Emilio de Diego: «Prim y libertad son sinónimos»
Una biografía muestra cómo intentó regenerar la vida política y que Cataluña tuviera una dimensión nacional en España
Es su bicentenario. Pero la figura de Prim ha saltado a la realidad por más motivos. Las noticias alrededor de su fallecimiento, una serie de televisión y la actual situación política en España han suscitado que muchos hayan vuelto la mirada hacia un hombre que pretendió modernizar el país y asegurar las libertades. El historiador Emilio de Diego glosa ahora su semblanza y repasa sus éxitos y derrotas en la monografía «Prim: mucho más que una espada» (Actas).
–El bicentenario ha recuperado la figura de Prim.
–Es una de las circunstancias. Pero también hay que tener en cuenta que existen elementos en su vida y obra que son perfectamente legibles en la actualidad. Y como la historia se hace desde el presente... Prim fue un catalán grande y un grande de España; un representante de la industria catalana en Madrid y uno de los personajes de la política y el mundo militar del segundo tercio del siglo XIX. Además, tiene la dimensión del catalán que defiende su origen, pero que también le intenta dar una dimensión política nacional. Prim analiza la disfunción de Cataluña y España y estudia cómo corregirla para crear un espacio de Cataluña en la política española para modernizar también a España.
–Para algunos políticos es una referencia.
–Es un hombre que tiene un proyecto desde que llega a la vida política y se dedica a él con empeño durante las tres décadas de su carrera. Y lo hace, incluso, desde los exilios sucesivos que padece. Fue un gran conocedor de las instituciones de su tiempo. Cree en un modelo de monarquía democrática. Conjugaba la legitimidad de poder a partir del sufragio universal, que tenía en la Corona una garantía de ejecución de este funcionamiento. Así la Corona se legitimaba por su función. Todo esto lo predica Prim.
–Ya era mucho.
–El corrupto sistema isabelino no funcionaba. Prim creía en el sufragio universal como expresión de la soberanía, cuya supervisión, vigilancia y ejecución correspondía a la Corona. Ella tenía un papel importante y se legitimaba por ese mismo sufragio. Pero debemos tener en cuenta que, en ese momento de nuestra historia, la separación entre la realidad española y la monarquía isabelina era cada vez mayor. Por eso la Corona se quedó aislada y en 1868 se echó por tierra con facilidad a la monarquía isabelina.
–¿Qué concepto tenía Prim de España?
–Una patria grande compatible con su patria chica que es Cataluña. Ataca a los gobiernos de Madrid, a los moderados, por implantar el estado de excepción, pero nunca a España. Los catalanes quieren ser tan españoles como los demás. Prim no ve cesura entre Cataluña y España. Y es un catalán profundo. Habla catalán y castellano, y su cosmovisión es catalana. Representó a Cataluña, pero él también se siente español como cualquier otro. Prim representa a España y a Cataluña. Para él se conjugan.
–¿Entendería lo que sucede hoy entre Cataluña y España?
–Le resultaría difícil. En la mente de Prim no cabe una fractura, un enfrentamiento entre España y Cataluña. Y me parece muy mal, por parte de algunas instituciones catalanas proclives al secesionismo, tratar de obviar a Prim. No podemos hacer una historia de exclusiones y empobrecer la historia de Cataluña. Se ha hecho, y con una visión sectaria y miope. Ésta ha sido una de las carencias principales del bicentenario de Prim. Hasta en la Corona se ha entendido que Prim, que era de su tiempo, coad-yuvó al derrocamiento de Isabel II porque había perdido el sentido de su función.
–¿Qué destacaría de él como político?
–Antes que nada era un soldado. Ingresó de voluntario y ascendió entre 1834 y 1840 de soldado a coronel, y luego a mariscal, teniente general... Pocos militares pueden ofrecer una trayectoria como la suya. Fue muy polifacético: diplomático, político y alcanzó la dimensión de los grandes hombres de Estado. Aprendió a escuchar. La política, para él, es el arte de lo posible.
–¿Qué le diferenciaba de los espadones?
–Hubo muchas espadas en un país en guerra continua. El siglo XIX español fue de espadas y espadones. Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano... los cinco fueron liberales y políticos. Espartero y Prim eran generales de extracción popular; los otros no fueron vistos de esta manera. Prim encarnaría la libertad. Prim y libertad eran sinónimos.
–¿Qué supuso para España su desaparición?
–Su proyecto encalló a los dos años. Retoma su protagonismo Serrano, se producen divisiones, presionan republicanos y carlistas. Y, seguro, perdió la sociedad española. Él era fuerte, aglutinante del progresismo. El sistema podría haber funcionado con Amadeo, que estaba ideado en clave de libertades. Se quebró un proyecto muy importante que podría haber modernizado la vida política española.