El rock se ahoga en la bañera
Vernon Subutex ha visto mejores días. Alex Bleach, estrella del rock francés, ha muerto de sobredosis –cual Jim Morrison–, en la bañera. Una cascada de desazón para sus seguidores pero una verdadera desgracia para este cincuentón vendedor de discos. El «rockstar» no era solamente un amigo, sino también el valedor de su tienda. Por tanto, ahora se encuentra desahuciado; sin hogar, sin familia, completamente solo. Sus amigos han muerto o han abandonado la capital del Sena. Una ciudad demasiado cara y que a él le resulta ya demasiado hostil. Es así como Vernon comienza su deriva tirando de los pocos conocidos que le quedan. Para no tener que vivir a la intemperie, rotará de sofá en sofá, permitiéndonos descubrir una serie de personajes que la autora utiliza para realizar una radiografía de la sociedad parisina contemporánea.
A través de capítulos diseñados como episodios de una miniserie, iremos conociendo a distintos arquetipos, hasta que el «thriller» urbano termina guiando la narración. Porque nuestro protagonista guarda un as en la manga: le quedan las filmaciones que realizó el propio Bleach y que dejó en su apartamento a modo de testamento. La intriga alrededor de las declaraciones de la estrella del rock será el hilo conductor de esta novela que forma la primera parte de una trilogía que, con un estilo directo y no exento de crudeza, nos ofrece una sátira de la vida actual: la precariedad, la creciente desigualdad, el escapismo narcótico, el desespero colectivo, el egoísmo generalizado y el conservadurismo rampante.
La ambición de Virginie Despentes se percibe claramente desde los primeros capítulos. Se le huele por las costuras del verbo las ganas de sorprender, y más aún, de provocar a sus lectores pequeño burgueses. Desea sacudirles evidenciando los «tiempos líquidos» en los que vivimos a través de una moderna comedia inhumana. Para tal propósito no duda en utilizar, además de la desesperanza, uno de sus temas favoritos: el sexo explícito, crudo y rudo, un ejercicio ciertamente peligroso del que no siempre sale indemne.
Riffs y punteos
Pese a ciertos tramos poéticos y un claro dominio del ritmo y el nervio narrativo, hay que reconocer que la autora no siempre cultiva la excelencia literaria. Algo que sí fluye de modo espontáneo y loable es la música, que peina a la perfección cada párrafo despentiano. Así, entre líneas escuchamos perfectamente los riffs, punteos y acordes de –entre otros– L7, Led Zeppelin o Stromae, que imprimen carácter al texto. Pero, ¿es sólo otra novela decadente o tiene innegables cualidades literarias? ¿La trama es un pretexto para darle a la autora la oportunidad de explorar todos los estratos sociales y las facciones políticas? ¿Se trata de la narrativa del miedo de la clase media a perder el hogar por falta de recursos y conseguir trabajo pasada la cincuentena? Aunque su ambición es más grande que su prosa, el libro tiene no pocas cualidades, entre ellas, permitir a la novelista el seguir ejerciendo de «destroyer» narrativa y de dama de la literatura «trash». Habrá que esperar a la publicación del siguiente volumen para averiguar si cumple lo que promete en este primero con el que arranca la trilogía. De momento, lamento decir que deja los pies fríos y la cabeza caliente.