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De mayor quiero ser arquitecto

Firme, útil y bella en relación con el cosmos eran las tres cualidades que debía, según Vitruvio, cumplir el arte de la construcción. Juan Bordes compila en este volumen, que será libro de cabecera para generaciones, la génesis de los juegos de construcción y su influencia en el bello oficio de la arquitectura. «historia de los juguetes de construcción». Juan Bordes. cátedra. 383 páginas. 29 euros
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Si para la antropología el juego es considerado parte de la experiencia humana y generador de las primeras actividades comunicativas previas a la aparición del lenguaje, el presente volumen podría titularse «El libro sagrado de los juguetes de construcción», porque el juego es lúdico pero, a su vez, tremendamente serio. Y para compilar estas articulaciones constructivas desde su remota génesis hasta hoy, asociándolas a las bellas artes –no en vano su subtítulo es «Escuela de arquitectura moderna»– se precisa del rigor que sólo un arquitecto y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando podía imprimir analizando el hecho desde todas sus aristas: pedagogía, creatividad, creadores implicados, destinatarios, materiales, constructores, firmas...
Estamos ante un delicioso resumen que es una monumental tarea de recopilación, análisis e ilustración de la arquitectura en paralelo con los juguetes de construcción que divulgaron las principales ideas de los artistas vanguardistas. Hasta tal punto es así que no sólo comprobamos cómo su cronología coincide con la de los movimientos artísticos de vanguardia, sino que incluso anticipa los logros de la arquitectura construida. Huelga decir que sería imposible haber abordado este libro, no sólo sin el acervo cultural de Bordes, sino también sin su colección que aúna más de quinientos ejemplares con la que ha construido un exquisito recorrido histórico, analizándolo desde la perspectiva de su profesión, al tiempo que ha reproducido y fotografiado todos los juegos, procurando explicar las posibilidades constructivas que cada uno ofrece, dotando a estas páginas de un doble valor: el ilustrativo y el narrativo.

Ni mecano ni Lego

Un aspecto muy de agradecer, amén de su humildad, es que no ha pretendido en modo alguno escribirlo desde las tripas o la nostalgia. Tanto es así que deja muy sentadas sus bases desde el párrafo inicial cuando enuncia que durante su infancia jamás jugó con mecanos y sólo poseyó un Lego que apenas llegó a tocar. Por ende, su primer acercamiento y posterior interés se apuntalan sobre el recuento de las grandes posibilidades que estos juguetes tenían desde la perspectiva arquitectónica y cómo la reproducen de forma sintética y eficacia divulgativa. Que el infante ha jugado a construir desde siempre, ordenando o recreando los objetos que tenía a su alcance, es un hecho tan arraigado en la naturaleza infantil como el dibujo. No obstante, reconstruir la prehistoria de estos juguetes es complejo. Se les atribuye un nacimiento incierto a finales del siglo XVII, con una evidente manifestación en los castillos de cartas y bloques alfabéticos. En la segunda mitad del XVIII, tuvieron un desarrollo artesanal como objetos de lujo destinados a los hijos de los aristócratas y con los que se podían formar monumentos o fachadas de edificios emulando las construcciones de la época. Sólo a principios del XIX, al comprenderse su potencial educativo, fueron integrados como material didáctico en programas docentes punteros de la época, de tal suerte que pasarían a convertirse en objeto de fabricación industrial. Dicho así resulta sintético en exceso, pero la morosidad con la que se navega entre sus páginas e ilustraciones es el verdadero regalo de esta cronología analizada que hunde su razón de ser en la siguiente máxima: «Las raíces de nuestro entendimiento de la arquitectura están en nuestra infancia y residen en nuestra biografía».
El libro está dividido en cinco partes atentas a la tríada vitruviana «firmitas, utilitas, venustas» (firmeza, utilidad, belleza) y completadas por materiales en los que están construidos (cartón, madera, piedra artificial, cerámica cristal –como símbolo de cualidades morales de la arquitectura moderna–, el plástico (y sus diversos procedimientos), el metal y los materiales magnéticos)... En conclusión: un volumen didáctico, historiográfico, arquitectónico, conectivo, empático, ilustrativo, corrosivo contra el aburrimiento... Cuasi perfecto.

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