Crisis migratoria en Europa

Entre el humanismo y el rechazo

Entre el humanismo y el rechazo
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«Los refugiados son el precio que paga la humanidad por la economía global», dice Slavoj Žižek en este implacable manifiesto, donde el filósofo esloveno reflexiona, con una mirada lúcida y sagaz, sobre el presente europeo, complejo y, por momentos, inabordable, en el que los atentados terroristas de París, de Bruselas, y la llegada de refugiados e inmigrantes no son más que, según el pensamiento de Žižek (que se nutre tanto del cine y el psicoanálisis como de la teoría política y económica), las dos caras de una misma moneda: el capitalismo global y su inherente lucha de clases. Dividido en once capítulos, «La nueva lucha de clases» tiene el mérito de haber sido escrito al calor de los acontecimientos que se produjeron en Europa en 2015.

Así, el libro abarca desde comienzos de año, cuando lo que existía en el continente era «el temor a los movimientos radicales emancipadores», hasta finales del segundo semestre, cuando la atención se desplazó hacia la cuestión «humanitaria» de los refugiados. Ese desplazamiento, afirma Žižek con contundencia, hizo que la «lucha de clases fuera literalmente reprimida y reemplazada por la cuestión liberal-cultural de la tolerancia y la solidaridad». Enérgico y vivaz, y sostenido por una forma de pensar libre, que se desliga tanto de las pretensiones humanistas con respecto a la inmigración como del rechazo visceral de quienes sueñan con una Europa exclusiva para los europeos, Žižek aborda la coyuntura actual desde una óptica impiadosa. No hay que detenerse, asegura el filósofo, ni en la quietud y la actitud compasiva hacia los refugiados ni en ver a éstos como el origen de un problema que sólo genera fobia y hunde sus raíces en el racismo. «Cuanto más tratemos a los refugiados como objeto de ayuda humanitaria y permitamos que la situación que los obligó a dejar sus países se imponga, más vendrán a Europa». Para evitarlo, señala, no hay que militarizar la zona ni cerrar las fronteras, sino que los sectores de izquierda abandonen ciertos tabúes y que, a la vez, se analice el problema como la consecuencia de una economía global que genera nuevas formas de esclavitud y oculta la lucha de clases.