Brutalidad gore a lo «Kill Bill»
Los nuevos personajes de Karin Slaughter giran hacia la violencia
Vender 30 millones de novelas, traducidas a 32 idiomas, parece algo baladí, pero los méritos literarios de esta autora de intriga son dignos de atención. La fama de Karin Slaughter le viene de dos series: la del Condado de Grant, protagonizada por la forense Sara Linton, su marido Jeffrey Tolliver y la detective Lena Adams, y la del agente especial Will Trent. Ambas la han convertido en un referente de culto de la novela criminal. Al éxito de la primera de la serie, «Ceguera» (2001), le siguieron cinco títulos más de intriga psicológica protagonizados por personajes femeninos dotados de un endiablado carácter, poco usuales en este tipo de novelas de suspense. Sus tramas suelen ser enrevesadas y la violencia de un realismo descarnado, sin concesiones ni paños calientes.
En «Flores cortadas», Slaughter abandona las series que le dieron fama internacional y da un giro a su estilo más convencional, superada tanto en la composición narrativa como en la brutalidad gore de sus personajes. El libro rezuma violencia física y verbal, está plagada de golpes de efecto inesperados y su hiperbólica trama deja al lector suspendido de un hilo cada vez que recela de su sorprendente relato. Es un ejercicio de estilo tan bien llevado y a tal ritmo que la verosimilitud acaba pasando a un segundo plano, suplida por la capacidad de intriga y su soberbio despliegue narrativo. El relato en tercera persona se alterna con otro en forma de diario que cumple la función de apaciguar el principal, concebido como una montaña rusa por la que se precipita el lector de forma desbocada, siguiendo los altibajos por donde discurre una trama tan repleta de giros imprevistos y suspense que parece escrita a medida que se lee.
Desde el comienzo, los dos personajes principales quedan meticulosamente definidos como dos hermanas enemistadas, de carácteres opuestos, atrapadas en una historia abracadabrante que se enreda sobre sí misma y entrelaza al resto de personajes de forma tan ingeniosa que el lector no llega a calibrar el tremendo enredo en el que están metidas. Un precedente sería «Perdida», de Gillian Flynn, pero con una utilización dramática de las tecnologías, violencia y aberrantes «snuff movies».
- Peripecia enloquecida
Nada es lo que parece y lo que parece acaba por componer un relato cuya verosimilitud se mantiene gracias a la velocidad y enloquecimiento de la peripecia. La maldad se presenta con desmesura. Las mujeres son victimas vengadoras tan salvajes como sus violadores y el relato adquiere tintes tarantinianos desde el momento en que Karin Slaughter decide convertir a sus apocadas y confusas protagonistas en sangrientas asesinas a lo «Kill Bill». El talento narrativo de Karin Slaughter alterna una desmesurada verbosidad con su capacidad para seducir al lector desde el inicio y precipitarlo en un relato a tumba abierta.