Entre nostálgicos calcetines
Hay algo que en Argentina no hay es un pensamiento filosófico. Hay, sí, filósofos. Es decir: personas que piensan, que analizan, que escriben, que participan de debates diversos y aportan ideas nuevas y originales sobre temas tan variados como la política, la economía, el fútbol, la televisión, el psicoanálisis o la empresa de vivir. Uno de ellos es Tomás Abraham, quien, a pesar de no haber nacido en Argentina (nació en Rumanía) con el paso de los años se ha ido transformando es uno de los pensadores más lúcidos que hay en ese país.
Un pensador cuya manera de pensar libremente, un poco anárquica y sin ataduras, se trasluce en las casi 500 páginas que conforman «La dificultad», su primera (y, de momento, única) novela. En ella, Abraham traza la vida de Nicolás, un niño que llega con su familia judía a Buenos Aires a comienzos de los 50, provenientes de Europa y sin conocer el idioma ni el sitio donde van a vivir. Como tantos inmigrantes, con ellos llevan sus sueños, su voluntad y el futuro, expresados en una máquina para fabricar calcetines con la que el padre de Nicolás montará una empresa considerable. Pero nada será fácil. Especialmente para Nicolás, que deberá enfrentarse con dificultades como la tartamudez, la zurdera, la obesidad y el aprendizaje de una lengua que en nada se parece a su húngaro materno. Sostenida por una prosa de ritmo intenso y endiablado, «La dificultad» es una novela de iniciación que, bajo su trama sospechosamente autobiográfica, ofrece no sólo la peripecia de Nicolás (la vida cotidiana en una ciudad hostil, el viaje a París, India y Tokio y su regreso a una Argentina más desconocida), sino también la puesta en escena de una memoria colectiva. Una memoria compuesta por retazos, por anécdotas, por recuerdos de una vida que ya fue, que no será.