando arranca el relato. Se trata de un chico normal, de un vecindario corriente, que pasa unas vacaciones de verano después de su primer y aburrido año en la universidad.
Por sugerencia de su madre –y quizá también por matar el tiempo para que éste no le acabe por matar a él–, se apunta al club de tenis local y allí conoce a una mujer que ya no volvería a cumplir los cuarenta años, infelizmente casada, con dos hijas y cierta inclinación por la botella. Entre los dos se inicia una tórrida relación que marcará al joven el resto de su vida. La sinopsis dice poco y resulta manida, pero el enfoque de Paul, echando la vista hacia atrás y poniendo en duda su propia versión de los hechos, resulta absolutamente magistral. La memoria, ese mecanismo humano que nos hace rellenar los huecos allí donde los hechos se nos difuminan. ¿Realmente la amó tanto? ¿Una vida puede reducirse a una única historia, o la remembranza nos juega malas pasadas y distorsiona los hechos? ¿Fue realmente tal y como ahora lo recuerda o es así como se empeña en recordarlo? Ahí radica la magia de esta novela.
Paul cuenta cómo fueron aquellos días con una peculiar dosis de melancolía, con dolor por sentirse tan impotente frente a los hechos como en el momento en que los vivió. En definitiva, estamos ante una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre el amor y sus limitaciones (el amor no lo puede todo, esa sería una de las moralejas que extraer de este libro), sobre lo engañoso de volar mirando hacia atrás como el pájaro borgiano. Hay melancolía, claro, pero la narración la argumenta desde una considerable y consciente distancia. El autor no desea caer en sentimentalismos ni en tópicos y no exagera lo heroico de su amor prohibido, no encumbra el sexo ni idealiza los primeros momentos con Susan como amante.
Tachas y máculas
A medida que avanzan las páginas, todo varía considerablemente: de la mujer madura espléndida, inteligente y atractiva pasa a convertirse en un ser humano con tachas y máculas. No llegamos a conocerla realmente, o, al menos, no mucho más que lo hace Paul, quien, como nosotros, duda de todo a medida que van pasando los años. Si la vida, como repetía Lawrence Durrell es, en general, «un dolor de muelas largo y lento», Julian Barnes se convierte en este libro en el dentista principal. Desde su primera novela, «Metroland», hasta la actual, el escritor lleva abundando en el ejercicio de la melancolía que ofrece a un lector que aún siente cercano el torno en la muela. Una historia desoladora, brillante, llena de matices y profundamente reflexiva. Barnes, sin duda, en estado puro.