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Desde el noviazgo hasta la muerte

«Monumento de amor» recoge las cartas inéditas entre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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«Monumento de amor» recoge las cartas inéditas entre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí.
En 1959 Ediciones de la Torre, dentro de su colección dedicada a las publicaciones de la Sala Zenobia-Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico, editaba un libro curioso preparado por el crítico literario y ensayista Ricardo Gullón. Bajo el muy hermoso título de «Monumento de amor» se trataba de reconstruir un libro proyectado por Juan Ramón Jiménez con algunas de las cartas que se escribió y recibió de su esposa Zenobia Camprubí. El pequeño libro tenía 104 páginas.
Ahora, tantas décadas después, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes lanza ese «Monumento de amor», pero no una reedición, sino considerablemente ampliado como lo demuestran sus 1.338 páginas. Bajo el cuidado de María Jesús Domínguez Sío, el lector puede contar ahora con la totalidad de las cartas enviadas entre 1913 y 1956 de una de las parejas literarias más importantes de nuestras letras. Se trata, y no es una exageración decirlo ahora, de un libro ya fundamental para conocer mucho mejor a los dos autores, una obra que viene a suplir la ausencia de una biografía definitiva de Juan Ramón y/o Zenobia.
Gracias a las 727 cartas editadas y estudiadas por Domínguez Sío podemos seguir a la pareja desde su noviazgo hasta su muerte en el lejano exilio de Puerto Rico. Es una historia de amor, aunque al principio Zenobia no quería saber nada del poeta, hasta el punto de perdirle a Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia, que ayudara a Juan Ramón a olvidarla. El autor de «Platero y yo» encontró en Zenobia a la lectora ideal, a una crítica literaria que no le ocultaba sus impresiones. En carta del 2 de enero de 1952 él se lo agradece afirmando: «¡Cuánto vales, Zenobia mía, que yo no merezco más que porque sé como nadie lo que vales en cualquier sentido! Para mí has sido revelación de lo mejor y en mis libros está esa revelación por todas partes. No hay más que leer lo que escribía luego y antes de conocerte».
w testimonio de la distancia
Zenobia es la cómplice, la persona que siempre necesitó Juan Ramón a su lado. Las misivas como testimonio de la distancia entre ellos por algún viaje son conmovedoras porque nos dibujan al poeta, antes de ganar el Premio Nobel, muy humano. Véase, por ejemplo, lo que le dice en una del 25 de septiembre de 1915: «Zenobia mía de mi vida, rica, bonita, encanto mío: ¡qué desesperación! Cada día me despierto con la ilusión de que me digas en tu carta ¡allá voy!, ¡y nada! Yo me había imaginado que estaríais aquí para fin de mes, es decir, para estos días y ¡me da una angustia la tardanza! Ahora me haces ya falta para todo: tenemos que empezar a trabajar en las cosas nuevas, tenemos que organizar y preparar cien mil cosas».
El volumen se complementa con la inclusión de «Lira», la colección de poemas juanramonianos, muchos de ellos inéditos, a la musa. Junto este material tenemos los retratos que uno escribió del otro, ejemplos de sinceridad, de un amor sin fisuras. Así lo demuestra Zenobia: «Juan Ramón, cuando está en casa, es todo ojos. Lo demás es un contorno armonioso que los acompaña, excepto la sonrisa, que casi puede igualarse con los ojos».