Literatura

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El terror sí tiene forma

El terror sí tiene forma
El terror sí tiene formalarazon

Sí, de terror, pero no se trata de cualquier terror. En estos doce relatos, la escritora argentina Mariana Enríquez despliega un universo muy propio y muy particular, un universo hecho de miedo y de espanto y en el cual lo sobrenatural, lo terrorífico, no está más allá de las coordenadas de lo que se conoce como realidad, sino que está a la vuelta de la esquina: es decir, en las calles de Buenos Aires, en la periferia de la ciudad, pues el terror, en estos excelentes relatos, es algo mundano, corpóreo, corporal.

Lo terrorífico, así, es lo que da el tono que se respira en «Las cosas que perdimos en el fuego». En el relato que da el título al libro, el de las mujeres que son quemadas y prendidas fuego por sus parejas, por ejemplo. También en el de esa compañera que se hace daño en la cara, que se corta con una hoja de afeitar frente a un espejo y se arranca las uñas y las pestañas; en la historia de las tres amigas que se juraron estar juntas hasta que la muerte las separa en una noche en que el gobierno ha decidido apagar las luces para ahorrar energía; en el relato sobre el legendario asesino en serie llamado el Petiso Orejudo, un niño asesino de niños que asoló Buenos Aires a comienzos del siglo XX y que se le aparece a un guía turístico de la ciudad; y en el resto de las historias que componen el estreno de la escritora en Anagrama.

Mariana Enríquez, que publicó su primer libro a los veintidós años (la tan bien recibida novela «Bajar es lo peor», en 1995), confirma, con estos textos impecables, su madurez como escritora. Una escritora con una voz muy potente que maneja con firmeza el lenguaje sin caer en lo puramente local y que es capaz de combinar diversos registros y apoyarse en varios géneros para componer un universo propio y particular, asentado sobre una cotidianidad que, al lector, le resulta cercana, familiar, siniestra. De terror.