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«El pobre polidori» clama venganza

larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Lo expresó Borges: algo, que no se nombra con la palabra azar, rige ciertas coincidencias en las que resulta inevitable apelar a algo distinto. Sus palabras bien podrían aplicarse a lo que le sucedió en Villa Diodati, a orillas del lago Lemán, el 16 de junio de 1816. Carrère, en su última novela antes de dedicarse a la no ficción (publicada ahora en castellano), nos propone un viaje lisérgico a aquella villa a la que a tantos «románticos» nos hubiera fascinado haber sido invitados. Alquilada por Lord Byron, se reunieron con él Percy Bysshe Shelley, su novia Mary Wollstonecraft Godwin (amante de Percy) y Claire Clairmont, hermanastra de Mary. Junto a ellos se encontraba John William Polidori, médico, secretario personal de Byron y aprendiz de escritor.
Caen copos de una nieve gris desde hace diez días. Este raro tiempo tiene una explicación meteorológica: la erupción de un volcán en los Mares del Sur, que provocó un tsunami en las costas de Bali, inundó vastas extensiones de China, llenó la atmósfera de ceniza y azufre y trajo a Europa el verano más frío del milenio. Pero ninguno de los invitados sabía nada. Hace tanto frío que los jóvenes encienden la chimenea.

Juego de matrioskas

Beben, comen, pero, sobre todo, hablan. «El pobre Polidori», como le llamaban, aporta su rigor científico exponiendo sus ideas sobre el galvanismo, la electricidad que Franklin acababa de arrebatar a los cielos, las investigaciones con cadáveres del doctor Dippel en el castillo de Frankenstein... También leen. Se entretienen con un volumen de cuentos de terror, «Phantasmagoriana». Entonces, se produce el detonante sobradamente conocido: Byron propone que cada uno escriba su propio relato de terror. Claire abandona, Shelley inicia el relato de un fantasma que acecha en el dormitorio de un niño y Byron aborda un borrador de dos amigos que realizan un viaje a Grecia en busca de los orígenes de la civilización clásica. Sólo Mary y el médico, se afanan: él alumbraría «El vampiro» y Mary su «Frankenstein».
Mientras a la amante de Shelley le animarán a continuar, el anfitrión de Diodati se burlará de Polly Dolly, como llamaba a su secretario. Así nace esta historia construida como un juego de matrioskas. Una novela de novelas en la que aquellos relatos góticos se abren hacia una narración noire en la que Carrère presenta a un arruinado Polidori, al borde del suicidio que vive en casa de una prostituta a la que no desea, movido sólo por los opiáceos. Se malicia que Byron se ha apropiado de «El vampiro» y que Mary le ha robado las ideas para su «Frankenstein». Así, arrebatado por un alter ego, el capitán Walton, crea una versión alternativa del muerto que volvió a la vida, en una constante sucesión de vueltas y revueltas magistrales. La pluma de Carrère le concede la justicia poética que su siglo le arrebató. No obstante, pese a que «El vampiro» fue la obra cumbre de John William e influyó en la literatura vampírica posterior, ha pasado a la Historia como notario de las vidas de otros más que como un escritor stricto sensu. Carrere nos lega un Polidori más vivo que en vida y que provoca el despegue del francés hacia una de las carreras literarias más sólidas del momento.