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Eres insufrible, Cronenberg

Eres insufrible, Cronenberg
Eres insufrible, Cronenberglarazon

El adjetivo adecuado para la primera novela de David Cronenberg sería insufrible. El segundo, insufriblemente pedante. Cosa que no era cuando irrumpió en el cine con sus películas de terror «splatter» pero sí cuando comenzó a excitarse con la intelectualización de su enfermiza pasión «gore» por la tecnología hecha carne, por su morbosidad por los accidentes de coches y su inquietante interés por la enfermedad y la muerte como acicates de su morbosa sexualidad.

El caso de «Consumidos» es digno de un análisis al mismo nivel que plantea Cronenberg: el juego de espejos y las dobles parejas de personajes literarios que remiten de nuevo a dobles personajes reales. Los dos periodistas ultra tecnificados que protagonizan el relato sienten una atracción macabra por el matrimonio marxista y anticonsumista Arosteguy-Célestine, que ha asesinado y descuartizado a su esposa y se la ha comido.

Este prototipo de la intelectualidad francesa es una parodia de eminentes figuras de la filosofía francesa de posguerra, ya sea Sartre-Bouvoir o Louis Althusser, el filósofo que protagonizó el uxoricidio de su mujer, o por llevarlo al límite, el caníbal japonés Issei Sagawa, que se comió a su amante holandesa.

«Consumidos» se mueve entre la parodia y la glorificación del mundo enfermizo que David Cronenberg ha reflejado en su cine. Unas veces, de forma magistral y otras, más densa y pesada, como si hubiera querido rehacer su etapa más popular en un registro intelectual elevado para ser considerado un «auteur» con una visión personal del cine.

Nadie le niega a Cronenberg, en el devaluado mundo del cine de autor, que tiene tanto los estilemas como los estigmemas de un cineasta con mundo propio: la enfermiza relación entre la carne y el metal, esa pasión por «la nueva carne», de «Videodrome» (1983). Mezcla angustiosa de carne abierta en comunión con aparatos tecnológicos que se incrustan en ella para crear una fantasía biónica repugnante.

La sexualidad, el horror y el delirio del cuerpo despedazado produce un desagrado que apenas la prosa clínica de Cronenberg y cierto distanciamiento en forma de exageración y radicalización de los gestos extremos que viven sus protagonistas consigue que «Consumidos» se deslice desde lo espeluznante a la delirante autoparodia.

Macabra experiencia

Para el macabro consumidor de atrocidades corporales imaginarias, la novela será una experiencia gozosa. Un ejercicio estilístico divertido y sorprendente, pues todo Cronenberg está quintaesenciado en este relato masturbatorio, típico de cierta intelectualidad que mezcla la estética del dolor y el horror físico con las delirantes apelaciones al maoísmo norcoreano, la novela de espías paranoicos y el disparate surrealista sin inmutarse ni cambiar de registro.

«Consumidos» habla de la tecnología como filtro de la vida. De la excitación sexual y la voluptuosidad macabra del cuerpo como nueva mercancía de consumo. Y de la deformidad física producida por la enfermedad terminal como una nueva estética fetichista.