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Debo encontrar a mi hija

larazon

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El velero en el que transcurre la acción de esta novela corta se llama «Ismael». El homenaje a «Moby Dick», paradigma insuperable de las novelas marítimas está servido, y aunque sea habitual no está de más, porque Melville es una referencia que se convierte en punto de unión con los lectores, al menos con los buenos lectores. Si aquel Ismael decidía embarcarse porque era su manera de «disipar la melancolía y regular la circulación», «En el mar» nos presenta a un hombre de cuarenta años que atraviesa una crisis personal y laboral y se decide dejar su trabajo durante tres meses y navegar en su velero por el Mar del Norte. Tras recorrer las costas de las islas británicas hará la última etapa del viaje con su hija. Donald recogerá a María, de siete años, en Dinamarca y navegarán juntos hasta Holanda, donde los esperará su esposa y madre de la niña.
Apenas transcurridas unas páginas, el padre va a arropar a María, que supuestamente duerme tranquila en su cabina en una noche de tormenta, y descubre que ha desaparecido. No está en el barco y la angustia se desborda: «Debo mantener la compostura. No puedo caer presa del pánico. Eso es lo peor que se puede hacer en el mar. Si uno se deja llevar por el pánico, ya no es capaz de pensar. [...] Ha llegado el pánico». Es de noche, la bruma envuelve al barco y la visibilidad es casi nula, pero Donald se lanza al mar para buscar a su hija; las dificultades para nadar en un mar embravecido son enormes y la angustia crece. El pánico invade al padre y la intriga se apodera del lector, que ha de esperar para saber qué ha sucedido, pues la novela juega continuamente con los «flashback». Mientras tanto, asistimos a las reflexiones de Donald sobre su vida, matrimonio, trabajo, la paternidad y las diferencias entre el afecto de las madres y el de los padres y la forma peculiar que adquieren las relaciones entre un padre y una hija.
Crisis de la mediana edad
El temor por los hijos, el miedo a que algo malo pueda sucederles, es un tema crucial de la novela. A este añadimos la crisis de la media edad y la confusión entre realidad y ficción. Antes de terminar el libro descubrimos lo que ha sucedido con María y el lector se sientedecepcionado, aunque también aliviado. No descubrimos nada esencial porque aún falta la vuelta de tuerca definitiva en la última parte. La primera persona cambia a la tercera en busca de la objetividad que aclare los hechos y nos descubra dónde está la hija y qué le ha sucedido al padre. Heijmans ha escrito una novela que mantiene la intriga del lector y sorprende en la resolución final. Como diría Ismael: son cosas de este raro asunto entremezclado que llamamos vida.

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