Connelly, el detective cambia de género
Además del acontecimiento literario que supone un nuevo título de Michael Connelly, la sorpresa es que vuelve con un nuevo protagonista: la detective Renée Ballard. Una joven policía de LAPD que ha sido relegada al turno nocturno o «late show» junto a un detective al borde de la jubilación por denunciar a su jefe por acoso. Aunque nadie la ha creído, ni siquiera su compañero de guardia. Ballard representa la feminización del viejo Bosch. La vuelta del héroe solitario que investiga un caso a ciegas, sin permiso y en abierta oposición a sus superiores. Como Bosch, se salta todas las convenciones policiales.
Aparte de la juventud, poco diferencia a la detective Ballard del viejo Bosch. Participa de los mismos valores insobornables del detective que lleva protagonizadas veinticinco novelas. Es igualmente tenaz, valiente y con una herida infantil que hace de ella un ser doliente, cuya melancolía mitiga mediante el surf y su perra Lola. Superar sus complejos de culpa y la soledad le ha llevado a la policía, donde trata de encauzar su espíritu indómito mediante la ley, el orden y «esa descarga de adrenalina» al descubrir al criminal, para volver a sentir «ese momento de clarividencia» que es «como el santo grial del trabajo de un detective». Para Ballard, el que intuiciones y sospechas se transformen en certezas de culpabilidad «no tenía que ver con pruebas, procedimiento legal o causa probable. Era solo un conocimiento visceral». Nada supera a esa sensación en la vida de Ballard, por otro lado tan sin techo, como el perro apaleado que ha adoptado y la pobre «trans» acuchillada, a la que cuida como a un ser en tránsito tan desvalido como ella.
Otro elemento común es la ambientación policial. Es un rasgo de estilo de Connelly: fijar la historia detectivesca en la policía de Los Ángeles, estudiar de forma realista el entorno, sus rutinas diarias y la historia de ese departamento famoso por su pasado de corrupción. Es el tipo de costumbrismo que ha influido en la novela contemporánea criminal, pero exagerado en las nuevas autoras británicas y francesas y que opera aquí como un trasfondo transparente sobre el que se recortan los personajes y cobra sentido su universo literario clásico.
Siempre Los Ángeles
La ambientación no es un capricho del autor, sino que refleja la realidad policial hasta extremos de filigrana ética, adecuada para marcar las líneas entre el trabajo bien hecho del honrado detective y los desvíos de la corrupción en la que se ven inmersos policías, políticos, fiscales y periodistas venales. El último elemento que comparten Bosch, «el abogado del Lincoln», y la recién llegada Ballard es la ciudad de Los Ángeles, tomada donde la dejaron Spade y Marlowe: Laurel Canyon arriba, La Brea, Sunset y Hollywood Bulevar, Santa Mónica y el nuevo centro hipster de LA. Connelly factura con pericia las novelas, crea de forma fluida sus historias y urde las tramas para que el lector vislumbre con nitidez el mundo de Bosch o de Ballard con la naturalidad de los severos habitantes de los cuadros de Hopper.