Literatura

Sevilla

El «secuestro» del Cristo de Medinaceli

El «secuestro» del Cristo de Medinaceli
El «secuestro» del Cristo de Medinacelilarazon

La llamada a la oración desde todos los minaretes va despertando lentamente a los 900.000 habitantes de Mequinez, al norte de Marruecos. La ciudad imperial todavía conserva 27 km de la muralla exterior de los 40 que tuvo en su época de esplendor con el sultán Mulay Ismail. Las reformas para convertirla en una capital política y militar fueron llevadas a cabo por más de 30.000 prisioneros entre los que se incluyeron 3.000 cristianos. Era otro tiempo, pero Jesús Sánchez Adalid lo cuenta como si se oyera retumbar aún a los 12.000 caballos del sultán en la plaza el-Hedim. El escritor presentó en esa ciudad su nueva novela «Treinta doblones de oro» (Ediciones B), en la que narra cómo la imagen del Cristo de Medinaceli es expoliada de la fortaleza de La Mamora por el sultán, hasta que acaba en la capilla del duque cuyo nombre adopta.

Se mantiene tranquilo después de acabar su novela número 14, acostumbrado a la friolera de vender más de un millón y medio de ejemplares. Conoce perfectamente la diferencia entre novela histórica e historia novelada, y sus libros requieren un gran trabajo de investigación. «30 doblones de plata» transcurre entre Sevilla, Cádiz y Marruecos en el año 1680. España afronta una crisis causada por la caída de los Austrias, fuerte devaluación de la moneda y pérdida del monopolio de los negocios de ultramar. Una familia sevillana, venida a menos y encabezada por el noble Don Manuel de Paredes, sufre la pérdida de un negocio con el hundimiento de uno de sus barcos y preparan un viaje para buscar una segunda oportunidad en Santa Cruz de la Palma. El protagonista, Cayetano, obligado por amor, es viajero cuasi involuntario de esta aventura. «Me parecía que debía contarlo él en primera persona porque representa a la juventud que está viviendo esa época de declive y que su punto de vista podía ser más interesante que el de Paredes, que representa en sí mismo esa decadencia». Pero sin dejar de lado los personajes de la mujer, doña Matilda, y su fiel segunda, Fernanda, causa del dolorido amor del joven. Jesús reconoce que «es una faceta dentro de mi novela que he tenido que ir aprendiendo con el tiempo. He intentado que tengan entidad y que las mujeres aparezcan con personalidad y sean determinantes». El concepto del principio de verosimilitud le permite escribir sobre las penurias de los personajes, acosados por ataques en las fortalezas y episodios de piratas, pero sin perder de vista el rigor. «Soy un hombre esencialmente optimista y pienso que la historia es lineal, no se repite. El lector tiene que percibir en el libro que de todo se puede salir, que hay grandeza en el ser humano, y que de nuestro pasado podemos aprender mucho». Aunque en principio no abandona el género, «no descarto escribir una novela que se desarrolle en esta época o en una más cercana, como la posguerra o la Transición política». Rodeado de escenarios del libro, como la cárcel que servía para el intercambio de prisioneros, hasta los graneros y las caballerizas, Sánchez Adalid explica que «me sigo considerando lector, todavía no me he hecho una tarjeta donde diga Jesús Sánchez Adalid, escritor», a pesar de contar entre sus galardones con el Fernando Lara en 2007 por «El alma de la ciudad», el Premio Alfonso X de novela histórica por «Alcazaba», y el Internacional de novela histórica de Zaragoza en mayo de este año. Sigue intentando compatibilizar sus «tareas» de escritor –no dice trabajo– con su ministerio pastoral, es sacerdote, «dar clases en un centro universitario y dar conferencias». Pero en la escritura ya está lanzado. «Forma parte de todos los creadores: tener algo dentro que compartir con los demás, yo escribo para que me lean. Pienso mucho en los lectores», matiza. Insiste en que aprende «a medida que escribo y he ido puliendo mi obra», cuidando el estilo porque «quiero dejar una novela consolidada, que tenga cierto sentido». Para no dejar de escribir argumenta: «Algunas distinciones, el encuentro en los foros de lectores y el trato personal con otros escritores me van diciendo que debo seguir».

Más allá delos eruditos

Jesús Sánchez Adalid sabe que posee una responsabilidad frente al género que representa. «Creo que España tiene derecho a escribir su propia novela histórica, que puede ocupar un lugar muy digno dentro de la literatura española de última generación, y la prueba evidente es que existe un lector de calidad que lo demanda, y que ya va teniendo autores que nos tomamos esto muy en serio. La historia de nuestro país es muy amplia y tiene que pasar al imaginario colectivo. Parece que era algo que estaba exclusivamente restringido a los eruditos, a los historiadores, pero puede ser algo con lo que nos divirtamos, pasar un buen rato y es fuente de inspiración inagotable, porque nos ha dejado un extraordinario patrimonio que han sido los vestigios de nuestra rica historia: un paisaje al que le faltan las figuras y el novelista puede colocarlas», termina.