Ensayo

Eco y sus textos de ocasión

La Razón
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Las mejores ideas, a veces, surgen ocasionalmente. O también por encargo. A lo largo de la última década, Umberto Eco pronunció una serie de conferencias y escribió algunos ensayos sobre temas tan diversos que, si no se los hubiesen pedido, jamás habría reflexionado sobre ellos. Temas determinados por una excusa exterior que resultaron más fecundos, dice el autor de «El nombre de la rosa», que los nacidos «por alguna jerigonza interior». Astronomías y geografías imaginarias, recuerdos de la neovanguardia del Grupo 63, reflexiones alrededor de la obra de Victor Hugo y de Joyce. De todo se vale Eco para medir el pulso de una cultura en la que la noticia cotidiana y el «bordello» diario impiden escuchar aquello de lo que realmente él desea hablar: la idea de lo absoluto en medio de tanta relatividad y la manera en que las sociedades necesitan construir enemigos para poder subsistir y conservar una identidad, aunque sea imaginaria. «Disponer de un enemigo es importante, no sólo para definir nuestra identidad, sino también para dotarnos de un obstáculo ante el cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al enfrentarnos a él, nuestro propio valor», señala Eco, lo cual implica, también, una postura ética, que es la aceptación del otro; es decir, «destruir los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad».

Textos de ocasión. Así denomina Eco a estas catorce piezas en las que, fiel a su estilo, apela tanto a la cita erudita como al sentido lúdico del saber. Quizá porque su intención no ha sido buscar la originalidad, sino la diversión de quien lo ha escrito y de quien, al leerlo, no lee ninguna jerigonza.