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«Convivir con el lado oscuro da más pie a corromperse»

Lorenzo Silva y Mara Torres / Escritores
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Es tan difícil como sorprendente encontrarse con un ganador del premio Planeta y una finalista tan unidos. Y además resulta enormemente fructífero, porque a partir del fallo del jurado del premio literario más prestigioso del país, ambos escritores han de conformar una pareja inseparable durante una tan larga como singular gira de promoción por España. En el caso de Lorenzo Silva y Mara Torres, ese viaje no es sólo el de dos escritores premiados, es el de dos colegas, el de dos amigos que se leen, se estiman, se entienden y hasta se complementan en las entrevistas. Casi seguro que, en más de un recorrido, ambos van cantando a dúo alguna canción de Extremoduro, cuya música tiene presencia y protagonismo, curiosamente, en sus dos novelas ganadoras: «La marca del meridiano» y «La vida imaginaria».
-Es innegable que ustedes tienen mucha complicidad...
-Mara Torres: Bueno es que cuando yo entré en la SER, hacía un programa local, pequeño, de Madrid y luego uno más grande, de madrugada, y, como estaba sola, siempre llamaba a los que sabía que me iban a decir que sí y encima me gustaban. Y Lorenzo, que dijo que sí desde el principio, cuando empezó a escribir ya con peso, a ganar premios, a que se hicieran películas de sus libros, siempre me seguía diciendo que sí. De hecho, el año pasado le llamé para la 2 Noticias y le dije: ¿quieres venir a dirigir la 2? Y me dijo que sí. Siempre me ha dicho que sí, así que es para mí un orgullo estar a su lado.
-Lorenzo Silva: Pero no tiene ningún mérito. Hubo una época en la que mis lectoras seguras eran mi madre, mi abuela y Mara (Risas). ¡Y eso hay que agradecerlo como se merece!
-Sus novelas, que en principio no podrían estar más alejadas, siendo una policíaca y desarrollándose la otra en el ámbito de lo femenino, tienen varias cosas en común: las rupturas amorosas que lo marcan todo, la música, la verosimilitud de los personajes... Los guardias civiles de Lorenzo Silva, en «La marca del meridiano», parecen no sólo de carne y hueso, sino personas interesantes...
-L.S.: Es que los guardias civiles son más interesantes y sobre todo más ingeniosos de lo que la gente se cree. Y muchos miles de ellos ahora ya no son hombres sino mujeres, lo que rompe el tópico. La sensación general, es que es un hombre de pueblo, poco instruido, rígido... Han sido así, qué duda cabe, muchos de ellos. Pero yo me he encontrado muy pocos así entre los guardias civiles de hoy, por no decir ninguno.
-Tan real como para verla a la vuelta de la esquina es la protagonista de «La vida imaginaria», de Mara Torres, cuyo nombre intuyo que se va hacer tan famoso como el del mísmisimo Belvilacqua de Silva: Fortunata Fortuna.
-M.T.: Nata. Que suena mejor. Aunque luego acabas queriendo un poco a Fortunata E incluso te da cierta ternura que tenga ese nombre que compensa con Fortuna. Porque yo decía: «¿la gente rechazará un poco a Fortunata?». Porque como tiene el nombre del gran personaje de Galdós, el perdedor de «Fortunata y Jacinta»... Nadie llama a su hija Fortunata, cosa que a mí también me llamaba mucho la atención, porque en realidad ella puede con todo. O sea, es una tía que apuesta por el amor hasta la muerte y encima acaba perdonando a Jacinta. Es que lo tiene todo. Y yo dije: «pues voy a apostar por Fortunata».
-Parece que ha logrado, por el nombre o a pesar de él, que todo el mundo empatice con esta chica abandonada por su amor...
-M.T.: Yo creo que lo que hace empatizar al lector con Fortunata es que el amor es algo absolutamente extraordinario y cuando uno está viviendo una historia de amor o desamor cree que sólo le pasa a él o a ella. De hecho, todo el tiempo quiere hablar de lo mismo, y que la gente alrededor analice cada segundo de lo que ha pasado: «¿por qué dijo eso?»; «¿por qué dijo aquello?»; «¿por qué no te llamó aquel día?»... O sea, es tan extraordinario como común. De ahí el que cuando alguien te da una interpretación, acierta. Bueno, al final todos somos muy parecidos en el amor y nos comportamos de manera bastante parecida. Y luego está la cosa romántica, ¿no? de arrancar una peli y que te guste un tío que da a un botón y se cae la mujer porque él dice que no soporta a las que no saben volar y tú piensas: «joder, ¿yo sabré volar». ¿El que me conozca pensará que vuelo? ¿O que soy, normal? Y en general, todos somos normales, pero todos volamos.
-No se si los guardias civiles de la novela de Lorenzo Silva vuelan como le gustaría al protagonista de la película «El lado oscuro del corazón», de Eliseo Subiela, que tanta presencia tiene en la novela de Mara Torres; lo que sí sé es que también pueden caer, que tienen debilidades...
-L.S.: Como todos los seres humanos. Cuando haces una novela policíaca en la que los personajes son recurrentes, que los has tenido en otros escenarios, los lectores los conocen y esperan algo, pero además tienes que sorprenderlos, no les puedes contar lo que ya les contaste, no puedes clonar las novelas anteriores. Y en esta ocasión, la historia que yo cuento, es verdad que es complicada, una historia dura, difícil, pero es una manera de reinventar a los personajes, de redescubrirlos, porque salen a la superficie capas de ellos que no eran conocidas, a través de sus debilidades. Es interesante señalar que nadie tiene más oportunidades de corromperse que quien convive permanentemente en el lado oscuro. Los narcos quieren meter de todo en los puestos fronterizos y les pueden ofrecer a los guardias civiles quintuplicar su sueldo.
-¿Hay muchos de ellos comprables?
-L.S. Diría que bastante pocos para los que podría haber. Aunque sólo se piense en el de Barcelona o en el de Bilbao, tenemos un país con muchísimos puertos y en todos ellos, hay guardias civiles y muchas oportunidades para corromperse.
-Está claro que lo que no les queda es tiempo para aburrirse ni un domingo, como le pasa a la Fortunata Fortuna de Mara Torres...
-M.T.: Fortunata, como toda una generación, tiene tanto miedo al compromiso como a que llegue una tarde de domingo y se aburra en el sofá. De hecho, la primera versión del libro se llamaba «Los domingos de mierda»,porque cuando a alguien la deja su novio sin darle ninguna explicación, lo primero que se te echa encima son los domingos. Porque el viernes sales, el sábado también...y el domingo tienes resaca, nadie te llama porque «nos vamos a una barbacoa, sólo de parejas, pero vente si quieres», y al final te quedas sola y pensando que tu domingo, la verdad, es una mierda.
-Lo que no se si es una mierda, pero sí debe ser duro para un Guardia Civil es, durante una investigación policial, tener que reencontrarse con uno mismo...
-L.S.: Sobre todo si, como Belvilacqua en esta novela, sabe que no va a salir airoso de todos sus recuerdos...

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