Crítica de libros

El peluquero oculta algo

El peluquero oculta algo
El peluquero oculta algolarazon

En 1989 se publicaba una sorprendente novela que agitaría gratamente el panorama de la narrativa en castellano, «Juegos de la edad tardía», del hasta entonces desconocido Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948). No era una nueva novela sobre la Guerra Civil española, un testimonio de denuncia social, un cúmulo de entelequias psicológicas, un alegato existencialista, ni un relato de pretensiones experimentales. En una prosa sencillamente clásica de distanciado tono paródico, se proponía una intensa revisión de la tradición realista, un original discurso narrativo caracterizado por la ambivalente identidad de los protagonistas, la intencionada impostura de los diálogos, absurdas situaciones cómicas, una onírica ambientación simbólica y la transgresora mezcolanza entre el pasado y el presente de la acción.

En los últimos años, con una regular constancia, Landero ha ido afirmando un estilo propio, de sensible ternura, incisiva ironía y contundente rigor estilístico. En «La vida negociable» encontramos la historia de Hugo, un muchacho que asimila tempranamente una lúcida indicación de su padre: «Aprenderás el precio del tiempo y de las cosas y a convivir con la angustia, que es acaso la llave maestra de la felicidad». Bajo este supuesto desarrollará un perfil de pícaro antihéroe, chantajeando a sus padres, trastornado con un platónico amor juvenil, sirviéndose de las debilidades de los demás y, al cabo, gozando a su modo, en una mezcla de astucia e inocencia, de cada momento vivido: «El pasado da pena y el futuro temor. Sólo nos aprovecha el presente».

Acabará como un reconocido peluquero, contando a los clientes su mixtificada existencia, tejida de oscuros secretos y pequeñas conspiraciones cotidianas, amargos desengaños personales y extravagantes vicisitudes. Se trata de un personaje a la búsqueda de su lugar en el mundo. Su desnortada identidad le lleva a un vagabundeo vital plagado de absurdas situaciones, jocosos equívocos, patéticas frustraciones –como aquel desamor adolescente– y sorprendentes carambolas del destino.

Moral y transgresión

Es ésta una novela de acendrado tono moral, una fábula amable –que no complaciente– sobre lo que se debe pagar por el logro de los proyectos personales, una suerte de folletín ético que no conviene leer en clave exactamente realista, sino como un relato metafórico sobre la dureza del cotidiano vivir. La influencia de Cervantes convierte esta áspera temática en un discurso teñido de tolerante bonhomía y condescendiente humanismo. Hugo se irá reconociendo en sus ocurrentes resortes de supervivencia, progresando en la construcción de su personalidad, y todo ello en medio de la redención de las culpas de los protagonistas, el valor de la conciencia personal y la azarosa versatilidad del destino. En su continuo idear desquiciados mundos ensoñados, quiméricas empresas imposibles, nuestro héroe cometerá un robo, una transgresión ésta que le enfrentará a su cuestionable conducta: hacer el mal social para lograr un bien propio; una estrategia inútil cuando se busca el reconocimiento sentimental y la feliz identidad definitiva.

Logrados personajes secundarios, como Leo, la rebelde amiga de Hugo, o el brigada Ferrer, el peluquero mentor del protagonista, entrañable y buen consejero, configuran un pintoresco elenco de intencionados perfiles éticos. Un característico humor, la impecable prosa clásica, una intrigante acción y una buena estructura narrativa conforman lo mejor de esta excelente novela.