El «vértigo» de ser una mujer
El nuevo libro de la joven escritora británica Joanna Walsh, «Vértigo», es difícil de clasificar. Al principio parece que nos encontramos ante una colección de cuentos, pero al avanzar la lectura y percibir la evolución de algunos hechos parece que más bien estamos ante una novela fragmentada en impresiones que en su conjunto acaban perfilando la vida de una mujer como madre, esposa, hija o amante.
Ella, no tiene nombre, es como una espectadora tanto de lo que observa como de lo que siente. Durante las vacaciones, en el hospital con el hijo, en las visitas a su madre, en un centro comercial, esta mujer analiza y reflexiona de manera inteligente pero sobre todo de una forma muy especial. A veces deja hablar a su mente, esas partes aparecen en letra cursiva en el texto, y entonces es cuando se tiene la impresión de estar ante una mujer enajenada, que se desdobla en otra persona. Su mente bulle, atenta a todo lo que sucede dentro y fuera de ella misma, una atención cuyo resultado parece a veces una forma de sacra a alguien fuera de sí, de extrañamiento del mundo.
Joanna Walsh ha dibujado en este libro esbozos de muchas mujeres o quizá de la misma: una sagaz, vulnerable, desconcertante que parece encontrarse en un lugar entre el vacío y el mundo, flotando estática y atenta, como esas féminas de Marc Chagall que están en el cielo pero no vuelan, que, distantes e inexpresivas, observan todo lo que ocurre y a veces sufren profundamente, pero los demás no lo ven porque ella está a la vez dentro y fuera de la vida.
Un libro poco convencional que a veces provoca la sonrisa, sobre todo cuando habla de las madres, y a veces emociona: cómo construir sobre «la sensación de que, si me caigo, no caeré hacia la tierra sino en el vacío». El vértigo. Recomendable.