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Del drama al vodevil solo hay un paso

larazon

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La heroína de la intriga doméstica es una mujer. Un hombre, malo malísimo, maltrata de mil formas a esa esposa y madre abnegada en apuros, hasta que, sacando fuerzas de flaqueza, logra derrotar al malvado que ha puesto todo patas arriba. No es que la mujer siempre sea buena –«Perdida» es un ejemplo–, pero las intrigas de este subgénero de moda tratan de la violencia doméstica y la rebelión de la joven enamorada que duerme con su enemigo: mujeres corrientes acosadas en sus propios hogares. La trama tiene todos los componente de la psicopatología de la vida cotidiana: amor fatal y celos enfermizos, y las consecuencias de llevarlos hasta la enajenación y una degradación insostenibles.
El deseo y la venganza suelen merodear en estas intrigas psicológicas sin llegar a los extremos de Medea, pero con un fatalismo similar. Se muestran las dos caras de lo cotidiano, lo siniestro freudiano: aquello que siendo familiar se vuelve extraño, aunque aquí cabría hablar de «todo lo que debía haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado».
Es el nudo de «Un mal negocio»: que los actos inmorales de Roz, una fisioterapeuta con apuros económicos, al aceptar una proposición indecente, lleguen a salir a la luz. No solo porque sean social y personalmente inconvenientes, sino porque la protagonista se ha metido en un laberinto de equívocos y malentendidos que de airearse tendrían consecuencias demoledoras. Lo que podría ser un acto de libertad personal indecente se complica con las relaciones familiares y emocionales, y se convierte en una cuestión moral.
El acierto de Paula Daly es la finura con la que va tejiendo la tela de araña en la que se enreda Roz. Su escritura fluye. Narra en primera persona como quien cuenta una historia singular, de forma ingeniosa y divertida, con un trasfondo realista. El suspense es de lo más sofisticado y va en aumento a medida que la fisioterapeuta se complica, hasta que, con un giro sorprendentemente divertido, cambia el registro dramático por el vodevil. Daly seduce más por su prosa chispeante y divertida que por una trama en exceso enmarañada, estilo montaña rusa. Prefiere la psicología y la transparencia, los hechos cotidianos y la angustia de las mentiras que culpabilizan a la protagonista. Porque la moralidad sobrevuela.
Consecuencias imprevisibles
En resumen, Roz es una mujer buena que se acuesta por dinero para salir de un conflicto y se mete en un laberinto imprevisible. Pero la novela trata de todo lo contrario: de cómo una mentirosa compulsiva es incapaz de entender que la culpabilidad no justifica los malos actos y que aceptar sus beneficios redobla esa inmoralidad.
¿En qué lugar se coloca la autora? Con gracejo justifica los actos de Roz, porque si se hace por necesidad la inmoralidad está algo justificada. Lástima que una intriga ingeniosa y repleta de suspense, con un par de golpes soberbios, termine deslizándose la comedia de enredos trivial que justifica que no hay mal que por bien no venga.