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Bienhallado, Mateo Díez

larazon

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En 1977 Jesús Torbado y Manuel Leguineche publicaban «Los topos», un escalofriante libro reportaje sobre quienes, temerosos de represalias, se ocultaron durante casi cuarenta años después de la Guerra Civil española. Sobre este tema se centra la reciente obra de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942), «La soledad de los perdidos», una ambiciosa novela que refleja el mejor estilo y los más característicos temas del ya clásico autor de libros como «La fuente de la edad» o «Las estaciones provinciales».
Encontramos aquí a Ambrosio Leda, quien se ha refugiado, tras una reconocible contienda fratricida, en la misteriosa localidad de Balma, la Ciudad de Sombra. Impelido por su clandestina situación, vaga durante las noches, desde el crepúsculo al amanecer, por los más diversos parajes de un desolado entorno en una perpetua huida de sí mismo y de los demás. Culpabilizándose y arrepintiéndose de sus víctimas del pasado, instalado en un pesado tiempo detenido, este personaje recorre una personal geografía del remordimiento purgando las consecuencias de una secular violencia social.
En la conocida atmósfera entre onírica y fantasmal que conocíamos con el ciclo novelístico de Celama se mueven como sonámbulos unos seres marcados por tensas coincidencias, absurdos episodios y su propia extravagante idiosincrasia; impresionantes así el poeta Lepo Corada, el borracho Corvino o el transtornado Marcial Mansarda, quienes conforman un universo de atormentadas situaciones simbólicas, metáfora de una colectividad arrasada por su pasado. Un relato plagado también de opciones morales que le hacen reflexionar al intrigante Carpo Expósito: «Yo nunca obedecí lo que la conciencia me dictaba, y le juro a usted que siendo malo me he sentido mucho mejor que si hubiera sido bueno». (pág. 542). Con una desasosegante trama diversa, una envolvente ambientación ensoñada y una acertada reflexión civil, ha logrado una de sus mejores novelas.