El único pecado de Turing
Ya entonces resultaba ridículo, cuando se estrenó «Enigma» (2001), un filme sobre cómo se consiguió descifrar el código de la máquina nazi que encriptaba los mensajes a sus tropas, sin mencionar a Alan Turing, sustituido por un personaje de ficción sin referencia alguna a su homosexualidad. La película de Michael Apted se centraba en los amores del matemático Thomas Jericho por una mujer que podía ser una espía nazi en el centro mismo de Bletchley Park en Buckinghamshire, centro operativo donde se trataba de desentrañar los códigos de la máquina Enigma. Habría que esperar a «Descifrando enigmas» (2014) para que, al menos, se centrara en la figura de Alan Turing y no se escondiera su homosexualidad. El filme estaba basado en la novela de Andrew Hodges «Alan Turing: The Enigma». Una biografía del lógico matemático e inventor de la computadora y los fundamentos de la inteligencia artificial esencial como referencia y fuente de inspiración de David Lagercrantz para «El enigma Turing».
El centro del relato
En esta novela del continuador de la saga de Millenium, «Lo que no te mata te hace más fuerte», Turing se convierte en el centro irradiador del relato, que comienza con la investigación del suicidio del matemático por un policía de provincias. El ambiente homofóbico de los años 50 y la histeria por la guerra fría y el sonado caso de los espías gays del MI6 que se habían pasado a la Unión Soviética habían creado en la opinión pública un estado de rechazo a éstos y una brutal represión. Una de las víctimas fue Alan Turing, cuya condición era conocida y tolerada mientras colaboró en la lucha secreta contra los nazis, pero que en los años 50 se hizo insufrible para las autoridades inglesas. Tras la denuncia de un robo por su amante, admitió de forma ingenua su condición a la policía, por lo que fue enjuiciado y condenado a elegir entre castración química o tomar estrógenos durante un año. Posible causa de su suicidio dos años después.
La novela de Lagercrantz toma como pretexto la figura de Turing y la fascinación que ejerce sobre el personaje del policía, hasta el punto de replantearse su vida, incluso su homofobia manifiesta. En ella se mezcla la biografía reivindicativa del científico con una reflexión filosófica sobre sus hallazgos matemáticos y el camino de redención del protagonista inserto en una agobiante atmósfera de intolerancia.
Leonard Corell y Alan Turing son el haz y el envés de esta ficción en la que confluyen las contradicciones del momento histórico, que unos años después, con la irrupción de la liberación sexual y la relajación de las costumbres de los 60 pondría fin a la paranoia macartista. La virtud del fascinante libro de David Lagercrantz es exponer de forma novelada la injusta sanción que pesaba sobre Alan Turing y su condena por declarar abiertamente su homosexualidad, reconocer al matemático como uno de las mentes más brillantes que ha dado el siglo XX y darle así voz a sus extraordinarias aportaciones a la lógica matemática, la ideación de la computadora y la inteligencia artificial, sin tener que esconder su sexualidad bajo una capa de puritanismo.