Café y guerra
Una de las características de la mejor literatura es su capacidad de regeneración creativa, mutando en fórmulas más modernas y sugerentes. Gracias a Roberto Bolaño, César Aira, Ricardo Piglia o Jeremías Gamboa, sabemos que más allá del «boom» continúa habiendo vida. Libertad imaginativa, personal recreación de originales historias, sabia combinación de materiales culturales y una distante ironía crítico-social conforman esa interesante renovación de las letras hispanas en una clara huida de la alargada sombra de Gabriel Gar-cía Márquez. En esta línea se publica «Coronel Lágrimas», primera novela del Costarricense-Puertoriqueño Carlos Fonseca y ya una sólida aportación a este proceso de modernización narrativa. Hallamos aquí a un anciano coronel apátrida autorrecluido en una aislada casona del Pirineo; melancólico y decadente, matemático aristocratizante, obseso de los datos y gran bebedor de café. Lleva años dedicado a enmarcar su vida en unos hechos históricos de convulsa relevancia; él y sus ascendientes se pasean por la revolución bolchevique, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, Woodstock y Vietnam en un recorrido metafórico que simboliza la conciencia de un siglo XX marcado por la sinrazón. Destaca en este relato –inspirado en el matemático Alexander Grothendieck–la ambivalencia entre recordar y olvidar, la condicionante presencia del pasado y la configuración estética de la Historia. Lograda novela de imaginativas propuestas.